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Opinión

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Deportes,? economía y política

Antes de una competencia, los deportistas se preparan para demostrar que son los mejores. Los elegidos mediante una votación no necesariamente lo son.

En las competencias deportivas, varias personas o grupos desean obtener lo mismo: un premio, una medalla de oro, el primer lugar, el menor tiempo, la distancia mayor, la altura más grande, el peso mayor, etcétera. Se lucha por la preeminencia, la superioridad o la supremacía. Superar una marca puede ser una meta válida. Ganar es una pretensión de (casi) todos los participantes en un torneo.

Los rivales deben observar ciertas reglas. En algunos casos, los resultados están en función de medidas objetivas (por ejemplo goles, aciertos, distancia o tiempo); en otros, los jueces califican la actuación de los participantes y así se mide el desempeño. En las justas deportivas hay vencedores y perdedores. Los combates tienen un principio y un fin. Los espectadores ven, gritan, aplauden, sufren, se alegran, pero no juegan.

Las compañías compiten todos los días. Las empresas rivalizan en un mercado, ofreciendo un mismo producto o servicio. Los compradores comparan algunos atributos de éstos. Y con nueva información, los participantes en un mercado pueden cambiar de parecer.

En una elección, las personas también contienden con base en ciertas normas. Disputan un puesto en una nación, un estado, un municipio, un distrito. Ofrecen programas, idearios, proyectos, buenas intenciones, sueños, fantasías, felicidad y cambios. Hacen proselitismo y propaganda. Critican, negocian y debaten. Se promueven. Las palabras son un medio indispensable para persuadir.

En el primer caso, las palabras (declaraciones, bravatas) no importan. La aptitud (la pericia) es fundamental para triunfar. La arrogancia sirve de poco. Antes de una competencia, los deportistas se preparan para, en el momento de la verdad, demostrar que son los mejores. Pero pueden fallar, son humanos.

En el segundo caso, las palabras valen un poco más. Por ejemplo, la publicidad quiere convencer a los consumidores potenciales de las bondades de un producto. Pero esto debe verificarse en los hechos: el producto funciona bien, es confiable, resistente, eficiente, etcétera. Lo anunciado debe constatarse cada día. Por eso, antes de presentar un producto al público se hacen pruebas, estudios acerca de la demanda, etcétera. Las participaciones de las empresas en un mercado equivalen a las tablas de posiciones. La rentabilidad de aquéllas es un indicador de éxito. Si no existe un monopolio, las empresas deben tener la capacidad para competir: ser competitivas. Las poco aptas tenderán a desaparecer. Los errores pueden ser costosos. En última instancia, los consumidores, con información incompleta, decidirán según su conveniencia.

En el tercer caso, quienes aspiran a un puesto de elección popular usan las palabras para conseguir la confianza, la devoción y, sobre todo, el voto de los ciudadanos. Pero, en rigor, los candidatos no dan su palabra. Lo que dicen en sus campañas no les obliga.

Tampoco es necesario asegurar la certeza de lo que expresan, dar evidencias de que será verdad lo que afirman ( Inversión productiva en todos los municipios ). Cuando un candidato habla, parecen irrelevantes las limitaciones en los recursos económicos, la capacidad administrativa, el tiempo disponible y la habilidad política de los gobernantes. Los elegidos no necesariamente son los mejores, los más aptos. Son los que, cada tres o seis años, logran la mayoría de los sufragios.

pakonunez@gmail.com?

Twitter: @ITESOee

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