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Arte e Ideas

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Devorando a la familia

Los dramas familiares no son ninguna novedad en el cine mexicano. La madre abnegada, el padre abusivo, los hijos ingratos son arquetipos de peso específico en nuestra historia fílmica. ¿Qué fue primero, la cabecita de algodón o Sarita García?

Los dramas familiares no son ninguna novedad en el cine mexicano. La madre abnegada, el padre abusivo, los hijos ingratos son arquetipos de peso específico en nuestra historia fílmica. ¿Qué fue primero, la cabecita de algodón o Sarita García?

De Una familia de tantas de Alejandro Galindo a Amores perros de González Iñárritu, al cine nacional siempre le ha interesado desmembrar a la familia; resolver vía las relaciones filiales el misterio de la vida mexicana: ¿por qué somos como somos? Pues porque somos lo que hay: reprimidos, pobres y caníbales.

No, en serio: caníbales. De esos que guardan cerebros y quijadas en el refri. De los que casan prostitutas y niños de la calle para convertirlos en filete. Así son los protagonistas de Somos lo que hay de Jorge Michel Grau, un grupo de antropófagos que necesitan con urgencia la carne humana.

La cinta arranca justo en día de cacería... Alto. ¿No estábamos hablando de dramas de familia? Sí. Ese es el gran riesgo de la opera prima de Grau: tomó la arquetípica familia mexicana para hacer una película de horror de esas como las que hacen otros países menos solemnes que el nuestro.

Lo hace, primero, escogiendo un entorno totalmente cotidiano (poco a poco los cineastas se van saliendo de la Condesa y sus alrededores). Esta es una familia de caníbales de unidad habitacional chilanga. Como tapadera social tienen un puesto de tianguis (no, no es de tacos), viajan en el metro y tienen uno de esos carros viejos que llamamos un lanchón.

Y después, narrando una típica crisis familiar: la llegada a la madurez de los hijos adolescentes.

Cuando el padre, encargado de traer la comida, desaparece, los tres hijos adolescentes Alfredo (Francisco Barreiro), Julián (Alan Chávez) y Sabina (Paulina Gaitán) tienen que decidir quién se va a hacer cargo ahora de la conseguir a las reses . Alfredo, como primogénito, es el heredero natural. Siempre y cuando, la madre (la excelente Carmen Beato) quiera ceder su lugar al frente del clan.

Los tres muchachos tienen que salir a cazar por primera vez y cometen errores que los ponen en la pista de dos judiciales fracasados (Esteban Soberanes y Jorge Zárate). Daniel Giménez Cacho hace un cameo memorable como el freak de la morgue que les da la pista inicial (la escena, por cierto, homenajea a Cronos de Guillermo del Toro).

Por su capacidad creativa y su valentía rayana en la temeridad, más que por su calidad narrativa, Somos lo que hay es una pequeña joya del cine mexicano. Es una muestra de que los cineastas jóvenes quieren paulatinamente librarse de las viejas inercias del cine nacional, aunque todavía no lo logren del todo. Porque la cinta cojea del mismo pie que sus antecesoras. Tal parece que Grau no se decidió entre hacer una poderosa cinta de horror o una hiperbólica crítica social.

Es una gran película de horror que no se atreve a ser muy horrorosa. Al fanático del gore, Somos lo que hay le parecerá interesante pero incompleta. Uno se queda con las ganas de ver exactamente cómo matan, destripan y convierten en estofado a sus víctimas.

Ni modo, se le pasó de cocción el bistec. Pero la carne es buena.

cmoren@eleconomista.com.mx

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