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Arte e Ideas

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La Ópera del Abogado del Diablo, parte II

Esta reseña debió llamarse: Descubre Eugenio Aguirre el misterio de la cabeza de Villa.

En estas páginas ya se había publicado La Ópera del Abogado del Diablo (24/05/10), en el que se cuenta que Pancho Villa no fue el autor del balazo que adorna el techo del segundo restaurante en antigüedad de la Ciudad de México, sino que tal obra se debe a Bernabé Jurado, el leguleyo más siniestro del siglo XX mexicano. Ahora, gracias la lectura de El abogánster (2014, Planeta, 430 p.), de Eugenio Aguirre, se puede completar aquel Marcapasos con los nombres y circunstancias de ese hecho.

En su heterodoxa novela histórica, heterodoxa porque se narra en primera persona cual si se tratara de una autobiografía de Bernabé Jurado, autobiografía en la que el protagonista cita pasajes de su vida escritos incluso cuando él había muerto, Eugenio Aguirre dice en boca del Abogado del Diablo:

Retorné a mis labores profesionales en medio de una campaña de descrédito en la que se insistía en llamarme el abogánster, lo cual, gran paradoja, incrementó la afluencia de negocios al despacho; nos vimos precisados a contratar pasantes (...) No tardó en aparecer (...) Alfonso del Castillo, que cursaba el cuarto año de la Facultad de Derecho y ya había trabajado en el bufete de don Víctor Velázquez .

EL PROTAGONISTA ABUNDA:

Del Castillo (...) se me pegó como lapa. Me acompañaba a los juzgados y tribunales (...), y pronto se acostumbró a servirme en la extensión de mi oficina en la cantina La Ópera, ahí en 5 de mayo, donde me llevaba escritos para su firma (...) y, cuando la olvidaba encima de mi escritorio, la pistola .45 (...). A él le tocó en suerte presenciar uno de mis exabruptos, que después de corromperse con los dimes y diretes se le atribuyó al asesino Francisco Villa (p. 334).

Luego el autor narra, siempre en voz del Abogado del Diablo, cómo, en cierta tarde en la que bebían él, Alfonso del Castillo, el periodista Duque, el licenciado Godínez y el epigramista Liguouri, en dicho restaurante, se les acercó un briago para amenazarlos con una pistola .35, y cómo, cuando Bernabé Jurado desenfundó su .45, Del Castillo, en un acto reflejo, le desvió al abogánster el brazo y la bala fue a incrustarse en el techo del cuarto gabinete del lado oriente de La Ópera .

En esta frase entrecomillada y las que siguen, Eugenio Aguirre hace copy paste de lo publicado en El Economista en el Marcapasos referido, que dice:

La marca ahí sigue y, cuando el bebedero se volvió el más turístico del jet set nacional, a alguien se le ocurrió decir que se trataba de un balazo de Pancho Villa que, en plena Revolución, entró a caballo a la cantina y eso que Villa era abstemio y, sin más, disparó al aire. Y es la historia que ha quedado .

MIENTRAS QUE EN EL ABOGÁNSTER SE INDICA:

La marca sigue ahí; sin embargo, cuando el bebedero se volvió turístico y comenzó a ser visitado por los niños y niñas del jet set vernáculo, a alguien se le ocurrió decir que se trataba de un balazo de Pancho Villa, quien en plena Revolución había entrado a caballo a la cantina y eso que Villa era abstemio , y sin más disparó al aire. Y esa es la historia que se ha perpetuado . (p. 345)

Pero esto, que no es una acusación ni nada que se le parezca, sino un descubrimiento fortuito que ciertamente me es gozoso al momento de escribir lo que pretendía ser una reseña libresca, que incluso intitulé Descubre Eugenio Aguirre el misterio de la cabeza de Villa , con la intención de hablar de los milagritos de más que el novelista le cuelga a Bernabé Jurado, me distrajo del tema y no me quedo de otra que convertirla en la parte II de aquel lejano Marcapasos del 2010.

Agradezco la cita, aunque no haya sido entrecomillada y no se dé la fuente.

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