Buscar
Arte e Ideas

Lectura 4:00 min

Descubriendo ?e inventando

Cristóbal Colón, sobre todo en este lado de la Mar Océano no es una figura bien vista, no tiene buena fama, es perfecto candidato a los muy caros huevazos que la raza le avienta a su efigie cada 12 de octubre.

Si alguna vez fue el ídolo de alguien –hay una estatua suya en Paseo de la Reforma- hoy ya no lo es más. O ya no vive aquí.

Cristóbal Colón, sobre todo en este lado de la Mar Océano no es una figura bien vista, no tiene buena fama, es perfecto candidato a los muy caros huevazos que la raza le avienta a su efigie cada 12 de octubre y perfecto chivo expiatorio de que nuestras raíces hayan desaparecido en el oprobio, que ya nadie hable náhuatl ni tenga como arma cuchillos de obsidiana.

Ambicioso, interesado, debilucho, aprovechado, explotador, algo tonto y por añadidura ignorante, son los adjetivos más tersos que le aplican sus detractores. Pero, como en todo, no todos los ofendidos son iguales, el agravio tiene muchas caras y tanto la ignorancia como el conocimiento se visten de colores variopintos.

Desde el principio, es cierto, la figura del Almirante provoca ciertas molestias. Al dedicarse seriamente a la investigación resulta que desde el origen de su nacimiento, Colón es objeto de debate. Diversos lugares se postulan como su tierra natal. La tesis con la que la mayoría se siente a gusto, es verdad, es que nació en Génova, pero la la documentación que existe al respecto está llena de lagunas y misterios, afirman los que saben. Su hijo, Hernando Colón, autor de un libro sobre la vida de su padre, contribuye a generar más polémica. Parece que a propósito quiere ocultar la procedencia de su progenitor y ni Martín Fernández de Navarrete, serio estudioso de los Viajes de Colón habla del tema. Por ello hay múltiples hipótesis y teorías: algunos lo hacen catalán, otros, gallego, pero también hay quienes juran es portugués o judío (¿genovés?, ¿almirante?).

El caso es que de pronto todo parece turbio. Y luego, por añadidura, podemos encontrarnos con textos tan parciales como Venciendo prejuicios e intereses, temores e ignorancias, el hábil y ambicioso marino genovés Cristóbal Colón arribó a América por la Isla Guanahaní, imponiendo su primera determinación colonialista al renombrarla San Salvador . O tan inútilmente precisos como el titulado Las cosas suplicadas y que Vuestras Altezas dan y otorgan a D. Cristóbal Colón en alguna satisfacción de lo que ha de descubrir en las mares Oceánicas, del viaje que ahora, con la ayuda de Dios, ha de hacer por ellas en servicio de Vuestras Altezas.

Pero los dimes y diretes sólo adquieren sentido cuando provienen de la voz de la sensatez y el estudio. Voz como la de Edmundo O’Gorman que explica de manera sencilla y rotunda la cuestión cuando escribe: El 12 de octubre se conmemora la llegada del navegante genovés Cristóbal Colón a tierras americanas y el inicio del encuentro entre dos culturas. La trascendencia de este hecho histórico no tiene parangón en la Historia y sus implicaciones han dado cabida a innumerables disertaciones, interpretaciones y polémicas. Por lo pronto, baste recordar que, en efecto, en 1492 no sólo se dio el descubrimiento de un nuevo continente, también se dio el encuentro de dos mundos. Cambiaron estructuras políticas, económicas, sociales y culturales en los dos hemisferios y, en forma arrolladora se dio un trasplante de modelos del viejo al nuevo mundo, lo que devino en el atropello de las culturas autóctonas. Ciertamente, también surgió el mestizaje racial y cultural que nos dio origen y que es la base del ser constitutivo de la mayoría de las naciones americanas .

Más clara ni el agua de las Indias Occidentales. Un buen motivo para pensar de mejor manera y ya no centrarse en las intenciones de los protagonistas de la Historia porque al final todo es invento. Dejar de decir que Colón no pudo haber descubierto lo que no buscaba pero ya no restar importancia a la hazaña colombina aduciendo pruebas de los navegantes europeos que tocaron tierras de América antes que Colón. Ya basta, todo fuera como eso.

El verdadero significado del histórico viaje que conmemoramos mañana es que, hace ya más de cinco centurias, modificó la idea que se tenía del mundo y trastocó, para siempre, todas las Ideas que se tuvieron antes y llegarían después (y que viva la Raza, cómo no).

ckuhne@eleconomista.com.mx

Únete infórmate descubre

Suscríbete a nuestros
Newsletters

Ve a nuestros Newslettersregístrate aquí
tracking reference image

Noticias Recomendadas

Suscríbete