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Las tres caídas de Josep Borrell frente a Serguéi Lavrov
Josep Borrell no es diplomático y, sin embargo, dirige la diplomacia de la Unión Europea.
El viernes pasado, Borrell pagó la novatada a sus 73 años frente a un viejo lobo de la diplomacia rusa: Serguéi Lavrov, ministro de Asuntos Exteriores, es un veterano diplomático forjado en la escuela soviética de la Guerra Fría.
En la conferencia de prensa posterior a su encuentro Josep Borrell fue debilitado por el entorno, los comentarios de Lavrov y por las preguntas de los periodistas. Acostumbrado a dominar los escenarios, Borrell fue dominado; acostumbrado a mostrar flecos de prepotencia, inclusive con sus pares, el político comunitario se sintió humillado al haber sido arrastrado hacia temas que lo hacen sentir incómodo.
Borrell, “descrito por quienes le conocían (al inicio de su carrera) como un hombre de gran inteligencia, trabajador infatigable y exigente con sus subalternos, su imagen pública era la de un tecnócrata riguroso e implacable; los caricaturistas solían retratarle látigo en mano o a modo de inquisidor” (biografía de Josep Borrell Fontelles escrita por el Cidob, Barcelona Centre for International Affairs).
Primera caída. Sputnik le preguntó al político catalán sobre las sanciones que pesan sobre Cuba. Borrell dijo que le sorprendía la pregunta, pero confirmó que la UE está en contra del embargo comercial que pesa sobre la isla.
Sputnik quiso llevar a Borrell a uno de los temas que gravitan sobre la geopolítica rusa, y sin embargo, Borrell resbaló al hacer pública su sorpresa. Lo mejor en esos casos es guardar la sorpresa para sí mismo para evitar el ridículo. Lavrov cogió el guante y frente al micrófono explicó la importancia del cuestionamiento. En ese momento, Borrell ya estaba contra las cuerdas.
Segunda caída. El ruso sabía que la palabra catalana procés, que despierta en el imaginario político en España la ruta que varios políticos y millones de ciudadanos tomaron hacia la independencia en 2017, genera un profundo malestar en el funcionario europeo.
“Siendo ministro de Asuntos Exteriores de España, Borrell se erigió en azote del independentismo hasta el punto de admitir que dedicó gran parte de su tiempo en la cartera ministerial a luchar contra el procés, por lo que el dardo tuvo algo de afrenta personal” (La Vanguardia, 6 de febrero).
Lavrov utilizó el tema del procés para responder las criticas de Borrell sobre el caso del opositor Navalny. Lavrov acusó a la UE de “arrogancia” y señaló que “los líderes independentistas catalanes están en prisión por organizar un referéndum”. Además aseguró que el caso es un ejemplo de “decisiones judiciales motivadas políticamente”, utilizando el término común en las críticas de los países occidentales al Kremlin.
Las palabras de Lavrov llegaron al corazón de la campaña electoral en Cataluña que tendrá su cita con las urnas este domingo.
La ministra de Exteriores de España Arancha González Laya respondió a Lavrov. “En España no hay presos políticos, hay políticos presos”. La segunda caída ya había ocurrido.
Tercera caída. Pocas horas después del encuentro entre Borrell y Lavrov, Rusia avisaba de la expulsión de tres diplomáticos de Alemania, Polonia y Suecia por haber participado en manifestaciones a favor de Navalny.
A su regreso a Bruselas, Borrell enfureció y el domingo amagó con imponer sanciones a funcionarios rusos. Sin embargo, el Alto Representante de la Unión Europea para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad no sólo representa a España, lo hace para otros 26 países.
Alemania y Francia no desean agrandar las diferencias con Rusia. Angela Merkel tiene en el gasoducto Nord Stream 2 un elemento estratégico junto a Rusia. El 30% de las importaciones de petróleo de la UE proceden de Rusia. En el caso del gas natural la cifra rebasa el 40 por ciento. Macron ve a Rusia como un vértice geopolítico respecto a Estados Unidos.
Borrell no la tiene fácil. Recibió un KO.
Fausto Pretelin Muñoz de Cote
@faustopretelin

