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Política

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Un trayecto, con los hijos a cuestas

Las hermanas Katty y Gabriela López se enteraron por televisión en Tegucigalpa, Honduras, que una caravana de migrantes iba rumbo a Estados Unidos. Cinco días después ya iban con ellos, cada una con un hijo a cuestas.

Las hermanas Katty y Gabriela López se enteraron por televisión en Tegucigalpa, Honduras, que una caravana de migrantes iba rumbo a Estados Unidos. Cinco días después ya iban con ellos, cada una con un hijo a cuestas.

Madres solteras ambas, de 32 y 20 años, se van colocando pañales en los hombros para acolchonar el peso de las mochilas y las cangureras en las que cargan a las niñas. La hermana menor lleva la peor parte. Su hija tiene apenas 11 meses y todo el tiempo tiene que irla cargando. La otra niña tiene seis años y camina algunos tramos, pero la mayoría del tiempo va sobre los hombros o los brazos de su madre.

“Nos da pesar, pero es un sacrificio. Lo más triste es ver que nuestras hijas sufren lluvia y sol. La gente nos va ayudando en el trayecto pero hemos caminado bastante”, cuenta Katty.

Lo más difícil, dice Gabriela, es venir viajando con una bebé. Lo que más se me ha complicado es la dormida, hay que hacerlo en el suelo y a veces la Valeria no se quiere dormir.

Y madres así se ven por cientos en esta caravana migrante. Algunas viajando solas como lo están haciendo ellas, otras con toda su familia, contingentes que superan las ocho personas. Así desde Honduras hasta Oaxaca, donde se encuentran actualmente.

Desde el primer momento que las imágenes de menores viajeros comenzaron a inundar los pueblos fronterizos del sur de México, la población salió a regalarles carriolas. Y así van empujando por la carretera. Una sábana ligera para tapar a los menores del sol y apenas unos piececitos asomando.

Katty, la mayor, dejó otros tres hijos en Honduras de 11, cuatro y tres años. Todo el camino va pensando en los que se quedaron, pero ser “chiclera” (vendedora de golosinas) en Centroamérica reduce las posibilidades para una vida digna. A su historia le debe sumar la violencia doméstica. Entonces recuerda su despedida y la promesa de volver con dinero para hacerse de una casa.

Cuándo ocurrirá, eso no lo sabe, tampoco tiene idea de lo que le falta para llegar a Estados Unidos, “sólo voy caminando y caminando y la gente dice que vamos a llegar a los últimos de noviembre. Yo es la primera vez que voy por estos caminos”. Caminos que ni siquiera imaginaba, por lo difíciles.

A las imágenes del éxodo de compatriotas se le fue agregando el rumor de que viajar con menores facilitaría el ingreso a Estados Unidos, de ahí la decisión de tomar a su segunda hija y junto con su hermana y sobrina “arrancarse” para ir buscándole algo favorable a la vida.

Katty con la primaria y tres años de estilista apenas alcanzaba a ganar en un día de “buena venta” 130 lempiras, unos 108 pesos por 10 horas de trabajo. Gabriela, la menor, con bachillerato y vendedora ambulante de ropa ganaba 220 lempiras, 183 pesos, por 12 horas de trabajo.

Así cómo no nos vamos a ir, dice la última mientras la mayor asienta. Y entonces su sueño “lo mejor que podría pasar” es cruzar y encontrar trabajo en Estados Unidos, un país que con la llegada de Donald Trump a la presidencia ha endurecido el discurso y la política migratoria, un presidente que ya amagó con mandar al ejército a la frontera con México para impedir el ingreso de los miles de migrantes que van poblando este éxodo centroamericano.

Avanzan para Tapachula y Juchitán

La segunda caravana de migrantes centroamericanos que busca llegar a Estados Unidos retomó este martes su camino hacia Tapachula en el sureño estado mexicano de Chiapas, un día después de haber cruzado ilegalmente la frontera desde Guatemala.

El grupo, conformado por unas 2,000 personas, salió al amanecer luego de descansar y secar la ropa que mojaron al atravesar a nado el río Suchiate, que separa a México de Guatemala.

El lunes, niños, mujeres y hombres se lanzaron en masa a las aguas del río ante la negativa de las autoridades mexicanas de abrir la frontera terrestre.

Una vez en territorio mexicano, los migrantes rechazaron la regularización migratoria y el programa del gobierno de México que ofrece empleo temporal, servicios de salud y educación para sus hijos, y continuaron su trayecto hacia Estados Unidos.

Mientras tanto, la primera caravana, en su mayoría hondureños, arribó por la tarde a la ciudad de Juchitán, en Oaxaca.

Ese primer grupo fue albergado en una estación de autobuses que aún muestra los daños que dejó el sismo del 7 de septiembre del 2017.

Los migrantes y defensores de derechos humanos mexicanos han exigido que les faciliten autobuses para llegar más rápido a Ciudad de México, donde solicitarán un permiso migratorio que les permita viajar libremente por el país y llegar incluso a la frontera con EU. Sin embargo, aún no han obtenido respuesta.

Mientras que la Policía Federal y el Instituto Nacional de Migración (INM) identificaron a dos ciudadanos hondureños contra quienes hay órdenes de captura vigentes, por los delitos de homicidio y contra la salud, y los devolvieron a su país. (Con información de AFP y Notimex)

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