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Boric elige barrio popular para vivir durante su Gobierno
El próximo presidente de Chile, Gabriel Boric, vivirá en una casona sobre Huérfanos, entre Libertad y Esperanza. Estas calles del barrio patrimonial Yungay, de pasado glorioso y presente oxidado del centro de Santiago, son reflejo de una sociedad dividida por la desigualdad.

Santiago. El próximo presidente de Chile, Gabriel Boric, vivirá en una casona sobre Huérfanos, entre Libertad y Esperanza. Estas calles del barrio patrimonial Yungay, de pasado glorioso y presente oxidado del centro de Santiago, son reflejo de una sociedad dividida por la desigualdad.
La casa de 500 metros cuadrados que ocupará Boric con su novia, Irina Karamanos, fue hostal, centro médico y tuvo una pizzería cuyo nombre en un cartel de la fachada permanece: Sensato.
Las referencias para dar con la nueva casa presidencial están cargadas de simbolismos para los cambios que afronta Chile de la mano de un mandatario millennial, que a sus 36 años asume el desafío de un gobierno que quiere implantar reformas ante una población que pidió a gritos un nuevo pacto social.
Éste "es un barrio popular, hay gente que se dedica a tatuar, gente que es músico, gente que nos dedicamos a vender en la calle, hay extranjeros, chilenos, venezolanos, colombianos, o sea, se vive la realidad de cómo está el país hoy en día", cuenta orgulloso Felipe Fuentes, un vendedor ambulante que será vecino del Presidente, por lo que se dice "expectante, ilusionado".
Fuentes votó por Boric, como la mayoría del vecindario. Ahora ven con recelo el reciente arribo de policías que vigilan un barrio marcado de murales y grafitis.
"El Boris", como es llamado popularmente el nuevo presidente, decidió dejar un apartamento austero en otro histórico barrio central de Santiago, Bellas Artes.
Tras su asunción al poder el 11 de marzo, Boric seguirá viviendo "de Plaza Italia para abajo", el límite que reconocen los locales entre los privilegios que "tienen los de arriba" de esa plaza, epicentro de las protestas.
Su nuevo barrio tiene bohemia e identidad, pero entre sus calles de adoquines también se percibe la mixtura social que sobrevive ante la falta de políticas hacia comunidades marginadas.