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Opinión

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El segundo piso de la 4T: la propuesta científica de Sheinbaum

Desde que Andrés Manuel López Obrador asumió la presidencia de México, su administración ha sido testigo de políticas sociales ambiciosas y una gestión financiera polémica, caracterizada por una austeridad que afecta áreas desde el metro hasta la infraestructura hidráulica, con un gasto considerable en proyectos emblemáticos y de cuestionable rentabilidad como el Tren Maya y la Refinería Dos Bocas. El eje central de su gobierno ha sido una estrategia de comunicación política compleja que, para bien o para mal, hace suya el electorado y distingue su proyecto de sus adversarios. Estas características definen en gran medida el núcleo de la Cuarta Transformación. Sin embargo, el gobierno de López Obrador también ha enfrentado cuestionamientos sobre la eficacia y sostenibilidad de su administración.

La “Cuarta Transformación” impulsada por López Obrador se ha centrado en abordar desigualdades históricas y en reformar el sistema político y económico del país con un enfoque claramente social. Entre sus logros más destacados se encuentran la implementación de programas de bienestar social que han beneficiado a millones de personas, la reducción de los salarios de los altos funcionarios públicos como parte de su política de austeridad republicana y hasta hace poco, una estabilidad macroeconómica que ha refrendado la confianza en el gobierno por parte del sector empresarial.

No obstante, estos avances han sido contrarrestados por desafíos significativos. La inseguridad ha seguido siendo un problema crítico, con tasas de homicidios que, aunque han mostrado algunas señales de mejora, aún son alarmantemente altas. Además, la gestión en sectores clave como la salud ha sido objeto de controversia debido a la falta de insumos médicos, algo que se hizo particularmente evidente durante la pandemia de COVID-19. En el ámbito educativo, las deficiencias en la infraestructura y la falta de recursos han afectado negativamente a la calidad de la educación pública.

Con la conclusión del mandato de López Obrador y el ascenso de Claudia Sheinbaum, se vislumbra un cambio en la orientación del gobierno hacia un perfil más técnico, con un énfasis en la aplicación de metodologías científicas y datos empíricos para la toma de decisiones. Sheinbaum, quien posee una sólida formación académica y científica, ha sido vista como una líder que podría aportar un enfoque basado en la evidencia, no por ello, quizá también influenciado por consideraciones ideológicas, ¿qué pesará más?

El término “tecnocracia” se refiere literalmente al "gobierno de la técnica", lo que implica la aplicación de metodologías y conocimientos especializados en la gestión pública. Este concepto, que encuentra sus raíces en la Ilustración y la Revolución Industrial, ha evolucionado para describir una tendencia hacia la administración política basada en la experticia técnica y el conocimiento especializado.

En un sentido más amplio, la tecnocracia también se ha asociado con una forma de gobierno que privilegia la eficacia y la eficiencia en la gestión de la sociedad, a menudo a expensas de consideraciones sociales más amplias. Históricamente, la tecnocracia ha sido criticada por su tendencia a desconectarse de la realidad social y a centrarse en el desarrollo cuantificable y tangible, dejando de lado variables no mensurables que también son fundamentales para el bienestar humano. Joseph Stiglitz, Nobel de Economía, relató en su libro Globalization and its Discontents el caso de la crisis del sureste asiático de 1997, cuando ante una fuerte crisis financiera, el Fondo

Monetario Internacional (FMI) recomendó medidas de austeridad fiscal, entre ellas, recortes en presupuestos de educación e infraestructura. Los tecnócratas asiáticos, ansiosos por cumplir con los lineamientos del FMI, hicieron caso. El resultado fue una revuelta social. Las recomendaciones del FMI se veían atractivas en una hoja de cálculo, pero fueron desastrosas en las calles de Asia. Otro ejemplo notable fue el grupo de economistas conocidos como los “Chicago Boys”, quienes, influenciados por la escuela de pensamiento de la Universidad de Chicago, implementaron reformas económicas radicales durante la dictadura de Augusto Pinochet en Chile. Estas políticas, aunque lograron estabilizar la economía chilena, fueron ampliamente criticadas por ignorar las consecuencias sociales y políticas de sus medidas, lo que resultó en una profunda desigualdad y descontento social.

