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Arte e Ideas

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Un musical que camina como un hombre

Parece increíble, pero Clint Eastwood dirigió un musical sobre el grupo Frankie Valli and The four seasons.

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De Clint Eastwood uno espera la virilidad paradigmática. Como actor y también como director ha cultivado la rudeza. No es cosa menor. Hollywood entrega pocas cosas en estado puro; la hombría a la Eastwood es una de ellas.

Los tipos duros no bailan, como escribió Norman Mailer. Pero resulta que sí cantan...y bailan, cómo no. Además, Clint Eastwood hizo un musical.

Es un hecho poco mencionado, pero Eastwood también es músico. Él mismo suele componer la banda sonora de sus películas. Así que la sorpresa no debería ser tanta. Pero sí lo es, ¿no?

Jersey Boys (en México le agregan al título el melodramático Persiguiendo la música , a partir de una frase de la cinta) es un musical al estilo Harry el sucio. Hay mafiosos, fraudes, tipos que van a la cárcel y problemas de miles de dólares de los cuales te sacan los amigos de los amigos (también conocidos como La Cosa Nostra).

La película está basada en un musical de Broadway que no he visto, por lo tanto no puedo saber cómo se compara esta adaptación con la obra original. Pero puedo asegurar que es una bella película y un fantástico homenaje a Frankie Valli and the Four Seasons, una de las bandas que más le dieron al pop estadounidense en los años 60.

En otros asuntos: ¿No hay nadie en Nueva Jersey que no sea un gangster? Al menos eso parece cuando Tommy De Vito (Vincent Piazza, el estupendo Lucky Luciano de la serie Boardwalk Empire) comienza a narrar su historia. Como si se tratara de una nueva versión de Good Fellas, Tommy le explica al público que para salir del barrio había sólo tres caminos: el Ejército y la posibilidad de acabar muerto; la mafia y también la posibilidad de acabar muerto, o ser famoso como Frank Sinatra. Para nosotros era dos de tres , dice Tommy, con una mirada de absoluta seguridad.

LO QUE QUEDA SON LOS HITS

Tommy tiene una banda. También es el amigo y descubridor de un jovencito con voz excepcional, un tal Frank Castellucio (John Lloyd Young). Vaya nombre demasiado largo para una marquesina. Por eso lo cambia a Frankie Valli, el único y verdadero.

Verán, Frankie Valli no es Elvis Presley, pero si oyen su voz no la olvidan. Ese falsete agudo de canciones como Walk Like a Man o Sherry. ¿Quién es ese?, todos se preguntaban, ¿es una mujer, es un cantante negro? No, es un italianito de baja estatura y carácter de ángel.

Y miren que es difícil mantenerse angelical al lado de amigos como Tommy. Tommy tiene un pie en la mafia, es amigo del Don del barrio, Gyp DeCarlo (Christopher Walken, siempre adecuado para este tipo de papeles; exuda comedia y sabiduría a partes iguales) y debe hasta la camisa. Entre robos que baja a mediana monta y tardes en el hipódromo, Tommy es como un agujero sin fondo.

También es el responsable de que Frankie salga de Nueva Jersey. Su amigo Joe Pesci (sí, el que después sería actor, el good fella de Scorsese es del mero Jersey) le presenta a un genio del pop, el compositor Bob Gaudio (Erich Bergen). Y entonces, todo comienza a suceder: los hits, los conciertos con adolescentes gritando, las apariciones en el show de Johnny Carson.

Pero, ¿cuándo todo se descarriló para los Four Seasons? Lo divertido de Jersey Boys es que se trata de una narración coral de la madurez y pérdida de la inocencia de cuatro hijos de la calle. No sólo son las deudas de Tommy, incapaz de restringir sus impulsos, o el cansancio o el hecho de que el verdadero talento de la banda eran Frankie y Gaudio, es algo más. El cansancio, los resentimientos, los egos. Como sucede en todas la películas sobre bandas de rock, siempre una mezcla de odio y amor hace explotar la máquina. Lo único que queda son los hits, la música con la que una generación se enamoró, se curó las decepciones y tuvo su primera vez en todo.

La cinta de Eastwood es, en suma, un musical de tipos rudos, con música que canta historias de amor adolescente. Camina como un hombre, así canta Frankie. Detrás las luces se encienden, un seguidor lo ilumina. No es Frank Sinatra, pero salió del mismo barrio.

concepcion.moreno@eleconomista.mx

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