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Opinión

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No es bueno jugar con la credibilidad

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Gerardo Flores Ramírez | Ímpetu Económico

Gerardo Flores Ramírez

Ha causado mucho revuelo la caprichosa decisión del presidente Donald Trump, de cesar a la titular de la Oficina de Estadísticas Laborales (BLS, por sus siglas en inglés), Erika McEntarfer, porque le molestaron mucho las fuertes revisiones, a la baja, que esa dependencia dio a conocer el viernes pasado respecto al número de empleos creados en mayo y junio, que habían sido publicados previamente y que de manera conjunta mostraban una creación de 258,000 empleos en ese par de meses. Con la revisión dada a conocer el viernes pasado, durante mayo se habrían creado solo 19,000 empleos y durante junio, 14,000. El dato de empleos creados en julio, 73,000, tampoco fue del agrado del presidente de EUA.

Durante el fin de semana el presidente Trump dedicó varias publicaciones en su red Truth Social para señalar que las cifras difundidas el viernes por la BLS estaban amañadas, que tenían una clara motivación política con influencia de los demócratas, para hacer quedar mal a su gobierno. Incluso dedicó tiempo a mencionar que los datos de creación de empleo previo a las elecciones de noviembre del año pasado, también estuvieron amañados y que buscaban generar la percepción de que el gobierno de Biden estaba generando un importante número de nuevos empleos.

Lo que Donald Trump no quiso mencionar es que esa serie estadística, la de nuevos empleos, tiene una metodología mediante la que se revisan, sistemáticamente, los datos publicados para los dos meses previos. Muchas otras series estadísticas generadas desde el ámbito del sector público, en otras ramas de la actividad económica, normalmente son objeto de revisión. La idea es corregir posibles desviaciones que se producen en virtud de la forma o el momento en que se recaba la información.

El airado lance de Trump ha sido comentado por todos los medios en EUA, tanto en notas periodísticas como en artículos de opinión, la mayoría coincide en externar su preocupación sobre el daño irreparable que un manotazo como el del presidente norteamericano puede provocar sobre la credibilidad de las autoridades que generan las estadísticas.

En la cobertura periodística mencionada se ha comentado mucho sobre el trabajo razonable que se venía desarrollando en la BLS por lo que hace a las estadísticas de empleo. Una explicación a los últimos ajustes, más pronunciados en comparación con otros períodos, es que después de la pandemia las empresas o empleadores son menos cooperativos para responder oportunamente los requerimientos de información que la BLS les hace permanentemente.

El debate que se ha provocado a partir de esa decisión caprichosa de Trump, se enfoca desde luego a la cuestión de la influencia política sobre las instituciones que recopilan información con fines estadísticos y la difunden. Dependiendo del andamiaje institucional, están expuestas en mayor o menor medida a las presiones que surgen de la agenda de la fuerza política que encabeza el gobierno.

Durante décadas se dio por sentado que el andamiaje del gobierno de los EUA así como los principios de actuación de los servidores públicos, eran suficientes para garantizar un trabajo objetivo, al menos por lo que hace a la elaboración de información estadística o de diversos reportes publicados periódicamente. Desde el primer mandato de Trump era evidente que eso no era garantía suficiente, que la forma de gobernar ya no sería igual. Hoy, me llama la atención que haya muchos sorprendidos por la airada reacción de Trump del viernes pasado.

Lo malo de ese episodio es que quienes tienen la tentación de influir sobre las estadísticas, y me refiero a otros países, entre los que desde luego está el nuestro, creerán que si en EUA lo puede hacer el presidente, entonces ellos también lo pueden hacer. Pero hay una abismal diferencia: nosotros no tenemos la fuerza para imponer nuestras condiciones en los mercados, cualquier duda que provoquemos sobre las estadísticas puede ser demasiado costosa, solo hay que ver lo que pasó con Argentina durante el período kirchnerista.

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