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Los lastres de la política
Quienes nos dedicamos a la apasionante tarea de darle seguimiento al acontecer económico de nuestro país no podemos dejar de ver el 2011 con una mezcla de sentimientos encontrados.
Quienes nos dedicamos a la apasionante tarea de darle seguimiento al acontecer económico de nuestro país no podemos dejar de ver el 2011 con una mezcla de sentimientos encontrados.
El inicio de cada año se presta para hacer planes, fijar metas y renovar el optimismo para los meses venideros.
En materia económica, por supuesto quisiéramos que el país registrara un crecimiento económico fuerte y que se generaran más y mejores empleos.
Desafortunadamente, al echar una mirada al calendario electoral para este 2011, el optimismo da paso a otros sentimientos: frustración, coraje, impotencia, entre otros. Y es que la experiencia de los últimos años ha sido que la clase política de nuestro país se ha preocupado más por la forma de ostentar el poder, por denostar a los adversarios y por la asignación de posiciones que por atender las necesidades del país.
La desilusión es generalizada, hace unos días leía unas declaraciones del Presidente del Consejo Coordinador Empresarial quien, me parece, resume el sentimiento de muchos mexicanos: Los mexicanos vemos con gran frustración que en este año (2010) las autoridades no fueron capaces, una vez más, de poner sobre sus intereses políticos el bienestar del país y la seguridad de los mexicanos .
En este año no se ve que las cosas puedan ser diferentes, la agenda político-electoral es densa y seguramente no dejará espacio para avanzar en los temas verdaderamente prioritarios para el país, como los son las reformas estructurales.
Los procesos electorales arrancan en este mes toda vez que a finales (el día 30 para ser más precisos) se realizarán elecciones para Gobernador en Guerrero, en Baja California Sur el 6 de febrero, en Nayarit, Estado de México y Coahuila el 3 de julio y en Michoacán el 13 de noviembre.
A estas elecciones hay que añadir los nuevos gobernadores que fueron electos en el 2010 pero toman posesión del cargo en el 2011: Tlaxcala, Puebla, Hidalgo y Quintana Roo.
De esta forma en el 2011 el país tendrá nueve gobernadores que inician mandato (en el caso de Michoacán, el Gobernador electo en noviembre tomará posesión hasta el 2012). Pero la agenda política va más allá de las elecciones para Gobernador.
En este mismo mes, el PRI inicia el proceso de renovación de su dirigencia, misma que comenzará actividades el 4 de marzo con el objetivo primordial de preparar la contienda federal del 2012. En el PRD también habrá cambio de dirigencia en marzo, cuando en el marco de la reunión de su Consejo Nacional se designará a la persona que tratará primero de unificar a las diferentes corrientes que forman ese partido.
La segunda parte del año será igualmente intensa, en octubre arranca propiamente el proceso electoral federal y en diciembre las precampañas presidenciales.
Entendiendo que todos estos procesos son naturales en una democracia, las preguntas que nos podemos hacer son: ¿existirá margen para presentar, discutir y aprobar las reformas estructurales que el país necesita? ¿Se habrán dado cuenta nuestros políticos que México se ha quedado rezagado frente a otros países que sí han instrumentado un cambio económico profundo como China, Brasil e India?
La experiencia me hace pensar que no se avanzará en las reformas pendientes: la fiscal, educativa, energética, laboral, en fin, en las reformas que podrían promover mayores niveles de productividad, mejorar la competitividad perdida a lo largo de los últimos años y romper las rigideces que limitan la inversión y la generación de empleos. Parafraseando a Winston Churchill, nuestros políticos parecen estar más preocupados por las próximas elecciones que en las próximas generaciones, lo que significa que tendríamos que esperar dos años para avanzar en las reformas pendientes que, por cierto, no tienen un efecto inmediato sobre el desempeño de la economía. Ojala me equivoque.
*Manuel Guzmán M. es economista en Jefe de Ixe Grupo Financiero. Su opinión no representa necesariamente la posición de la institución.