¿Cómo sería una tecnocracia con conciencia social? El ejemplo obvio es la Fundación Gates que busca financiar, diseñar e implementar proyectos con tecnología para solucionar problemas sociales concretos. Actualmente trabaja en conjunto con gobiernos nacionales y locales de países en vías de desarrollo para impulsar proyectos que cambien el estado de las cosas en materia de salud, economías locales, desarrollo agrícola, sistemas hidráulicos y liderazgos femeninos.

Por eso, hay que reconocer que la técnica de Claudia Sheinbaum es diferente. Se avizora como una integración de la ciencia y la tecnología en la toma de decisiones, con fuertes objetivos de efectividad social. En contraste con la tecnocracia neoliberal de décadas pasadas, que se centraba en la maximización de la eficiencia económica a menudo a expensas del bienestar social, el enfoque de Sheinbaum parece estar más alineado con los principios de lo que Morena ha denominado como el humanismo mexicano, una perspectiva que prioriza el bienestar de las personas y la justicia social. Esta orientación podría representar una nueva forma de tecnocracia que se esfuerce por equilibrar la eficiencia técnica con la equidad social.

Sheinbaum ha esbozado una serie de propuestas que reflejan esta visión. Por ejemplo, su estrategia para apoyar a los pequeños productores agrícolas no solo busca aumentar la productividad mediante la tecnificación del riego y el acceso a mercados globales, sino que también promueve la agroecología y la sostenibilidad ambiental. Estas políticas demuestran un enfoque integral que combina conocimientos técnicos con un compromiso con la justicia social y el desarrollo sostenible. En este marco, se destaca la importancia de apoyar a las Mipymes para que mejoren su capacidad de competir y multipliquen su base de consumidores potenciales. Para ello, se proponen programas de capacitación, asesoría, inclusión en comercio electrónico y financiamiento a tasas bajas mediante la banca de desarrollo, con el objetivo de crear un comercio exterior más democrático e inclusivo.

En el ámbito energético, Sheinbaum ha propuesto una ambiciosa transición hacia energías renovables, con el objetivo de hacer de México un líder mundial en la lucha contra el cambio climático. Esta visión está respaldada por su experiencia en la gestión de políticas ambientales y su participación en el Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático de las Naciones Unidas.

Además, Sheinbaum ha destacado la importancia de la innovación y el desarrollo tecnológico como motores de progreso social y económico. Su propuesta incluye la creación de programas de apoyo a la transferencia tecnológica y el fomento de la vinculación entre la academia y la industria, con el objetivo de impulsar el desarrollo de tecnologías nacionales y reducir la dependencia tecnológica del exterior. Aboga por aumentar el presupuesto destinado a la ciencia, apoyar la investigación interdisciplinaria y fomentar la creación de empresas tecnológicas. Además, se proyecta la elaboración de mapas de ruta en temas estratégicos como salud, energía, manejo de residuos y tecnología agropecuaria para los próximos años, con el fin de garantizar la independencia y la seguridad nacional en materia tecnológica.

A pesar de las promesas y el potencial de un gobierno técnico y social, existen desafíos significativos que deben ser abordados. La implementación de las políticas requiere una infraestructura sólida, un marco institucional que permita la participación de múltiples actores, incluidos los sectores público y privado, la academia y la sociedad civil, y por supuesto, un financiamiento sostenible. No obstante, la próxima administración podría ofrecer una oportunidad nueva para avanzar hacia un modelo de gobernanza que combine la ciencia y la tecnología con un compromiso genuino con el bienestar social. Si lo logra, podría establecer un nuevo estándar para la gobernanza en México y servir como modelo para otros países que buscan equilibrar la eficiencia técnica con la equidad social.

*La autora es Directora de Inteligencia Más y maestra en Gobierno y Políticas Públicas en la Universidad Panamericana.

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