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Top 10 de las personajes más relevantes para la ciencia este 2025 según Nature

Nature reveló su lista Nature’s 10 de 2025: diez personajes que, desde la salud pública y las pandemias hasta la inteligencia artificial, la genética y la exploración de los océanos profundos, marcaron el rumbo de la ciencia este año.

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Investigación científica.Cortesía

Redacción El Economista

La revista Nature publicó su lista anual Nature’s 10, un retrato de diez personajes que, desde la salud pública hasta la inteligencia artificial y las profundidades del océano, ayudaron a definir la ciencia en 2025. No es un ranking ni un premio formal, sino una selección editorial de figuras cuyo trabajo o cuyas decisiones tuvieron un impacto desproporcionado en la investigación científica y en la forma en que el conocimiento se traduce en políticas públicas y soluciones tecnológicas.

A continuación, quiénes son y por qué están en este “top 10” de Nature.

Susan Monarez, la guardiana de la salud pública que pagó el costo político

Microbióloga e inmunóloga con casi dos décadas de servicio público, Susan Monarez llegó a la dirección de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) de Estados Unidos como una figura de consenso en un entorno profundamente polarizado. Menos de un mes después fue destituida.

Según relató ante el Congreso, Monarez se negó a despedir a científicos clave y a “aprobar” recomendaciones sobre vacunas sin revisar primero la evidencia disponible. Esa defensa de la integridad científica la llevó a confrontar al secretario de Salud, Robert F. Kennedy Jr., crítico de larga data de las vacunas y del propio CDC. 

La salida de Monarez detonó renuncias en cadena de altos mandos del organismo y exhibió una tensión de fondo: hasta dónde puede la política reescribir las reglas de la salud pública sin fracturar la confianza en las instituciones científicas.

Achal Agrawal, el “detective” de las retractaciones en India

En India, el matemático Achal Agrawal dejó su puesto académico para dedicarse, sin sueldo fijo, a un frente incómodo: evidenciar malas prácticas en la publicación científica.

Lo hizo creando India Research Watch, una comunidad en línea que analiza bases de datos de retractaciones, denuncia plagios y otras formas de mala conducta, y ofrece un canal anónimo para denunciantes. 

Sus informes y visualizaciones sobre el número de artículos retirados por instituciones indias ayudaron a presionar por cambios concretos: este año, el gobierno anunció que el sistema nacional de rankings de universidades empezará a penalizar a las instituciones con altos niveles de retractaciones, un giro que busca dejar de premiar solo la cantidad de artículos y poner el foco en la calidad y la integridad.

El costo personal ha sido alto, incluidas demandas y dificultades para conseguir empleo, pero su trabajo ha puesto el tema de la ética científica en el centro del debate académico del país.

Tony Tyson, el pionero detrás del telescopio que “filmará” el Universo

El físico estadounidense Tony Tyson, hoy de 85 años, lleva más de tres décadas persiguiendo una idea: construir un telescopio capaz de tomar una especie de “video” continuo del cielo. Esa visión se concretó con el Observatorio Vera C. Rubin, en Chile, que empezará a escanear de manera sistemática el firmamento austral con la cámara digital astronómica más grande del mundo.

Tyson fue de los primeros en usar sensores CCD para revelar galaxias extremadamente tenues y en aplicar la técnica de lente gravitacional débil para mapear la materia oscura. El Rubin llevará esa ambición al siguiente nivel: generará mapas en 3D de la materia oscura, rastreará supernovas y otros eventos transitorios, y ayudará a identificar asteroides potencialmente peligrosos para la Tierra. El proyecto fue considerado de “alto riesgo, alta recompensa”; hoy encarna cómo una apuesta persistente puede cambiar la manera en que hacemos astronomía.

Precious Matsoso, la arquitecta del primer tratado pandémico global

En un mundo todavía marcado por las heridas del Covid-19, la sudafricana Precious Matsoso ayudó a lograr algo que parecía imposible: que más de 190 países se pusieran de acuerdo en un borrador de tratado global sobre pandemias bajo el paraguas de la Organización Mundial de la Salud.

Tras más de tres años de negociaciones, el texto plantea principios para compartir datos y muestras de patógenos, mejorar la preparación y asegurar un acceso más equitativo a vacunas y tratamientos en futuras emergencias sanitarias. 

Matsoso, con larga trayectoria en la expansión de terapias contra el VIH y en la OMS, jugó el papel incómodo pero clave de mediadora: escuchar “líneas rojas” de todas las partes y empujarlas hacia compromisos.

El tratado aún enfrenta desafíos para su ratificación y para afinar mecanismos de reparto de beneficios, pero marca un punto de partida histórico para intentar que la próxima pandemia sea menos desigual.

Sarah Tabrizi, la neuróloga que dio un “gran paso” contra el Huntington

La británica Sarah Tabrizi, directora del Centro de Enfermedad de Huntington en University College London, lleva años en la primera línea de los intentos por frenar esta enfermedad neurodegenerativa hereditaria.

En 2025, los datos de un ensayo clínico con la terapia génica AMT-130 ofrecieron la señal más alentadora hasta ahora: en un pequeño grupo de pacientes tratados con una dosis alta, la progresión del deterioro motor y cognitivo se redujo alrededor de 75% frente al grupo de control, y los biomarcadores de daño neuronal en líquido cefalorraquídeo también mejoraron.

Aunque se trata de un tratamiento invasivo y aún experimental, el resultado reabre la ventana de oportunidad para intervenir cuando ya hay síntomas, y revitaliza al campo de la terapia génica, golpeado por fracasos y efectos adversos en otros estudios.

