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Arte e Ideas

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Noche de culto

Este estreno tuvo para los seguidores reunidos algo de iniciático, de viaje final de la infancia.

Noche de jueves, lluvia de verano. Una noche lluviosa en esta ciudad suele significar caos, tráfico, accidentes. La gente repite con la vieja conseja: Si no tienes a qué salir, mejor ni salgas . La prudencia llama a quedarse en casa. Pero los fanáticos religiosos no conocen esa virtud: cuando tienen que salir a celebrar su culto, lo hacen.

Especialmente cuando esta noche es su última oportunidad de postrarse ante su objeto de adoración.

Es el estreno de medianoche de la última película de Harry Potter y el cine está llenísimo. Apenas son las 9 de la noche y las filas para Harry Potter y las reliquias de la muerte, parte 2 están nutridas desde hace más de una hora.

Así son los fanáticos: están dispuestos a gastarse las piernas haciendo tres o cuatro horas de fila con tal de ser los primeros en recibir la gracia.

HARRY POTTER Y LAS RELIQUIAS DE LA INFANCIA

Este estreno, algo tan mundano como ir al cine, tiene para los que están aquí reunidos algo de iniciático, de viaje final de la infancia.

Hace cuatro años, cuando salió a la venta el último libro de la serie, los fieles hicieron larguísimas filas en las librerías que ofrecieron venta el primer minuto del día del lanzamiento. Larguísimas filas, más largas que las del cine. Veías adolescentes en la banqueta leyendo su libro recién comprado, gente temblando en la fila, oías a muchos contando la historia de: Yo leí Harry Potter por primera vez cuando... .

Cada generación tiene sus héroes y sus epopeyas. Harry Potter le pertenece a la generación de los que tienen menos de 30 años (aunque la capacidad de los libros de J. K. Rowling de trascender edades es indiscutible).

Va a ser la primera vez desde que tengo 10 u 11 años en que ya no voy a estar esperando algo relacionado con Harry Potter , comenta Héctor, un veinteañero que viene a la función disfrazado del mismísimo aprendiz de mago.

Su disfraz es tan convincente que varias personas le piden que pose con ellos para la foto.

La melancolía que hay en las palabras de Héctor es claramente compartida por la mayoría de los que están haciendo fila, casi todo ellos de la edad de Héctor, muchachos y muchachas que van de los 20 a los 30 años, pocos niños en las filas (pero los hay, ¡los hay!) y algunos padres de familia sin mucha idea de lo que está sucediendo.

Sí, hoy tener 20, 25 o 30 años significa ser un niño con ganas de magia. Comencé a leer gracias J. K. Rowling.

Antes de Harry Potter yo no tenía una imaginación literaria , dice Guillermo, de 26 años. Comenzó a leer los libros a los 13 años de edad: la mitad de su vida ha sido un pottermaniaco.

Guillermo y Héctor son sólo dos de los millones de fervientes en el mundo que esta noche se despiden de su niñez.

NOCHE DE BRUJOS

Abundan los disfrazados. Claro está: Sirius Black, Luna Lovegood, Nymphadora Tonks. Sólo los fieles saben quiénes son. Aquí todos los reconocen y aplauden el parecido con los personajes.

En las épicas fantásticas los personajes consentidos son los buenos, los héroes. Pero en el mundo de Harry Potter los malvados tienen su encanto. Vaya que sí.

A la entrada del cine, un grupo de jóvenes están disfrazadas de mortífagos, los seguidores del malvado Lord Voldemort. Admiración de la concurrencia, muchas fotos. Ellas posan orgullosas con sus varitas mágicas, presumen sus tatuajes malignos (la marca oscura de Voldemort). Una, tan rubia que deslumbra, va vestida de hombre, con el pelo cortado exactamente igual a Draco Malfoy, el adversario juvenil de Harry Potter. El cuidado al detalle de su disfraz impresiona. Fácilmente podría confundírsele con alguno de los objetos promocionales.

Menos de una hora para la función y esas cosas que suceden cada vez que hay mexicanos reunidos comienzan a suceder: porras, gritos, discusiones, cualquier cosa con tal de hacer más divertida la espera. Uno se pregunta qué opinarán los espectadores de las salas donde se proyectan otras películas. Un grupo de personas se cuela a una de las salas a las que los fans han estado haciendo fila. Los gritos de ¡fuera, fuera! , no se hacen esperar.

Indignación generalizada. Pronta intervención de los empleados del cine. Ninguna otra incidencia.

Bien se dice que las filas son animales con vida propia. Cada fila tiene su identidad: allá está la fila de los adeptos a Voldemort, acá la de los que no van disfrazados, más allá la de los fanáticos mayores que compraron boletos para la función en 3D, pantalla IMAX y subtitulada.

Finalmente, comienzan a ingresar a las salas. Más gritos y aplausos. Se acabó la espera: se acaba Harry Potter. Pero antes, hay que verlo rendir su última batalla.

HASTA LA VISTA, HARRY

Hace años, cuando el cine apenas comenzaba, así debían ser las funciones: mucha expectativa al principio, después gritos a la pantalla, un público que necesita participar en lo que sucede enfrente.

Las películas de la serie de Harry Potter nunca han sido dechados de arte narrativo. Suelen ser tan fieles a los libros que acaban siendo aburridas de tanto discurso y tanta explicación calcada directamente de cada una de las novelas.

Los fanáticos, felices (hay que respetar las sagradas escrituras), pero el público en general se queda fuera de la jugada. El hecho es que los adeptos a la pottermanía son tantos y tantos que no importa; con tener contenta a esa inmensa masa acrítica las películas tienen suficiente para ser un éxito. Y él que no entendió, no entendió y se acabó.

Pero Harry Potter y las reliquias de la muerte, parte 2 tiene una intensidad emotiva que le permite saltar esos escollos. Desde el inicio, la película alcanza grandes alturas dramáticas, además de tener secuencias de acción muy impresionantes. Una cinta épica muy bien lograda.

Qué delicia es ver a Alan Rickman, el áspero profesor Severus Snape. Como hizo en toda la saga, se roba la película. Me doy cuenta que ésta será la última vez que lo veremos decir Mr. Potter con esa torsión de labios que manifiesta todo su desprecio. Siento que la nostalgia me invade.

Durante las escenas dramáticas en la sala hay silencio total, pero también muchas expresiones que liberan la presión. Un suspiro contenido cuando Daniel Radcliffe, o sea Harry Potter, se quita la playera; una ovación espectacular cuando Hermione (Emma Watson) y Ron (Rupert Grint) se dan su primer beso; gritos de júbilo cuando acaban con la bruja oscura Bellatrix Lestrange (Helena Bonham-Carter).

Al final, un epílogo cursilón y familiar (no lo diremos para quien aún no lo conozca) y un público (una congregación de fieles) que sale satisfecho de la sala. No falta quien dice que es la mejor película que ha visto en la vida: la emoción habla.

En los próximos días, la franquicia de Harry Potter librará su verdadera última batalla: la de convencer a todos esos cinéfilos que no son pottermaniacos y sólo tienen ganas de ver una buena película. Ésa es la verdadera magia del cine.

cmoreno@eleconomista.com.mx

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