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La posibilidad de donar un órgano es una charla necesaria en las familias

A pesar de la importancia de estos procedimientos, la donación de órganos en México es baja en comparación con otros países. La tasa actual es de 25 trasplantes por millón de habitantes, lejos de los más de 100 por millón en países como España o Estados Unidos.

Foto: Shutterstock

El trasplante de órganos es una alternativa vital para miles de personas en México cuya vida está en peligro debido a fallas orgánicas. Sin embargo, la oferta de órganos sigue siendo insuficiente ante la creciente demanda. Según el Centro Nacional de Trasplantes (Cenatra), más de 200,000 personas con enfermedad renal crónica podrían ser candidatas a un trasplante de riñón, pero anualmente sólo se realizan alrededor de 3,000, apenas el 18.4% de las necesidades.

El trasplante de riñón es el más común, en gran parte porque puede provenir de donantes vivos. También hay una alta demanda de córneas, con 6,000 personas en lista de espera cada año, de las cuales solo 58.3% logra recibir el tejido. En total, en México se realizan aproximadamente 7,000 trasplantes anuales, de los cuales el 85% se efectúan en el sector público.

A pesar de la importancia de estos procedimientos, la donación de órganos en México es baja en comparación con otros países. La tasa actual es de 25 trasplantes por millón de habitantes, lejos de los más de 100 por millón en países como España o Estados Unidos. Particularmente alarmante es el caso de los trasplantes de hígado, pues México registra una de las tasas más bajas a nivel mundial, con sólo 297 procedimientos en 2023. La insuficiencia de órganos disponibles subraya la necesidad urgente de fortalecer la cultura de la donación y mejorar la infraestructura médica para salvar más vidas.

El panorama es mejor pero no suficiente

Este 27 de febrero conmemoramos el Día Mundial del Trasplante de Órganos y Tejidos, por lo que el Dr. Luis Alfredo Navarro Vargas, médico especialista en cirugía general del Centro Médico ABC y especialista en Cirugía de Trasplantes, explica a El Economista que el panorama actual de trasplantes es mucho mejor que el de hace unos 15 años, pues tenemos unos diez años que se aplicaron políticas públicas de difusión acerca de quién podría llegar a ser un adecuado donador una vez perdiendo la vida, pero después se dejaron caer, probablemente por pandemia.

Básicamente se trata de hacer pláticas informativas en las salas de espera de hospitales públicos, “porque en el momento en que tenemos un familiar o un paciente que podría llegar a generar muerte encefálica, que es el diagnóstico definitivo con el cual podemos empezar a considerar un potencial donante de órganos, es importante que los familiares sepan cuáles son las condiciones”.

Dice que muchas veces creemos que por ser mayores de 60 años, por ejemplo, no podemos ser donadores, pero eso es falso, creemos que la hipertensión o diabetes también nos descarta, pero eso también es falso, la realidad es que el trabajo de determinar quién pudiera llegar a ser un buen donante una vez perdiendo la vida, es un trabajo clínico que hacen las coordinaciones de donación, y así se hace en todo el mundo.

Conforme a la estadística actual, de los pacientes que fallecen con muerte encefálica un 60% no progresa a donación, de ahí no sabemos cuántos no eran adecuados y cuántos simplemente no se dio la aceptación a través de familiares o ni siquiera se puso sobre la mesa el tema por parte de la institución de salud. La duda de cuántos potenciales donadores se pierden en el camino está latente y no tenemos una cifra.

Platicar con la familia es fundamental

El especialista asegura que la difusión en la población es el mejor parteaguas, “porque si yo como una persona que me considero sana no tengo en mi cabeza que puedo ser un donante una vez perdiendo la vida, nunca lo voy a platicar con mi familia y ante una noticia así, mi familia pudiera reaccionar contrario a mis deseos, platicar en familia es fundamental”, pues en México la legislación actual no nos hace donantes obligatorios, solo somos potenciales y decide la familia.

