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Sanidad Agropecuaria, clave para un comercio justo y libre
Opinión
Cerrar las exportaciones de ganado alienta la incidencia de la plaga del gusano barrenador. Aun cuando esta afirmación pareciera contradictoria, existen argumentos técnicos que sostienen que la estrategia que pretende contener esta devastadora plaga ha sido errada.
El Gusano Barrenador del Ganado (Cochliomyia hominivorax) (GBG) es una de las plagas más agresivas para el ganado y para todas las especies de sangre caliente, por supuesto incluyendo a los humanos. Las larvas se alimentan de tejido vivo provocando lesiones severas hasta causar la muerte de los organismos infestados si estas no son atendidas, pero la prohibición a la exportación de ganado no frena la incidencia de casos (como expliqué en un artículo anterior, no se trata de una enfermedad contagiosa, sino que se trasmite por una mosca que deposita sus larvas en el huésped, y estas moscas se están moviendo hacia el norte).
En menos de un año, Estados Unidos ha cerrado tres veces la frontera al ganado mexicano argumentando riesgos sanitarios por el GBG. Sin embargo, no existe un solo caso confirmado de la presencia de moscas en las zonas exportadoras del Norte de México. Las consecuencias de esta medida son graves ya que aumentan los precios de la carne en Estados Unidos, se castiga a miles de productores mexicanos y, paradójicamente y en forma por demás preocupante, se debilitan los incentivos para invertir en la salud animal. Igualmente, en el mediano plazo esta actitud podría tener el efecto contrario a lo que se pretende, que es evitar la dispersión de la plaga hacia el norte.
Entre las décadas de 1970 y 1990, México y Estados Unidos llevaron a cabo una de las campañas más exitosas en la historia sanitaria de la región para contener y erradicar esta plaga mediante la liberación de moscas estériles (TIE). Cada semana se liberaban más de 500 millones de machos estériles, lo que permitió contener la mosca al sur de Panamá, en la frontera con Colombia.
Hoy, la única planta de producción de moscas estériles existente en el continente está ubicada precisamente en Panamá y produce apenas 100 millones de moscas estériles por semana, una quinta parte de lo necesario para enfrentar una emergencia como la actual. Además de volver a incrementar exponencialmente la producción de moscas esteriles, habría que verificar la efectividad de las moscas que están siendo liberadas.
No obstante, México ha mantenido un esfuerzo considerable para fortalecer la sanidad agropecuaria. En julio de 2024, siendo yo Secretario de Agricultura del Gobierno Federal, nuestro país activó el Dispositivo Nacional de Emergencia en Sanidad Animal, con acciones de vigilancia epidemiológica, inspección, tratamiento y control de movilización de la mosca. Posteriormente, el 28 de octubre se implementó la inspección y tratamientos obligatorios para el ganado en tránsito desde la región Sur-Sureste.
Gracias a esa medida, el 21 de noviembre se logró la primera intercepción de un caso de GBG, evitando su desplazamiento hacia el Norte del país. A la fecha, con avances muy lentos y con evidentes limitaciones económicas y logísticas, los casos permanecen retenidos en el Sur del país, sin un solo foco detectado en las zonas exportadoras donde operan los principales corredores ganaderos hacia Estados Unidos.
También hay que destacar que durante los meses fríos del año, la probabilidad de establecimiento del GBG en los estados del Norte es prácticamente nula ya que la mosca requiere ambientes tropicales o subtropicales para sobrevivir y reproducirse. Esta condición facilitaría una ventana segura para la exportación de ganado al menos por el periodo donde prevalece este clima, la decisión es más política que técnica.
Los modelos epidemiológicos elaborados por el SENASICA muestran que, de no haberse aplicado las medidas indicadas, la plaga habría alcanzado la frontera estadounidense durante el primer semestre del presente año, por lo que es importante reconocer el esfuerzo de contención , especialmente ante la ya señalada escasez de moscas estériles disponibles para reforzar el control biológico y también por la escasez de recursos económicos necesarios para una emergencia de tal envergadura.
El 22 de noviembre de 2024, Estados Unidos decidió cerrar por primera vez el mercado de exportación de ganado. Días después, el 12 de diciembre, ambos países firmaron un protocolo de exportación alineado con los criterios de la Organización Mundial de Sanidad Animal (OMSA) y el mismo Código de Regulaciones Federales de Estados Unidos.
Es muy importante subrayar que este protocolo, diseñado precisamente para mantener el comercio aún en escenarios de riesgo controlado, garantizaba exportaciones seguras mediante tratamientos, certificaciones y verificaciones de origen. El esquema que se acordó contemplaba todas las medidas necesarias: tratamiento antiparasitario previo a la movilización, certificación sanitaria individual, inspección física y documental, y verificación del origen. Adicionalmente, SENASICA instaló más de 300 trampas de vigilancia en la franja fronteriza Norte; de acuerdo con sus reportes técnicos, todas con resultados han sido negativos hasta la fecha.
En resumen, el protocolo ofrece garantías suficientes, incluso si la plaga estuviera diseminada por todo el país, por lo que no existe razón técnica que justifique un cierre unilateral. Las medidas precautorias que ha tomado el Departamento de Agricultura de Estados Unidos no detendrán la diseminación de la mosca.
Pese a la solidez del protocolo, el comercio ha sido interrumpido tres veces en menos de doce meses, afectando la planeación, los contratos y la estabilidad del mercado en ambos lados de la frontera. Cada cierre encarece la logística, genera incertidumbre, agrava la tensión entre productores y autoridades y no detienen la diseminación de la mosca.
El impacto negativo es profundo para ambos países: en México, implica pérdidas millonarias, saturación de corrales y caída de precios internos; en Estados Unidos significa escasez de ganado para engorda y, en consecuencia, presiones inflacionarias sobre el precio de la carne.
La interdependencia en este mercado es evidente: cerca del 80% del ganado exportado por México se destina a engorda en los estados del suroeste estadounidense. Interrumpir ese flujo debilita la competitividad de la industria cárnica de ese país más de lo que la protege. Pero como señalé, el daño más grave es invisible para el consumidor allá y para el productor acá: se disminuyen los incentivos para invertir en salud animal, debilitando estructuralmente los programas preventivos en ambos países, y aumentando el riesgo de que la plaga eventualmente cruce la frontera.
Estados Unidos necesita el ganado mexicano, particularmente en el estado de Texas donde la falta de agua y temperaturas extremas están provocando la disminución de su hato ganadero. Para México es fundamental continuar exportando ganado en pie, al menos hasta que se logren introducir cambios que agreguen valor en la industria cárnica en este lado de la frontera.
Mientras tanto, a un año del primer caso y con cero detecciones en las zonas exportadoras del Norte de México, el cierre de las exportaciones mexicanas de ganado bovino no se justifica desde el ámbito científico ni técnico. El protocolo vigente garantiza la seguridad sanitaria y los mecanismos de vigilancia confirman la ausencia del GBG en el Norte de México. Cerrar el mercado no mitiga el riesgo, lo amplifica. La historia de los años noventa lo demostró: solo la cooperación binacional, el financiamiento adecuado y la capacidad técnica, pueden proteger a América del Norte de esta amenaza.
Sería motivo de un análisis más amplio esclarecer quién gana con estás medidas que, como he señalado, carecen de sustento. Las medidas unilaterales no son en todo caso la solución; por el contrario, debemos promover medidas que como la implementación de campañas conjuntas basadas en conocimiento técnico y buena voluntad, en beneficio de los consumidores estadounidenses y los productores mexicanos.