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Bon Appetit, doctor Lecter (2 / 2)
Continuamos con el análisis, iniciado la semana pasada en este espacio, de las encarnaciones del famoso psiquiatra caníbal en las pantallas y las páginas.
Con Hannibal (1999), el resultado fue por demás decepcionante. La otrora elegancia de Thomas Harris disminuida por uno de los problemas del género: subir la apuesta.
Harris olvidó que uno de los atractivos de Lecter era la sugerencia de su perversidad. La alusión a sus horribles crímenes. La tensión que provocaba en agentes, médicos y policía se transfería al lector.
Lecter, como los monstruos de la infancia, asustaba más en la indefinición y la oscuridad. Cuando los miedos subjetivos del lector completan el cuadro.
Cuando reaparece al filo del milenio, los espectadores ya se habían recetado miles de asesinos seriales en cine y televisión, en libros true crime y novelas. Para perturbarlos nuevamente, Harris sacó a Lecter de las sombras y nos llevó de la mano a su cocina. La novela era un gorefest lleno de imágenes truculentas y humor involuntario. Algo de lo que no se escapó ni a Ridley Scott en la versión cinematográfica, a pesar de haber abrazado de alguna manera incómoda el humor. El malvado psiquiatra se volvió una parodia de sí mismo.
Un año después, Brett Ratner estrenó su remake de Dragón Rojo, una precuela que no conseguía disfrazar la edad de Hopkins. A Graham lo encarnó Edward Norton; a Crawford, Harvey Keitel.
En la versión de Ratner se añaden desafortunados flashbacks a la relación de Graham y Lecter y a su captura. Es cine promedio y tibio, a pesar de algunos aciertos de casting. El público, sin embargo, es de otra generación. A la cinta le va medianamente bien, y la franquicia de Lecter sigue viva, aunque opaca, gastada por el uso.
Harris apura Hannibal: El origen del mal, un libro mediocre sobre la infancia y juventud de Lecter, que incluye nobleza europea, nazis, una tía japonesa y eventos traumáticos. La novela pasa de noche por librerías y es origen, un año después, de una película para televisión dirigida por Peter Webber, donde el joven Lecter es interpretado por Gaspard Ulliel. Es claro que la franquicia llegó a su punto más bajo.
Quizá por ello sorprenda la nueva encarnación de Lecter en Hannibal, serie televisiva creada por Bryan Fuller, que se estrenó hace unas semanas por AXN.
Fuller toma una decisión inteligente y se apropia de los mejores elementos de la saga (incluido el estilo visual y sonoro de El silencio de los inocentes), y aunque los acontecimientos son previos a Dragón Rojo, la ubica en tiempo actual. Transporta a Lecter del mundo analógico al digital.
En la serie, Graham es sacado del retiro docente por Crawford (nuevamente) que necesita ayuda con un asesino llamado El Alcaudón. Para complementar el equipo, Crawford pide la asesoría de Hannibal Lecter, renombrado psiquiatra y autor de libros sobre la mente del psicópata. Por supuesto, los creadores saben que sabemos quién es Lecter y cuáles son sus platillos favoritos, y usan ese conocimiento para generar expectativas y suspenso.
El casting es impecable. Hugh Dancy encarna al atribulado Graham, Laurence Fishburne, a Crawford, y el celebrado actor danés Mads Mikkelsen a Lecter. Su versión es la más inquietante desde la primera vez que vimos a Anthony Hopkins vestido de blanco detrás de los cristales de su celda.
La primera temporada de la serie consiste en 13 episodios, dirigidos por Michael Rymer (Battlestar Galactica), David Slade (30 días de noche) y nuestro compatriota, el cinematógrafo Guillermo Navarro (El laberinto del fauno), debutando con la batuta.
Fuller escribe los 13 episodios con inteligencia, alternando los horrores que han explorado series como Criminal Minds, con una exploración perversa de la fascinación por los realities de cocina gourmet, y ambivalencia moral.
En un mundo lleno de trillados productos forzados, como The Following, resulta refrescante esta nueva cita, en consultorio y comedor, con la nueva encarnación de Hannibal Lecter.
Twitter @rgarciamainou