Esto es un reto. En México el sistema de salud público y privado es muy diferenciado, en la iniciativa privada existen espacios separados para comunicar a la familia sobre la salud de sus pacientes, pero en los hospitales públicos no existen salas de informes como tal, sin embargo, algunos de los hospitales generadores de órganos han logrado una oficina especial de coordinación, que es donde se trae a la familia par hablarles acerca de la donación, una vez que terapia intensiva da el diagnóstico de muerte encefálica.

Lo primero entonces, si pudiéramos ponerlo como una secuencia de eventos, es que el personal médico calificado declare un diagnóstico de muerte, se notifica a la familia con pruebas diagnósticas como electroencefalogramas o angiotomografias de cerebro que demuestran que el paciente ya no tiene flujo cerebral, es decir, actividad eléctrica, y por eso sobreviene un diagnóstico de muerte encefálica, esto es irreversible y no es lo mismo que un coma.

“Poniéndonos todos en los zapatos de una familia que está pasando por el dolor de que un familiar esté luchando entre la vida y la muerte, si se recibe un trato no óptimo, ya sea por saturación de los servicios, por vías de comunicación complejas, por falta de capacitación, seguramente el resultado ante la solicitud de la donación será una negativa, por eso todo el personal debe estar sensibilizado y tratar el tema con la mayor seriedad y humanidad posible”.

¿Por qué nuestros órganos siguen funcionando a pesar del cerebro?

Esta es una duda frecuente entre las familias, pues no estamos familiarizadas con los términos de muerte encefálica y al ver que nuestro paciente pareciera solo dormido, esperamos un milagro y que despierte. Pero el especialista nos invita a conocer sobre los estados avanzados de pérdida de consciencia, que son los estados vegetativos permanentes (personas que duran mucho tiempo en hospitales o en casa con cuidados), pero que el cerebro funciona, aunque no sea capaz de comunicarse con el cuerpo o con el exterior. En la muerte encefálica eso ya no es así.

Pensemos en el cerebro como el regulador de nuestras funciones, no como el generador, nuestro cerebro se encarga de que tengamos pensamientos, que podamos mover nuestras extremidades y que tengamos razonamiento; pero nuestros órganos en general (corazón, páncreas, hígado, pulmones) tienen automatismo, es decir, no necesitan directamente del cerebro para hacer muchas de las funciones básicas que ellos realizan. Mientras les llegue oxígeno, los órganos seguirán haciendo sus funciones hasta cierto punto.

Cuando nuestro cerebro deja de funcionar, también hay una cascada de hormonas que se liberan en respuesta a esta muerte del cerebro que causan en los pacientes arritmias y cosas que alteran el metabolismo normal del cuerpo, por eso cuando hay un diagnóstico de muerte encefálica, es importante dar apoyo a esos órganos. “Ya no les damos medicamentos que suban excesivamente la presión, para evitar sufrimiento por falta de oxígeno, se regula el sodio en sangre y otras acciones para mantener a los órganos en buen estado”.

En conclusión, nuestro cerebro sí regula muchas funciones, pero nuestros órganos son capaces de actuar solos durante un tiempo una vez que el cerebro ya perdió el control. Técnicamente se tienen entre 24 y 48 horas, dependiendo de la edad y condición del donante, para poder trasladar el órgano al receptor.

Por último, recordó que todos podemos donar pulmón, corazón, páncreas, hígado, riñones, intestino; y tejido como: córnea, piel, hueso, tendones y válvulas del corazón. Todo esto como donantes fallecidos, incluso hablamos de infantes y personas en edades avanzadas. Además, todo hospital que tenga una terapia intensiva podría ser hospital generador de órganos, pero esto no es suficiente, Cofepris exige una certificación y autorización para la oferta de órganos por lo que hay una licencia tanto para dar como para recibir, la cual debe estar vigente

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Periodista de ciencia en la sección Arte, Ideas y Gente de El Economista. Cuenta con maestría en periodismo sobre Políticas Públicas por el CIDE y es licenciada en Ciencias de la Comunicación por la UVM.

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