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Arte e Ideas

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Yo leí El libro vaquero

El libro vaquero no sólo da cuenta de nuestra complicada relación de amor-odio con la cultura de Estados Unidos, es también una muestra de pop art en versión tropical.

Lo recuerdo muy bien porque formó parte de mi infancia. No vayan a criticar a mis papás por eso, pero confieso que de niña fui lectora de El libro vaquero.

Fue en la peluquería donde le cortaban el pelo a mis hermanos y a mi papá, uno de esos establecimientos quedados en el tiempo.

Estaba ahí, en una mesa, junto al Lorenzo y Pepita, a La Pequeña Lulú y al Mil Chistes. A ellos les cortaban el pelo y yo leía. En la portada de esos libritos siempre aparecía una mujer despampanante y de fondo, el desierto, algún cactus y un vaquero, rubio de preferencia. El título, todo un ejemplo de melodrama: Apuesta de sangre o Lucha de guerreros o Amor y pólvora . Dentro, todo era épica y cursilería. Para mis ojos de niña, eran todo un descubrimiento: la urgencia sexual latente unida al hambre de aventura me enseñaron, a galope, ciertas verdades de la vida.

Con esas historietas, otras: el Sensacional de maestros... y su compañero, el Sensacional de barrios, el Así soy, ¿y qué?, el Lágrimas y risas, historietas populares que, bien metidas en el bolsillo de pantalón de cualquier bolero o microbusero, forman parte de la educación sentimental del mexicano. Entre ellos, El libro vaquero es el mandón de la comarca. Su publicación parecería ancestral, pero en realidad comenzó a publicarse, como lo conocemos, en versión de cómic, en 1978. Si, de por sí, nuestra escena popular está unida de manera indeleble al western gracias al cine, con la lectura de El libro vaquero quedamos convertidos en admiradores absolutos de lo fronterizo, de historias de pistola con guión de telenovela. Algo de psicoanálisis hay que hacerle al lector mexicano para entender el éxito de El libro vaquero , con sus tramas llenas de tópicos, estereotipos raciales y sexuales. Actualmente, del Vaquero... se tiran 400,000 ejemplares cada semana, lo que lo convierte en uno de los principales materiales de lectura de nuestro país. Salve, El libro vaquero.

Lo cual nos lleva a Praga. Muy lejos de los matorrales y los apaches, más cerca de Kafka y de Kundera, una maravilla. La galería Divus Prager Kabarett presenta la exposición Lo bueno, lo malo y lo sexy, una selección de dibujos tomados de las páginas de El libro vaquero. Para la curadora Marisol Rodríguez El libro vaquero no sólo da cuenta de nuestra complicada relación de amor-odio con la cultura de Estados Unidos, es también una muestra de pop art en versión tropical. Podríamos agregar: es una esculcada a la psiquis del mexicano.

Lo bueno, lo malo y lo sexy se divide en tres núcleos, tres estilos. Son tres los dibujantes que le han dado identidad a la historieta.

Raúl Vieyra la dibujó durante su auge, de 1978 a 1989 (en las década de los 80 se llegaron a tirar 1 millón y medio de ejemplares a la semana); Jorge Aviña la dibujó hasta el 2000 y, finalmente, Javier Díaz Benítez, su actual dibujante.

La exposición en Praga estará abierta al público durante todo el verano y se tiene pensado que visite otras ciudades europeas. Ojalá viniera a México para revalorar nuestros cómics nacionales, tan incomprendidos por la Academia y tan amados por nosotros, los mexicanos de a pie.

concepcion.moreno@eleconomista.mx

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