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Xcaret celebra el renacer
Más de 700 representantes de 39 comunidades de la zona maya de Quintana Roo participaron en el festejo del Día de Muertos.
Solidaridad, Qroo. En la región del fin del mundo, los supuestos vaticinadores de la hecatombe del próximo 21 de diciembre, los antiguos mayas, festejaron la vida y el comienzo de una nueva era en el marco del tradicional Día de Muertos, en el parque Xcaret.
Fue la séptima edición del Festival Tradiciones de Vida y Muerte, llevada a cabo del 30 de octubre al 2 de noviembre con la participación de alrededor de 700 artistas de distintas disciplinas que, mediante la danza, la música, el teatro y hasta la plástica, ofrecieron a los más de 20,000 visitantes que se dieron cita su particular interpretación de lo que significaba morir para los mayas del mundo prehispánico.
Asimismo, casi 40 comunidades de la zona maya de Quintana Roo se hicieron presentes a través de una muestra de lo que son sus altares, artesanías, rituales y, sobre todo, gastronomía en esta época del año.
Un esfuerzo que valió aproximadamente 10 millones de pesos, pero que sirve -esperan sus organizadores- para mantener con vida el Día de Muertos (considerado por la UNESCO, Patrimonio Inmaterial de la Humanidad), no sólo en la Península, sino en el resto del país.
VIAJE AL XIBALBÁ
Cada tarde, en punto de las 4 de la tarde, una densa nube de humo con aroma a copal se apoderaba de Xcaret y lo transformaba en una sucursal del Xibalbá, la morada de los muertos para los mayas, a la que, con una suerte de permiso especial, fueron invitados los vivos durante los cuatro días que duró el festival.
Había flores de cempasúchil por todos lados, lo mismo que gente con el rostro pintado de calavera, altares y ofrendas. Realmente ninguna reminiscencia de la toda la parafernalia del Halloween.
Los niños aprendían divirtiéndose en las inmediaciones de la hacienda henequenera donde se impartían breves talleres de música y pintura precolombina, escritura maya, maquillaje, elaboración de dulces y pequeñas artesanías, entre muchas otros.
Mientras que familias completas disfrutaban del ingenio mexicano plasmado en cada una de las tumbas del panteón, tomaban fotografías a los altares expuestos y saboreaban la muestra gastronómica de las comunidades autóctonas con platillos como el mucbipollo, elaborado únicamente en estas fechas.
En otras zonas del parque, se narraban y teatralizaban diversas leyendas de la tradición oral maya como la Leyenda del árbol de las chichis o las hazañas de los hermanos gemelos Hunahpú e Ixbalanqué quienes, como se lee en el Popol Vuh, logran vencer a los mismísimos señores de la muerte y escapar del Xibalbá.
Al caer la noche, cosa que ocurre muy temprano en esta región con el cambio de horario, paradójicamente el parque se llenaba de luz, con la tambaleante flama de cientos de veladoras y antorchas que, según la tradición, iluminan el camino de las almas.
Este nuevo e íntimo ambiente daba paso al cumplimiento cabal de un ambicioso programa cultural que ocupó cada rincón disponible de este paraíso maya.
EL ARTE DE LOS VIVOS
El concepto de vida y muerte en el mundo maya, en clara relación con el fin de la era del Jaguar y el inicio de la del Mono, según su calendario, fue el tema central de las actividades de este festival.
Alrededor de ello, se montaron espectáculos como el de Forest of Kings, de la compañía Dzul Dance de Nueva York, que a través de danza contemporánea, aérea y acrobacia, interpretaba el rito de la transformación y la conexión con la naturaleza, que debía pasar un joven para obtener un alto puesto en la jerarquía maya.
Asimismo, tuvieron lugar diversas puestas en escena como Epitafios cómicos de la compañía de teatro de calle Aziz Gual, que a través de la gracia del clown invitaba a la reflexión sobre la fragilidad de la vida y la posibilidad de morir de una forma más cómoda; o la popular historia de Bruno Traven, Macario , que narra las desventuras de un hombre pobre que recibe un gran don tras convertirse en amigo de la muerte.
Para los menores, La Trouppe ofreció Trupus Calacus, un espectáculo de teatro negro, donde unos divertidos payasos viajan al inframundo para reencontrarse con sus muertos; así como el show de guiñol Cuando canta un alebrije, que narra el sueño que inspiró a Pedro Linares para crear a estos coloridos y amorfos personajes.
Por el lado musical, Gabriela Ortiz presentó Altar de muertos , una obra musical de su inspiración interpretada por el cuarteto de cuerdas de Xcaret, KaZijil, cuyo nombre significa renacer. Mientras que la cantante Jaramar amenizó las noches del 30 y 31 de octubre con un poco de jazz, en el recital Cantos al día y la noche. El plato fuerte fueron las presentaciones de Lila Downs el 1 y 2 de noviembre en el Gran Foro Tlachco, con capacidad para 6,000 asistentes.
Acabando el espectáculo, un viento frío sopla y deshace la nube de copal, apaga las veladoras y se lleva de regreso a los muertos al inframundo, de donde habrán de volver el año que entra; mientras que los vivos se encuentran a la salida con un certificado que extiende el parque Xcaret, garantizando una prima de 1 millón de dólares, a manera de reparación de daños, si es que el 21 de diciembre se acaba el mundo.
EN NÚMEROS
- 20,000? visitantes, al menos, en los cuatro días de festival.
- 10 millones de pesos de inversión en la realización de esta fiesta.
- 700 artistas de todas las disciplinas participando.
- 39 comunidades de ?la zona maya de Quintana Roo representadas.