Lectura 5:00 min
Apología del espectro atlético y racial mexicano
El fotógrafo bielorruso presentó una serie de retratos dedicados al cuerpo humano.
Entremezcladas en un diálogo premeditado con 10 óleos y esculturas barrocas de la colección del Museo Nacional de San Carlos, hay 27 fotografías del retratista bielorruso Valery Katsuba.
Hacen una oda a la estética del cuerpo. No son simples trabajos fotográficos, sino obras equiparables con la vocación de los escultores de la Grecia clásica o los maestros de la pintura barroca. La elección de los modelos, sus atuendos, las posturas precisas, la iluminación totalmente controlada, la arquitectura de los espacios de cada retrato. Todos son componentes que han sido intervenidos parcial o absolutamente por el fotógrafo.
Se trata de la muestra Valery Katsuba, modelos clásicos y contemporáneos, que este miércoles abre al público en la pinacoteca patrimonial de la colonia Tabacalera. Una oda al cuerpo y una reconexión con la tradición artística de reproducción del físico atlético y de su apreciación.
Algunos son retratos tomados por Katsuba en la década pasada a atletas y gimnastas europeos, en contextos arquitectónicos y en diálogos con obras que resguardan las academias de San Petersburgo, en Rusia, y de San Fernando, en España. Pero la gran mayoría es parte del enriquecimiento del proyecto con modelos mexicanos. Hay cuerpos bellísimos y posturas dignas de la teatralidad de las artes plásticas clásicas y barrocas. Cada uno tiene tonos de piel y fisonomías distintas. Para Katsuba, incorporar esta diversidad racial de cuerpos atléticos ha sido un paso evolutivo y un enriquecimiento esencial de su trabajo.
Hay gimnastas, clavadistas, atletas, bailarines y jugadores de pelota de la tradición mesoamericana. Es un juego de combinación de razas y de fortalezas musculares.
La postura y la mirada
De entre esas 27 fotografías, intercaladas con otras tantas pinturas de los siglos precedentes, destaca la imagen de un caballero águila contemporáneo: un hombre de piel morena y de presencia imponente ataviado con un taparrabos, desplegando sus enormes alas negras sobre un pedestal junto a la victoria alada del edificio de la Academia de San Carlos. Su nombre es “Caballero alado” (2018). Su descubrimiento fue parteaguas para la actual serie.
Katsuba recuerda que la conexión con México comenzó cuando se encontraba trabajando en San Fernando. Ahí el director de la academia española le refirió que en México existía San Carlos, una institución hermana que, durante el reinado de Carlos III (siglo XVIII), se enviaron copias de los trabajos de escultores grecorromanos.
“Eso me hizo pensar que, si se habían enviado esas copias, debían tener algunos talleres de dibujo de estas copias y de dibujo con modelos; si eso existía, también podía existir una conexión entre lo prehispánico y lo grecorromano. Con eso en mente decidí venir y buscar entre la gente algo que conectara con la tradición de la representación del cuerpo humano. Vi en la plaza del zócalo a Mauricio, con un cuerpo atlético portando sus alas. La gente se quería fotos con él. Pensé que su figura se parecía a la de un cuerpo grecorromano. Ahí decidí que sí era posible hacer este proyecto en México y comencé a buscar bailarines, deportistas y jugadores de pelota, seguro de que, tanto en el movimiento como en la mirada, hay algo que nos conecta”, relata.
Distintas fortalezas
En la fotografía “En el aire”, también del 2018, se observa a tres bailarinas de piel clara de la Compañía Nacional de Danza: Greta Elizondo, Ana Elisa Mena y Natalia Lemus, retratadas prácticamente flotando, aparentemente eximes de la gravedad, inexpresivas, firmes. La imagen habla de la fortaleza de sus pies, capaz de levantarlas por el aire. En contraste, en la serie de seis fotografías “Jugadores de pelota” se observa a un grupo de hombres de rasgos indígenas, expertos en este deporte de tradición prehispánica. A diferencia de las bailarinas, el trabajo muscular de estos hombres es evidente en los oblicuos y muslos.
Para el retratista bielorruso, el físico es la respuesta visual de la profesión de un ser humano, de cómo ocupa su cuerpo y la manera en la que se esfuerza día a día para enriquecer su anatomía. Es una evocación de cómo en las culturas clásicas no sólo los deportistas tenían cuerpos atléticos, sino que tanto pensadores como políticos o mercaderes condicionaban las virtudes del espíritu con las del físico. Y sólo aquellos que gozaban de reconocimiento podían desnudarse para modelar.
“Los bailarines ejercen su profesión sobre un escenario. Ellos están entrenados de manera que no se nota el esfuerzo en su cuerpo, se han preparado para que sus rostros siempre parezcan relajados, naturales, pero sí tienen músculos fuertes. Los deportistas, por su parte, no bailan, compiten. Ellos ven una pelota y tienen que golpearla; entonces para ellos es más importante tomar la pelota y se puede ver el esfuerzo en sus caras y sus cuerpos. Eso me encanta”, declara.
Complementa que finalmente lo que lo trajo al país es “la fusión de las razas”. Asegura que le interesaba retratar el espectro más amplio de los mexicanos de rasgos indígenas a los de facciones más europeas. “Al final se trata de disfrutar cada parte de este espectro”, culmina.
Valery Katsuba, modelos clásicos y contemporáneos permanecerá en la galería de la colección permanente de San Carlos hasta marzo del 2019.