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A darnos el avión
Una de las estrategias que mayor propensión implica hacia un seguro fracaso financiero, es el engrosamiento de las funciones no esenciales de un estado, y concretamente la obesidad en la actividad empresarial del mismo mediante la administración y operación de empresas que operan con números rojos. Esta es una historia ya vista; a lo largo del siglo XX el estado mexicano incrementó de manera paulatina su propiedad sobre un número de empresas que, de forma inverosímil, alcanzó un histórico máximo de cerca de 1,200 en los tiempos del presidente José López Portillo. Las razones para la adquisición y consecuente administración de ese amplísimo catálogo empresarial, no obedecieron a una justificación racional y la mayoría de los casos involucraban razones de estado para el mantenimiento y satisfacción de carteras electorales que grupos sindicales o gremiales detentaban en tales tiempos.
Pero, a pesar de lo pernicioso que esta irracionalidad significó para la economía en conjunto, México está dando ese peligroso salto al pasado al adquirir Mexicana de Aviación, empresa que desde 2010 vio despegar su último vuelo y que desde 2014 fue judicialmente declarada en quiebra. A partir de la formal adquisición de la marca y activos de la empresa, el estado mexicano no sólo desembolsará desde el presupuesto público 817 millones de pesos, sino que se habrá colocado un grillete que implica el levantar con recursos a dicha empresa hasta hacerla viable en su operación. Lo anterior, por igual implica agenciarse los problemas jurídicos que la compañía viene arrastrando, los cuales llegaron a representar cerca de 9,000 millones de pesos en juicios y reclamos mayormente electorales.
Pero a diferencia de aquellos tempranos 80’s, en la actualidad la clientela a satisfacer son los militares quienes, a pasos de gigante, se han convertido en los mayores beneficiarios de una política de estado que apela a la creación de bienestar hacia los más desfavorecidos pero que, con seguridad está cavando un foso de donde difícilmente se puede escapar.
En medio de un complicado escenario económico, se pensaría improbable darse un tiro en el pie al adquirir mayores obligaciones. Al igual, resulta absurdo el argumento de hacer rentable la naciente aerolínea, al destinar sus vuelos hacia las rutas que las actuales empresas de aviación no cubren; si no se cubren es porque de origen éstas no son rentables ni demandadas por el público usuario. Además, el vórtice negativo que deja la pérdida de categoría 1 en la seguridad aérea de México, ha dañado fuertemente a todo el sector de aeronáutica como para pensar en mercados boyantes. Si no se apela a una razón económica, estamos ante la satisfacción de mayores demandas de una milicia con graves distorsiones en su función originaria, hacia un estado que sangra profusamente en lo económico y que a su embelesado pueblo, opta solamente por darle el avión. ¡A volar compañeros!
Twitter: @gdeloya