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Explicación no pedida, acusación manifiesta
Contradecirse es una práctica común del próximo presidente y muchos de sus colaboradores. Recuerdo las palabras de una maestra en preparatoria que siempre nos repetía: “el lenguaje no es inocente”.
Hace unos días, uno de los políticos más cercanos al próximo presidente declaró que en el 2021, tras consultar al pueblo sobre la permanencia del presidente en el cargo, se convocará a crear una nueva Constitución que garantice que el cambio democrático en México sea irreversible.
¿Cómo? Convocarán a un nuevo Congreso Constituyente que garantice una reforma al Poder Legislativo y Judicial. En pocas palabras, buscarán concentrar todo el poder en sus manos haciendo lo que sea necesario para que las instituciones se sometan a la voluntad absoluta del presidente.
Además, advirtió que se requerirán mínimo dos sexenios para lograr la transformación que el país necesita. El temor a un deseo de permanencia indefinida se alimenta y fortalece con este tipo de declaraciones y no sólo eso. Durante la entrevista más reciente en el programa Tercer Grado, el próximo presidente repitió varias frases que no deben ser tomadas a la ligera.
Sabe muy bien que, para lograr lo que se propone, tiene que lidiar contra un recurso limitado y no renovable: el tiempo. “Política es tiempo”, mencionó varias veces. De ahí su justificación para hacer una serie de consultas ilegales y dudosas, pues dice que había que apurarse. ¿Improvisar? ¿Poner cualquier pretexto para imponer su voluntad? Antes de llegar ya deja ver su tendencia autoritaria.
Vayamos más allá. Para defender lo que ha hecho y pretende hacer, el próximo presidente dijo estas frases: “Una fundación incapaz de alterar el resultado” (sobre las dos primeras consultas tan cuestionadas por su diseño, método, implementación y conteo), “no se van a alterar los resultados, no va a haber fraude”, “no tengo problema de conciencia”, “no estamos construyendo una dictadura”, “no es una simulación, es una reafirmación”, “no tenemos nada que ocultar”, “no voy a limitar la libertad de expresión”, “la verdadera doctrina de los conservadores es la hipocresía”, “nunca voy a dar la orden de que el ejército reprima al pueblo de México (no tendría por qué hacerlo)”, “no soy cacique, no soy dictador, soy demócrata”, “no quiero simular”.
¿Cuál es el común denominador de todas estas frases? Prácticamente todas empiezan con un “no”. Si fuera tan honesto como predica, ¿por qué dedicar tanto tiempo para desmentirse repitiendo no y nunca con tanta frecuencia? Él mismo siembra la duda, genera desconfianza, evade, confunde. Lleva la conversación a donde quiere sin llegar a ningún lado. En pocas palabras, si el lenguaje no es inocente, vaya que resulta muy preocupante: explicación no pedida, acusación manifiesta.
Twitter: @armando_regil