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Juárez: el legado en peligro
“Libre, y para mí sagrado, es el derecho de pensar.
La educación es fundamental para la felicidad social;
es el principio en el que descansan la libertad
y el engrandecimiento de los pueblos”.
Benito Juárez García
Dejé de pensar en Benito Juárez García desde la primaria. No sé si mi desatención al benemérito obedezca a la llegada la primavera o al entusiasmo por el puente que debemos a su natalicio, por eso hoy, a casi doscientos veinte años de su nacimiento, reconozco mi error, convencida de que en este momento existen muy pocos personajes de la historia nacional que nos puedan enseñar tanto.
Ubiquémonos en su contexto: oriundo de San Pablo Guelatao e hijo de indios zapotecas, Benito vive una primera infancia tocada por la orfandad y la caridad de sus abuelos paternos y tíos. A los trece años y sin hablar castellano, llega a Oaxaca a buscar fortuna, algo que en nuestros días lo habría colocado en el seguro fracaso de las poblaciones rechazadas y discriminadas por la superposición de la pobreza y su condición indígena.
Contrario al dogma y amante de la razón, a Juárez no le queda de otra que iniciar sus estudios en un Seminario. Ahí, esquiva la teología moral a favor del latín, la filosofía y el bachillerato, requisito escencial para acceder a la carrera de Jurisprudencia, que termina antes de los treinta años. De esta forma y con un movilidad social basada en la educación, entre 1833 y 1841, el niño indígena llega a regidor del Ayuntamiento de Oaxaca, diputado local, juez de lo civil, diputado federal y finalmente, a gobernador de su estado.
Célebre por sus horarios de trabajo -empezaba con el alba-, la defensa de las comunidades indígenas, sus encarcelamientos, el antagonismo con Santa Anna, el exilio en Cuba y los Estados Unidos y la ley Juárez, con la supresión de los tribunales especiales que protegían a militares y religiosos, Benito Juárez alcanza la cumbre del movimiento liberal y la presidencia entre 1858 y 1872, sólo interrumpida por la ocupación Francesa y fallido imperio de Maximiliano de Habsburgo.
Pero, ¿qué nos dejan su historia y su legado? ¿Qué distingue a Juárez y lo hace vigente?
En mi visión, lo más relevante en Juárez es que representa un modelo universal de superación. A la luz de un presente donde se condena a los “aspiracionistas”, esto es muy significativo: o Juárez se adelantó a su tiempo o atravesamos un tremendo retroceso.
Así, a diferencia de lo que sucede hoy, para Juárez la educación fue la llave al mundo de las ideas, una fuerza productora de las preguntas y el debate que sentaron las bases de las Leyes de la Reforma – el matrimonio civil, entre otras-, también la única herramienta capaz de unir, ordenar e institucionalizar una nación fracturada por las diferencias y el odio entre liberales y conservadores, una división que creíamos superada y que hoy se revive para polarizar al país.
Al mismo tiempo que su vecino del norte, el abolicionista Abraham Lincoln, Juárez enfrentó los estragos de una guerra civil, pero a diferencia de sus antecesores y sucesores, comprendió la importancia de los derechos humanos y el valor de las personas. Por eso optó por la reconciliación y la idea de que el respeto al derecho ajeno es la paz.
Es posible que su incursión en la masonería lo haya hecho más ávido de conocimiento que otros políticos de su tiempo. Lo digno de subrayarse es que la vida y la obra del oaxaqueño son espejo de la educación que él puso en alto con la Ley Orgánica de Instrucción Pública (1867), el establecimiento de la primaria obligatoria y gratuita, la creación de la secundaria para el sexo femenino y la fundación, junto con Gabino Barreda, de la Escuela Nacional Preparatoria.
Sé que lo que mencionó es bien sabido, pero frente a las carencias educativas y el descuido que hoy enfrentan los niños en nuestro país -sobre todo después de la pandemia-, es muy necesario revisitar a Juárez. No hay pretexto para no poner la educación por encima de otras cosas, por que no hay más futuro que el conocimiento.
Es claro que no existe la perfección y el Benemérito de las Américas también tuvo errores. La ventaja del paso del tiempo es que nos permite observar con perspectiva y claridad. Ser liberal implica más que afirmarlo y Juárez lo demostró con hechos y principios.
Sería excelente que, además de recordarlo y ocuparlo como símbolo, quiénes gobiernan hoy se inspiren en sus hechos. ¡Viva Juárez!