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Lunes 3 de junio

Al leer este artículo, las campañas habrán, por fin, terminado. Si usted, como yo, está cansado de promesas vacías, el lunes, gane quien gane, no estará en el país idílico que se pinta desde Palacio Nacional. La próxima presidenta de México tendrá que enfrentar todos los problemas que tiene el país; esos no se irán a ninguna parte. A continuación, elaboro sobre algunos que considero más graves.
Probablemente el más grave sea la seguridad. A estas alturas, ya estamos ante el incumplimiento de la función más básica del Estado: garantizar la seguridad en su territorio. Hoy, el crimen organizado controla una parte importante del territorio y está involucrado en una parte importante de la economía —desde el derecho de piso a productos agrícolas y bienes raíces— en muchas ciudades. México gasta 0.63% del PIB en Seguridad y Justicia, aunque hay más presupuesto en la parte de defensa que habría que sumar, y ocupa el último lugar de la OCDE, mientras que el promedio es de 1.76% y algunos países llegan hasta el 2.7 por ciento. Sobra decir que no tienen los problemas que tenemos nosotros, y somos los que menos gastamos; así no se va ni a empezar a arreglar.
Otro gran problema que detallé en estas páginas la semana pasada es el de la energía eléctrica. El desastre del legado de Bartlett, que no inauguró una planta en lo que va del sexenio, nos deja un déficit de generación eléctrica y una red de transmisión saturada. Esto no se puede arreglar de la noche a la mañana, aunque sin duda ayudaría interconectar la capacidad que este gobierno no permite. Hacen falta proyectos, desarrollarlos, conseguir permisos, financiarlos y después construirlos. Eso toma años, por lo que, en el mediano plazo, los problemas de apagones que hoy vivimos seguirán y eso obviamente tendrá impactos económicos negativos. Afectará a las empresas que ya están aquí y hará dudar a las que están pensando en venir.
En cuanto al agua, la situación está cerca de ser catastrófica. La falta de inversión en infraestructura en el último sexenio y el cambio climático nos están empezando a pasar factura. Hay propuestas interesantes sobre lo que hay que hacer, pero tomará tiempo y probablemente tenga costos políticos importantes. El gran consumidor de agua en México es la agricultura, sobre todo la de pequeñas parcelas no tecnificadas. Cualquier solución enfrentará problemas técnicos y costos políticos que alguien tendrá que pagar.
Por último, la camisa de fuerza que limita las capacidades de hacer frente a los retos recién descritos: los ingresos del gobierno. Este año tendremos un déficit de 5.9% del PIB, el más alto en 20 años. La idea de una consolidación fiscal en 2025 es una esperanza más que otra cosa, en que Banxico baje las tasas de interés, lo que permitiría reducir el costo de la deuda. Más allá de eso, no está claro de dónde vendrá el recorte de 2.9 puntos del PIB el próximo año sin afectar el crecimiento. Sin una reforma fiscal, que con un Congreso dividido se antoja muy compleja, simplemente no habrá recursos para hacer frente a todos los problemas que tenemos. Y eso que no elaboré en salud ni en educación u otras necesidades de infraestructura en este artículo.
Ojalá que el lunes la presidenta electa deje atrás los dogmas y decisiones irracionales y tenga la capacidad de crear los acuerdos políticos necesarios para enfrentar estos y el resto de los retos de los próximos años.
De todos modos, estimado lector, este domingo, por favor vaya a votar, por quién usted quiera, pero vote.

