Buscar
Opinión

Lectura 4:00 min

Cuando soy más débil, soy más fuerte

Son tiempos difíciles e inciertos, o, como diría Mario Vargas Llosa en una de sus novelas más recientes, son “tiempos recios.” La realidad nos obliga a mirar más allá de lo evidente para abrir nuestros sentidos a lo que el misterio del sufrimiento nos revela en medio de la incertidumbre.

En su homilía del domingo 4 de julio, el Arzobispo Primado de México, Cardenal Carlos Aguiar Retes nos ha recordado el valor del sufrimiento ante las dificultades que enfrentamos para que nada de lo vivido sea en vano.

Tomando como referencia la segunda lectura, el Cardenal Aguiar subraya que, “el Apóstol San Pablo advierte desde su propia experiencia, que la aceptación humilde del sufrimiento personal por alguna enfermedad, por dificultades insuperables, por burlas o insultos, por amenazas y persecuciones se convierte en fortaleza y desarrollo espiritual para afrontarlas, generando la sensibilidad para descubrir la intervención divina ante el rechazo explícito a la predicación de la Palabra de Dios: “Así pues, de buena gana prefiero gloriarme de mis debilidades, para que se manifieste en mí el poder de Cristo. Por eso me alegro de las debilidades, los insultos, las necesidades, las persecuciones y las dificultades que sufro por Cristo, porque cuando soy más débil, soy más fuerte”.

¿Qué tanto podemos aprender y mejorar si cambiamos nuestra forma de ver las cosas? El Cardenal Aguiar propone: “Esta experiencia de relativos fracasos y sufrimientos en la misión para transmitir la Buena Nueva es un magnífico auxilio para superar la soberbia, que espontáneamente surge ante los éxitos y reconocimientos recibidos… La soberbia es la gran tentación de todo ser humano, porque nuestro instinto y anhelo de superación, seduce a nuestro espíritu para asumir los éxitos como resultado exclusivo o preponderante de mi personalidad, y en esa ruta se desarrolla en mi una sordera para escuchar las opiniones de los demás, una ceguera para valorar las experiencias ajenas, y una intolerancia ante los propuestas diversas a mis puntos de vista”.

En este sentido es muy provechoso y oportuno escuchar la confesión de San Pablo: “Para que yo no me llene de soberbia por la sublimidad de las revelaciones que he tenido, llevo una espina clavada en mi carne, un enviado de Satanás, que me abofetea para humillarme. Tres veces le he pedido al Señor que me libre de esto, pero él me ha respondido: Te basta mi gracia, porque mi poder se manifiesta en la debilidad”.

Con esta reflexión basada en la experiencia de San Pablo, nos propone preguntarnos: ”¿He sabido conducirme ante las tentaciones de la soberbia? ¿He desarrollado la necesaria humildad, confiando en la misericordia divina, cuando me he enfrentado al sufrimiento? ¿He aceptado mis debilidades y fragilidades o las descargo culpabilizando a otros de lo que me sucede? ¿Cuál ha sido mi experiencia en mis relaciones con los demás, he dejado crecer la soberbia en mí o he reconocido mis propias cualidades y mis limitaciones y las de los demás? ¿Cuál ha sido mi actitud ante mis compañeros de escuela, en el campo laboral, e incluso en mi propia familia cuando percibo que me superan?”

Conscientes de nuestra fragilidad humana pero al mismo tiempo confiando en que nuestra debilidad puede ser nuestra mayor fortaleza, el Cardenal Aguiar nos exhorta a confiar en la guía de la Virgen María: “Contemplemos a Nuestra Madre, María de Guadalupe, y pidámosle que aprendamos de ella a mirar con amor y misericordia a quien me acompaña, a quien se me acerca, a quien me solicita ayuda”.

Twitter: @armando_regil

Temas relacionados

Únete infórmate descubre

Suscríbete a nuestros
Newsletters

Ve a nuestros Newslettersregístrate aquí
tracking reference image

Últimas noticias

Noticias Recomendadas

Suscríbete