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La doble jornada
Cualquiera que haya viajado en el transporte público de este país las conoce. Mujeres vestidas en ropa de trabajo quedándose dormidas sobre un suéter hecho bola o contra la ventana de autobús.
Cualquiera que haya viajado en el transporte público de este país las conoce. Mujeres vestidas en ropa de trabajo quedándose dormidas sobre un suéter hecho bola o contra la ventana de autobús.
Piensen que es la hora de salir del trabajo, la hora pico. Todo?lleno. Pierda toda esperanza?quien entra a empujones a este?vagón, a este micro, a este tranvía.
Vean la foto que acompaña este texto: una mujer se abre paso en un tranvía, serán los años 30 o 40. Desde entonces, desde antes, millones de mujeres conocen lo que se llama la doble jornada.
Primero a rendir en la oficina, o donde sea que se trabaje, y después a ser madre y esposa, que aunque se labore los roles de género no se alteran.
He leído a algunos comentaristas alzar la voz alarmados porque cada vez más jóvenes mexicanas han decidido no tener hijos. No entienden la obviedad: vivimos en un país de machos en el que una mujer para sobresalir en su carrera tiene que elegir entre profesión o hijos. Todavía no hay suficientes?hombres que quieran (o sepan siquiera) hacerse cargo de la casa y la familia. Somos más que una matriz para su descendencia.
La pelota está en la cancha de los hombres. Nosotras ya nos cansamos de ser la abnegada cabecita blanca. Permítanme, me tengo que subir al micro y me ando durmiendo.