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México obtiene triunfo épico y es finalista
En un partido de ensueño, con un gol olímpico, y otro de chilena, el Tricolor Sub 17 avanzó a la final sobre Alemania. Julio Gómez fue la figura al marcar en dos ocasiones en el 2-3 final.

Torreón, Coahuila. Julio Gómez se suspendió en el aire, provocando que la afición se levantara de sus asientos presagiando un triunfo épico, justo cuando el reloj marcaba 90 minutos, para luego, instantes más tarde, conectar el balón de chilena, con todo y un enorme vendaje en su cabeza, cruzando al arquero, mandando la pelota a las redes, poniendo a México en la final de su Mundial tras imponerse 2-3 a Alemania en un partido que ingresó a la historia y que jamás podrá ser olvidado.
Y es que el Tricolor Sub 17 estaba contra las cuerdas, lucía liquidado a 15 minutos del final, hasta que al 75 comenzó a escribirse una historia que ni en los más grandes sueños pudiera haberse visto. Luego del tanto de Julio Gómez, héroe de la tarde, al 3, y de la voltereta alemana gracias a los goles de Samed Yesil al 9 y Emre Can al 59, vino una obra de arte en la que la misma figura azteca salió lesionado, sangrando.
Justo a 15 del final, Jorge Espericueta cobró un tiro de esquina, con un efecto endemoniado, mandando el balón a segundo palo, haciendo un gol olímpico, devolviendo la esperanza a 30,000 aficionados, a sus compañeros, a su entrenador, de la mano de una anotación que lo marcará de por vida. En esa misma acción, en su intento de conectar el balón, Gómez chocó con un alemán y sufrió un corte en la sien, perdiendo mucha sangre, haciendo pensar que el Tri concluiría con un hombre menos.
Pero Julio tenía pactada una cita con la historia, y por ello, seis minutos después volvió a la cancha con un enorme vendaje que le cubría la cabeza, en medio de una gran ovación, que quedó corta con respecto de la que recibió tras poner a México en la final.
Los penales parecían inminentes, y justo cuando la afición comenzaba jalarse los cabellos, a presentir lo peor, Gómez se mandó un golazo, hizo recordar a Hugo Sánchez, puso a México en la final ante Uruguay.
Al 90, Jorge Espericueta cobró un tiro de esquina a primer palo, sitio en el que fue peinado a la segunda madera, lugar en el que Julio, con todo y su vendaje, se lanzó de espaldas al marco, suspendiéndose en el aire, conectando la pelota, cruzando al arquero, mandando la pelota a las redes, haciendo explotar al estadio, que se olvidó de corear el Cielito Lindo, para entregársele al héroe de la Selección Sub 17.
Tras la gran estampa del hombre de la tarde todo era cuestión de tiempo y con el silbatazo final llegaron las lágrimas, los abrazos, los saltos de un lugar a otro, mientras 30,000 personas se le entregaron a Gómez, quien con lágrimas en los ojos, y juntando sus palmas, atinó tibiamente a agradecer los aplausos.