Tabrizi, que también ha tenido que comunicar resultados desalentadores en ensayos previos, insiste en que cada tropiezo aporta información para mejorar diseños y dosis. Su objetivo de largo plazo es aún más ambicioso: prevenir que el Huntington llegue siquiera a manifestarse.

Mengran Du, la exploradora de los ecosistemas más profundos del planeta

A más de 9,000 metros de profundidad, en la fosa Kuril-Kamchatka, al noreste de Japón, la geocientífica china Mengran Du observó algo que nadie había descrito: un ecosistema animal próspero en la zona hadal, el estrato más profundo del océano.

Desde el minisubmarino Fendouzhe, construido para soportar presiones mil veces mayores que las de la superficie, Du y su equipo hallaron comunidades de gusanos tubícolas rojos, almejas, caracoles y otros organismos que no dependen de la luz solar, sino de microbios que obtienen energía de compuestos como metano y sulfuro de hidrógeno que brotan del fondo marino.

Las expediciones posteriores detectaron sistemas similares en otras fosas del Pacífico, lo que apunta a un posible “corredor” global de ecosistemas quimiosintéticos en las profundidades. El hallazgo obliga a replantear el papel de la quimiosíntesis en el océano profundo y la complejidad de las cadenas alimentarias en estos ambientes extremos.

Luciano Moreira, el ingeniero que cría mosquitos para frenar el dengue

En Curitiba, Brasil, el ingeniero agrónomo y entomólogo Luciano Moreira dirige una fábrica muy particular: cada semana produce más de 80 millones de huevos de mosquito Aedes aegypti infectados con la bacteria Wolbachia, que reduce su capacidad de transmitir virus como el dengue.

La estrategia, que comenzó como experimentos a pequeña escala, ya es reconocida por el gobierno brasileño como medida oficial de salud pública. En ciudades donde se han liberado estos mosquitos (los llamados wolbitos), la incidencia de dengue ha caído de forma drástica, con reducciones cercanas al 90% en algunos casos.

Moreira no solo contribuyó a demostrar la eficacia del método en laboratorio y en campo; también se dedicó a convencer a autoridades y comunidades de la lógica de “combatir mosquitos con mosquitos”. La planta que ahora lidera aspira a producir hasta 5,000 millones de wolbitos al año, en un país donde el dengue mató a más de 6,000 personas el año pasado.

Liang Wenfeng, el financiero que sacudió la carrera por la IA

El chino Liang Wenfeng pasó de usar algoritmos para ganar dinero en los mercados financieros a desafiar el mapa de poder de la inteligencia artificial. Con el capital acumulado, fundó en 2023 la empresa DeepSeek, con sede en Hangzhou.

En enero de 2025 la compañía lanzó R1, un modelo de lenguaje de “razonamiento” capaz de resolver tareas complejas como problemas de matemáticas y programación, descomponiéndolas en pasos, con un rendimiento comparable al de los modelos más avanzados de Estados Unidos, pero entrenado con una fracción del costo.

R1 se publicó con “pesos abiertos” y detalles de entrenamiento revisados por pares, lo que permite a investigadores descargarlo, adaptarlo y estudiar cómo se construyó. Ese gesto de apertura impulsó a otras empresas a liberar modelos similares y consolidó a DeepSeek como símbolo de un cambio de narrativa: de una China vista solo como imitadora a un actor que marca agenda en la frontera de la IA.

Yifat Merbl, la científica que encontró una nueva arma inmune en la “basura” celular

La bióloga de sistemas israelí Yifat Merbl, del Instituto Weizmann, decidió mirar donde casi nadie estaba prestando atención: en los fragmentos de proteínas que las células desechan tras ser procesadas por el proteasoma, el complejo encargado de degradar proteínas.

Al analizar esos pequeños péptidos mediante espectrometría de masas y compararlos con bases de datos de secuencias conocidas, su equipo descubrió que muchos tenían propiedades antimicrobianas, capaces de dañar bacterias. 

Experimentos posteriores mostraron que, cuando una célula se infecta, el proteasoma puede cambiar de “tapa reguladora” y favorecer la producción de estos péptidos defensivos, conformando una línea de defensa independiente de la activación clásica del sistema inmune.

El hallazgo sugiere que una misma proteína puede tener muchas “vidas” funcionales a través de los fragmentos que genera, y abre la puerta a diseñar nuevos antibióticos inspirados en este mecanismo.

KJ Muldoon, el bebé que estrenó la edición génica hiperpersonalizada

La historia de KJ Muldoon recuerda que, a veces, el protagonista de un avance científico no es un investigador, sino un paciente. Nacido en agosto de 2024, fue diagnosticado con una forma ultra rara de deficiencia de CPS1, un trastorno genético que impide al organismo procesar correctamente las proteínas y provoca acumulación de amonio en sangre, con alto riesgo de daño cerebral y muerte temprana.

En lugar de limitarse a un trasplante de hígado, su equipo médico y un grupo de investigadores en Filadelfia diseñaron para él una terapia de edición génica con CRISPR de tipo “base editing” hecha a la medida de su mutación específica. En apenas meses desarrollaron, fabricaron y validaron el tratamiento, algo que normalmente tomaría años.

KJ recibió tres infusiones a partir de febrero de 2025. Su tolerancia a la proteína en la dieta ha mejorado y, aunque sigue bajo vigilancia y con medicación, pudo salir del hospital tras pasar allí 307 días. Su caso plantea el siguiente desafío: cómo hacer que terapias tan personalizadas, hoy extremadamente costosas, sean accesibles para más niños con enfermedades raras.

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