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Opinión

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Trabajo infantil, fenómeno que preserva la pobreza en México

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En México, más del 93% de las niñas, niños y adolescentes que trabajan, lo hacen fuera de lo permitido por la Ley. Con base a los resultados de la última Encuesta Nacional de Trabajo Infantil (Inegi, 2019), se pueden observar diferentes realidades que son alarmantes para la población infanto-juvenil.

Si bien, desde la Ley Federal del Trabajo, en los artículos 173 al 180, se señalan las características y condiciones con las que se podrían llevar a cabo prácticas laborales en personas menores de 18 años, es preocupante ver que, conforme a la Encuesta Nacional, más de 2.2 millones de niñas, niños y adolescentes de entre 5 y 17 años de edad realizan alguna actividad económica, donde solo el 6.2% lo hacen conforme a la Ley, siendo que casi 2 millones lo hacen fuera de lo permitido. Por ejemplo, 1.1 millones desempeñan actividades peligrosas y 0.9 millones tienen entre 5 y 14 años de edad.

La Comisión Económica para la América Latina y el Caribe (CEPAL), señala que México ocupa el segundo lugar en América Latina en trabajo infantil. Debido a la pandemia de Covid-19 el Buró de Asuntos Laborales Internacionales del Departamento del Trabajo de Estados Unidos; considera que, en los próximos años, se podría incrementar un 5%.

En el contexto nacional es una práctica cotidiana y promovida en los núcleos familiares y sociales, teniendo estados como Oaxaca, Puebla y Chiapas (ENTI, 2019) que ocupan los primeros tres lugares con mayor población infanto-juvenil inmersa en actividades laborales.

Desde Fundación JUCONI México se ha podido observar un círculo vicioso y de preservación de la pobreza, donde las familias ven en el trabajo infantil una alternativa para, temporalmente, poder sobrevivir en un contexto de marginación. Otro factor que abona a esta permanencia es la violencia estructural, que desde el entendimiento de Gaultung (citado en Zamora, 2019), como injusticia social, sostiene la omisión de las necesidades reales y derechos humanos, de manera directa e indirecta; favoreciendo a ciertos sectores poblacionales.

Lo anterior queda documentado en el diseño de las instituciones las cuales tienen una postura poco sensible a las necesidades y realidades de niñas, niños y adolescentes. No siendo este sector de la población el único en sufrir una invisibilización pues también otros sectores se ven vulnerados al limitar su acceso a trámites, que podrían parecer tan básicos, como el obtener un acta de nacimiento, acceder a servicios públicos de salud, por nombrar algunos.

En un contexto social, cuando en una cultura o sociedad, apremia a la producción económica, se presiona entonces a que la población sea productiva, ergo, se impulsa a que desde edades tempranas se inicie la vida laboral y económica, siendo prioritario incluso antes que el propio desarrollo y bienestar infantil.

Desde el desarrollo económico, se coincide en ser una solución práctica a corto plazo, como lo vive la familia, sin embargo, a mediano y largo plazo, se preserva la pobreza y marginación. Analizándolo desde una visión macroeconómica, podría estarse sosteniendo la desigualdad y el crecimiento sostenible en México, esto desde el análisis de la Organización Mundial del Trabajo en su informe “Un futuro sin trabajo infantil” (2002) donde señalan que hay una pérdida en años de educación, de dos o más, pronosticando que esta población percibirá en su futuro ingresos inferiores al 20%. Desde un análisis cualitativo se concluye que las actividades laborales de la población infanto-juvenil no son formativas, con características de explotación y que se agravan por, además, ser ilícitas como la trata de personas, tráfico de órganos, tráfico de drogas, entre otras.

Una manera para poder revertir el impacto en niñas, niños y jóvenes, o de suspender ese círculo vicioso donde se ha buscado que ellas y ellos trabajen y se priven de desarrollarse, y a su vez, esa privación les lleva a mantenerse en situaciones de pobreza y que sus futuras generaciones repliquen la misma realidad, es tener una visión crítica, tanto hacia las estructuras actuales, los programas sociales, las prácticas socio culturales e incluso, desde la planeación de proyectos de atención familiar.

Ante la magnitud del fenómeno y para visibilizar su impacto en el bienestar, el desarrollo y los derechos humanos de las niñas, niños y adolescentes, la Organización Internacional del Trabajo (OIT) estableció el 12 de junio como el Día Internacional contra el Trabajo Infantil.

Desde Fundación JUCONI México, se tiene el convencimiento que para abordar los fenómenos que vulneran el ejercicio y goce de sus derechos y el pleno desarrollo es el análisis de las circunstancias de vulnerabilidad en las que viven. Particularmente con la atención en dos indicadores clave, la violencia familiar y la pobreza extrema, puesto que, en lo individual contribuyen a que se mantenga el trabajo infantil, y en combinación, podría resultar en un “destino” para todas las niñas y niños en estos contextos.

La atención de estos dos indicadores claves, se hacen desde intervenciones ecosistémicas, con enfoques basados en fortalezas y acompañamientos a largo plazo. Gracias a esto, no solo se atiende al “síntoma” observable que es el trabajo infantil, sino la atención desde la raíz en las estructuras familiares y comunitarias que permite que se sostengan en el tiempo y se erradique ese círculo vicioso.

*Ángel Rojas es director de Programas y Diohema Anlleu es directora de Incidencia de Fundación Juconi.

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