Lectura 5:00 min
La violencia que no se ve, pero se vive en el espacio laboral
Hay bromas, chistes y comentarios en el trabajo que incomodan, pero lejos de llamarles por lo que son, microviolencia, se normalizan; no obstante, las consecuencias se traducen en fuga de talento que impacta principalmente a las mujeres.

las microagresiones son los comportamientos violentos más comunes a los que están expuestas las mujeres.
“Las mayores manifestaciones de violencia se esconden y empiezan con ese chiste sexista, con descalificaciones y abusos de poder normalizados”, comenta Verónica Hernández Guadarrama, directora ejecutiva de IDEIB Consulting, quien menciona, las microagresiones son los comportamientos violentos más comunes a los que están expuestas las mujeres.
El 25 de noviembre se conmemora el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, fecha para generar conciencia sobre la prevención; sin embargo, a 25 años de la instauración del también llamado Día Naranja, las formas de violencia no han terminado, se han transformado y los espacios de trabajo no son la excepción.
Te puede interesar
Según datos de ONU Mujeres, casi una de cada tres ha sido víctima de algún tipo de violencia al menos una vez en su vida; y de acuerdo con expertas, hay acciones, comentarios y conductas registradas a diario en ambientes laborales que, si se nombraran por lo que son, microagresiones, probablemente aumentarían el porcentaje.
Las microagresiones son ofensas sutiles, el psicólogo Chester Pierce, quien acuñó el término, las definió como acciones, conductas hostiles y de menosprecio; de hecho, la Radiografía de las mujeres en el trabajo de Buk detalla que hablar de la apariencia física, cuestionar su criterio, ser interrumpidas constantemente en reuniones y no recibir crédito por sus ideas son las principales microagresiones que enfrentan las mujeres en el trabajo.
Microagresiones normalizan la violencia laboral
En palabras de la abogada Verónica Hernández, los chistes y bromas que incomodan “generan complicidades y nadie los detiene”, refiere que es común que en ambientes de trabajo a las mujeres se les quita la palabra, no se les deje hablar o expresarse y si lo hacen se les aplica el “mansplaining”.
Sobre ello, la radiografía de Buk expone que solo tres de cada 10 mujeres se sienten cómodas en compartir su opinión, lo cual se entiende porque hasta un 70% ha sido interrumpida constantemente al hablar en una reunión, y porcentaje similar ha recibido cuestionamientos sobre su criterio.
Alix Trimmer, fundadora de Laboral Interseccional (LAIN) menciona que, cuando los comentarios hacia las mujeres llevan mensajes machistas, reproducen estereotipos o fenómenos de discriminación, así como un trato diferenciado, se deben evidenciar; “decirle a la persona, ‘Oye, esto que dijiste me hizo sentir incómoda’ Y si ese comportamiento se repite, claramente hay una intención”.
Este tipo de conductas violentas “van aumentando hasta hacerse macroviolencias”, y en consecuencia, se “deteriora la salud emocional, la salud mental y las motivaciones de las mujeres para ir a trabajar”, afirma Verónica Hernández.
“La gente no se da cuenta del impacto de normalizar la violencia sino hasta que reconoce que, por ejemplo, ya no quiere ir a trabajar. Se siente incómoda y no quiere e ir”, tanto que es la causa número uno por la que las personas abandonan sus trabajos, aún sin tener uno nuevo ya en la mira, agrega la abogada laboralista Alix Trimmer.
La incomodidad puede ser una señal de violencia
Cuando la violencia no deja marcas es más difícil identificarla, no obstante, una forma de detectarla es con la incomodidad. “Lo más importante es el reconocimiento, porque en la gran mayoría de los casos las personas que tienen esa sensación la dejan de lado porque estamos en una cultura de normalización de la violencia”, explica la fundadora de LAIN.
El problema es que no estamos preparadas para enfrentar la sensación. La especialista expone que la reacción natural ante la incomodidad es retirarse o enfrentarla, sino reír, pero “esa risa de incomodidad suele ser interpretada y validada por las personas agresoras como complicidad, como que estás de acuerdo”, y esta actitud es consecuencia de la sociedad que veía mal las quejas en entornos laborales.
Por eso ahonda en que, cuando una mujer siente que algo no está bien, nota un trato diferenciado o no está recibiendo las mismas oportunidades, lo ideal es que comparta su sentir con otras personas para entender si es algo generalizado o no, y posteriormente denunciar y visibilizar el hecho para romper con el ciclo de violencia.
El Violentómetro Laboral de la Secretaría de Trabajo y Fomento al Empleo es una buena forma de identificar las agresiones a las que están expuestas las personas trabajadoras, y precisamente al inicio de la lista se ubican conductas como: ridiculizar, descalificar, hacer bromas hirientes, menospreciar, excluir en la toma de decisiones y humillar en público. Es decir, la violencia empieza con estas conductas.
El costo de normalizar la violencia
Pasar por alto un chiste, una broma o comentario pasivo-agresivo tiene un costo elevado. Trimmer refiere que hay una afectación en la salud mental de las trabajadoras, lo cual genera afectaciones en su productividad. “Una persona que se siente incómoda en un espacio no va a poner demasiado esfuerzo en hacer su trabajo”.
Las expertas coinciden en que las empresas tienen un pendiente en sensibilizar y diseñar estrategias para disminuir la violencia laboral, especialmente para las mujeres; ya que la violencia en el espacio de trabajo es responsabilidad de todos; además, apuntan que deben garantizarse canales efectivos de denuncia para que la gente levante la voz sin miedo a represalias.



