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Opinión

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La herencia de la revolución bolivariana

Sorpresivamente, en la mañanera del 8 de agosto, el presidente López opinó que el conflicto postelectoral en Venezuela debe terminar cuando los tribunales encargados de revisar el resultado den su veredicto y muestren las actas que respalden su decisión. Aunque sutil, esto representa un distanciamiento del apoyo incondicional que siempre ha mostrado a personajes como Maduro y Díaz Canel. La oposición está pidiendo exactamente eso (mostrar las actas) y es algo que el heredero de Chávez no quiere hacer. Este ha dicho que no puede mostrar las actas porque las ha hackeado Elon Musk.

Precisamente por ese apoyo incondicional de AMLO a la “revolución bolivariana”, es extraño que esté participando en una especie de mediación junto con los presidentes de Colombia y Brasil, Gustavo Petro y Lula da Silva, respectivamente. Lo más sorprendente es que la oposición venezolana parece estar de acuerdo. Ese mismo día, María Corina Machado, la líder opositora, hizo un llamado al presidente mexicano para que interceda y convenza a Maduro a fin de reconocer el triunfo electoral de la oposición en las elecciones de julio pasado. Ha hecho llamados similares a Claudia Sheinbaum.

López Obrador no es precisamente un personaje que escuche razones o atienda leyes, ni siquiera de sus más cercanos. Recordemos cómo ha acomodado los hechos de Perú, en donde su amigo Pedro Castillo intentó dar un golpe de Estado y fue arrestado justo cuando se encaminaba a tomar un avión que lo traería a México. El mandatario mexicano ha reacomodado la historia, algo que hace frecuentemente, para decir que Castillo fue derribado por medio de un golpe de Estado. De ahí no lo ha movido nadie. 

La mediación de tres gobernantes que hasta hace poco podían pasar como apoyadores de la dictadura chavista también es sospechosa. Es cierto que podrían darle un puente de plata a Maduro para marcharse, pero también podrían llegar a la conclusión que hay mano negra contra un gobierno “revolucionario”. En fin. El destino de Venezuela en las manos de un gobierno que ha arrestado a miles de opositores y reprimido con violencia, a veces letal, las protestas y tres presidentes que no parecen muy imparciales.

Venezuela, otrora un país rico y orgulloso, se ha convertido en una tragedia. De los poco más de 31 millones de habitantes han salido más de siete millones, casi uno de cada cuatro venezolanos se ha marchado a Colombia, Estados Unidos, España, Chile, Perú, Brasil y México, entre otros. En 2015 un sondeo arrojó que más del 30% de sus habitantes quería salir de su nación. Para 2018 el porcentaje había aumentado hasta el 87% de venezolanos que planeaban abandonar el país y no regresar. Para ponerlo en cifras entendibles, nueve de cada diez quieren salir de esa nación sudamericana. La OEA y la ACNUR la catalogaron como la migración más grande que ha existido en la historia del hemisferio occidental y la que menos ha sido apoyada con recursos.

La crisis económica y social se ha profundizado en los últimos años por lo que se prevé que si no hay un cambio de fondo en el gobierno y ayudas multimillonarias a Venezuela el éxodo seguirá. Tal vez esta sea una de las razones por las que los gobiernos de Colombia, Brasil y México han decidido intervenir puesto que son tres países que enfrentan un gran flujo de migrantes venezolanos. 

Vale recordar que Hugo Chávez llegó al poder en 1998, cuando fue electo presidente. El descrédito de los partidos tradicionales y el lenguaje vigorosamente populista del nuevo mandatario pronto le ganaron el apoyo de amplios grupos de la sociedad de su país. 

Durante su mandato cambió la Constitución para eternizarse en la presidencia y acumular más poder en su persona. Más allá de su país, Chávez contemplaba una revolución bolivariana, el sueño de una América Latina unida, bajo su ala, por supuesto. El petróleo le permitió construir un imperio estatista, pero la corrupción, el dispendio y la falta de planeación dejaron su marca: un país empobrecido. 

Chávez murió el 8 de marzo de 2013 a los 58 años siendo todavía un personaje relativamente popular, pero en los años del gobierno de Nicolás Maduro esa popularidad naufragó en una crisis de hiperinflación, desempleo y pobreza. Esta es la herencia de la revolución bolivariana. 

Personalmente, no creo que el fracaso del chavismo o la revolución cubana sea porque son de izquierda o socialistas. Recordemos las feroces dictaduras militares del subcontinente antes de firmar el epitafio de las izquierdas latinoamericanas. Cualquier expresión política sin contrapesos deriva hacia el autoritarismo y más si todo lo que tiene que ofrecer es demagogia y promesas sin sustento. 

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