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Opinión

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El efecto de las grandes empresas sobre los oligopolios

Por desgracia, en Estados Unidos y en México, al igual que en muchas economías avanzadas, el capitalismo no se caracteriza por la competencia y el impulso emprendedor, según nos señalan Jonathan Tepper y Denise Hearn, en El mito del capitalismo, los monopolios y la muerte de la competencia, Rocaeditorial, Barcelona, 2020). De hecho, en muchas industrias, hay muy pocos actores importantes. Aunque los estadounidenses tienen la ilusión de elegir (decía Milton Friedman en el clásico La libertad de elegir, en 1976), no son libres para hacerlo. 

Muchas grandes empresas se han apoderado de sus reguladores, y la regulación existe en gran medida para impedir la entrada de nuevos participantes. Por ejemplo, empleados de alto nivel de Comcast se pasaron en masa al regulador norteamericano, y a continuación dejaron el gobierno para regresar a Comcast. Comcast tenía setenta y ocho antiguos empleados gubernamentales como lobistas. Pese a las muchas preocupaciones antitrust, no es de extrañar que la operación de compra de NBCUniversal se llevara a cabo. Aún más repugnante fue que Comcast contratara de inmediato a Meredith Attwell Baker, una comisionada clave de la Federal Communications Commission que había aprobado la autorización. 

En los mercados no todo es blanco o negro, y casi nunca son totalmente monopolistas o absolutamente competitivos. Igual que los malos de las películas rara vez son sólo malvados (los grandes directores saben que el malo da mucho más miedo si sólo tiene un poco de maldad), es muy poco frecuente encontrar una empresa que sea un monopolio y posea el cien por ciento de una cuota de mercado. Sería tan descarado que desataría la cólera de los reguladores. 

En términos generales, no tenemos un problema con los monopolios, sino con los oligopolios. Los estadounidenses han sido adiestrados para temer a los monopolios nacionales, pero le han dado demasiada poca importancia a los oligopolios o duopolios. Muchos sectores son duopolios que controlan todo el mercado o con tres o cuatro competidores relevantes. Muy pocos son monopolios de arriba abajo, por lo que, como ha señalado el profesor Tim Wu, cuando leemos los titulares sobre el problema monopolista en Estados Unidos y en México, la prensa hace sonar la alarma erróneamente. Sabemos cómo luchar contra los monopolios, pero cuando se trata de duopolios u oligopolios, los reguladores se confunden. 

No encontramos la palabra duopolio ni oligopolio en La gran riqueza de las naciones, de Adam Smith, ni ninguna de las leyes antitrust, como la Clayton Act o la Ley Sherman de 1890. La palabra oligopolio no surgió hasta la década de 1930 gracias a Edward Chamberlain, economista de Harvard. El nombre significa pocos vendedores. Tiene el mismo origen que oligarca. Los oligopolistas actuales son los antiguos oligarcas. 

Los oligopolios suelen actuar como monopolios, señalan nuestros autores. Aunque la connivencia y los cárteles entre diferentes actores son ilegales, las complicidades tácitas son normales y racionales. En el libro Capital Returns se señala: Una industria básica con pocos participantes, gestión racional, barreras para entrar, falta de barreras para salir y entrar y reglas no complejas de implicación es el escenario ideal para las empresas que se involucran en una conducta cooperativa… y por esa razón hay que encontrar retornos sustanciosos de la inversión en industrias que están evolucionando hacia ese estado.  

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