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Meta del salario mínimo: llegar a 13,400 pesos mensuales
El salario mínimo avanza hacia niveles históricos, pero la pregunta ya no es cuánto subirlo, sino cuánto puede resistir la economía antes de que el impulso se vuelva insostenible.

El salario mínimo avanza hacia niveles históricos, pero la pregunta ya no es cuánto subirlo, sino cuánto puede resistir la economía antes de que el impulso se vuelva insostenible.
La presidenta Claudia Sheinbaum lo ha dejado claro y todo indica que se mantendrá en su postura: quiere pasar a la historia como la gobernante con el salario mínimo más alto desde que se tiene registro. La pregunta que queda en el aire es a qué costo.
La semana pasada, la titular del Ejecutivo y la Secretaría del Trabajo anunciaron el acuerdo de los representantes de los empresarios, el sector obrero y el gobierno federal para aumentar a 13% el salario mínimo en 2026. Con este ajuste, el referente general pasará de 278.80 a 315.04 pesos diarios, en términos mensuales, de 8,475.52 a 9,582.47 pesos.
Este lunes dijo que su meta es que llegue a 440 pesos diarios al final de su sexenio. Y a esa trayectoria de remontada del salario mínimo con aumentos de doble dígito que inició en 2019 bajo la administración de Andrés Manuel López Obrador ya la bautizó con un distintivo político característico de la 4T, la denominó “la gráfica del bienestar”.
Ya con el apellido del bienestar incluido, difícilmente se saldrá de la ruta trazada entre 315 y 440 pesos en los próximos cuatro años. Esto implica dejar el salario mínimo en un monto mensual aproximado de 13,400 pesos en 2030.
Como dato, cabe destacar que la única vez que AMLO cedió en un monto “más bajo” para este referente fue en las negociaciones para 2021, sólo por el impacto de la pandemia de Covid-19 en el mercado laboral, y en esa ocasión fue de 15%. Las posteriores fueron de 20%, en promedio.
Al exponer el contexto previo, la mandataria ha explicado que el salario mínimo llegó a su monto más alto en 1976, cuando a precios actuales equivalía a 410.87 pesos diarios y desde ahí acumuló décadas de pérdidas en poder adquisitivo. Su meta es que quede por arriba de dicho monto.
En el papel, estos aumentos suenan muy bien, pero no han venido acompañados de mayor productividad laboral, cuyo indicador no ha logrado recuperarse. En el cuarto trimestre del 2018, éste era de 99.4 puntos, para el segundo trimestre del 2025 fue de 96.3 puntos, una pérdida de 3.1 puntos a la par de los aumentos de doble dígito en el salario mínimo.
Por su parte, la informalidad laboral se ha mantenido en casi los mismos niveles, entre 56.5% en el cierre del 2018 y 55.4% en el tercer trimestre de 2025, con una clara tendencia al alza en lo que va de este año. La tasa de subocupación, en tanto, pasó de 6.7 a 7.2% en el mismo periodo, por mencionar algunas cifras.
Lo que es cierto, es que la política de recuperación de este referente se ha convertido en pieza clave para el combate a la pobreza y la reducción de la desigualdad en México. El punto ahora es qué tanto se puede seguir aumentando sin que la liga se rompa. Por ahora, los incrementos han avanzado sin provocar una distorsión mayor, pero los márgenes de maniobra comienzan a estrecharse.
Como advierten especialistas de Banamex, “las políticas laborales de años recientes han mejorado las condiciones de los trabajadores (recuperación del salario mínimo, outsourcing, reparto de utilidades, aportaciones a pensiones, vacaciones), pero se acerca el límite para que no haya efectos adversos en términos de empleo formal, viabilidad de pymes y presiones de precios”.
El riesgo es que el salario mínimo deje de ser un instrumento técnico de política laboral y se convierta en una bandera de legitimidad. Si los aumentos no van acompañados de mejoras en productividad, reducción de la informalidad y estímulos a la inversión, el modelo puede volverse insostenible.
La meta ahí está trazada y para nadie es sorpresa; ya es más un objetivo político que económico. Pero no se puede construir bienestar duradero sólo con aumentos de salario mínimo. Tarde o temprano, la factura la pagarán la salud del mercado laboral y el bolsillo individual. Y cuando eso ocurre, los beneficios que hoy se celebran pueden diluirse en la misma gráfica que los generó.

