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Opinión

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La comida “de segunda mano” como alternativa

Liliana Martínez Lomelí

El mercado de la comida “de segunda mano” es una alternativa que recientemente muchos consumidores han utilizado, sobre todo en países desarrollados para enfrentar la inflación de precios en los alimentos de este año. Este hecho sin duda motiva a la reflexión sobre qué tan conveniente es comprar este tipo de productos, más allá del atractivo del precio reducido en el que se ofrecen.

En Estados Unidos, existen algunos supermercados especializados en tener la llamada “Salvation food”, que es la comida que se recupera de supermercados o de procesos de selección agrícola. Dentro de la comida recuperada por supermercados, está la comida con fechas de expiración próximas a vencerse o las llamadas fechas de consumo previo preferible. De ninguna manera implica que los alimentos con estas características causen un daño a la salud, sino que simplemente las reglamentaciones los retiran de lugares de consumo normales para venderlos a un precio más bajo. También en estas tiendas, se recuperan aquellos productos frescos como frutas y verduras que no reúnen las características visuales para ser vendidos en las grandes cadenas, como ausencia de manchas, golpes o cualquier otro defecto que no los hace “perfectos” pero que son aptos para consumirse.

Aun con los esfuerzos de logística que implica la selección y recuperación de estos productos desde los grandes supermercados, estas tiendas de salvación ofrecen productos que tienen un costo incluso un 60% o más por debajo del precio en supermercado. Tradicionalmente este tipo de tiendas se relacionaban con familias de bajo poder adquisitivo o incluso, se localizaban en zonas geográficamente marginadas. Los efectos de la pandemia, de la inflación y los cambios en las maneras de ofertar ciertos alimentos, han hecho que muchas personas las volteen a ver como una alternativa real a sus maneras de consumir. Ahora, muchas de estas tiendas ofrecen incluso lo que se podría considerar como productos “premium” en el mercado alimenticio, como lo son los productos orgánicos y las llamadas “superfoods”. La diferencia es que han hecho que estos productos de nicho para quiénes pueden pagar un precio más alto del promedio, sean accesibles para las poblaciones de clase media que no están dispuestas a pagar más por la certificación de orgánico.

En realidad, además del efecto benéfico que generan al consumidor en tiempos de crisis, es una realidad que precisamos de que nuestra alimentación sea más sustentable en relación con las formas de producción y consumo. En este sentido, el descubrimiento de los productos de “salvación” hace que también exista un impacto positivo sobre el desperdicio de alimentos, que es una de las estrategias que se han planteado a nivel mundial para reducir la crisis alimentaria y el impacto en el cambio climático.

Como cualquier otro hecho social relacionado con la alimentación, el hecho de comprar en tiendas de salvación puede ir cambiando en la percepción de las personas de manera paulatina, a medida que la crisis nos enfrente cada vez más a echar mano de recursos que en otra ocasión no habríamos considerado. Esta estrategia beneficia de manera redonda a productores, distribuidores y consumidores, evitando las pérdidas y aprovechando al máximo los recursos con los que contamos para poder procurarnos una alimentación que reúna diferentes requisitos indispensables para poder alimentarnos bien. Habrá que observar cómo se comporta el consumidor en los próximos años, aun cuando la inflación se controle y el poder adquisitivo permita otras opciones.

 

Liliana Martínez Lomelí

Columnista de alimentación y sociedad. Gastronauta, observadora y aficionada a la comida. Es investigadora en sociología de la alimentación, nutricionista. Es presidenta y fundadora de Funalid: Fundación para la Alimentación y el Desarrollo.

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