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Michán y Rosalía superan sus expectativas

Orgulloso está Alberto Michán por lograr su sueño, aunque quizá no fue como él lo imaginó. Soñaba el jinete con llegar a los Juegos Olímpicos, disputar una final, acceder a la segunda ronda.

Londres. Orgulloso está Alberto Michán por lograr su sueño, aunque quizá no fue como él lo imaginó. Soñaba el jinete con llegar a los Juegos Olímpicos, disputar una final, acceder a la segunda ronda. Había apostado desde hace mucho porque en éstos, sus segundos Juegos Olímpicos, tendría la oportunidad de concretar este deseo.

Pero Michán no estuvo siquiera cerca de acertar el resultado que iba a conseguir en Londres. No. Cuando el jinete mexicano, que participó en la final de salto individual ayer, montó a su yegua Rosalía, como casi siempre, peinó su cabello, le dio un par de palmaditas, se perfiló junto con ella a la aventura, no imaginaba que ambos estaban listos para hacer una actuación perfecta y superar contra todos los pronósticos, incluso los de él mismo: el lugar 35.

Lejos, muy lejos quedó Michán. Ayer, el mexicano logró la mejor actuación para nuestro país desde Moscú 1980, cuando se consiguieron dos bronces, en salto por equipos y en la prueba de tres días. Salto a salto, con pequeños errores que le valieron penalizaciones en su puntuación, Alberto recordaba aquellas tardes en las que cuando niño, le gustaba cabalgar.

Recuerda, con una memoria casi perfecta, que fue Burbuja, una yegua, el primer regalo importante que recibió en su vida. Y ahí está, el ahora licenciado en Administración y encargado de una empresa de textiles en Monterrey, disfrutando un quinto puesto en la justa olímpica.

Valió la pena haber dejado temporalmente su trabajo. Valió ya a sus 33 años todo el esfuerzo y el tiempo dedicado a este hobbie que desde niño tuve. Iba a la escuela y regresaba a montar, ahora trabajo y regreso a montar .

Es por ese amor a su deporte que en los pasados Juegos Centroamericanos de Mayagüez se colgó dos bronces, en saltos y en individual y la plata en overall, además del bronce por equipos en los Juegos Panamericanos de Guadalajara 2011.

Por eso ayer, en Londres, Alberto, como aquellas veces en las que era niño, supo que al montar a su yegua y enfilarse en su camino tenía el poder que pocos tienen: elevarse por los aires en un caballo y aprender a volar.

cristina.sanchez@eleconomista.mx

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