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Ver cine en el panteón un viernes por la noche
El público de León, Guanajuato, primera sede de la edición 25 del Festival Internacional de Cine Guanajuato visitó uno de sus panteones más emblemáticos para la proyección de la programación doble de cintas que se disfrutan más entre tumbas.

La historia de este panteón, el Panteón San Nicolás, en León, Guanajuato, se remonta a inicios del siglo XIX, muchas décadas antes de quedar instituido como un repositorio de los despojos y la prometida última morada de todos sus proyectistas. Propiamente en los decimonónicos años 30 ya caían los primeros cadáveres en este terreno de la periferia de la zona céntrica y turística de la ciudad del Bajío, aunque se le identificó como un cementerio hasta los noventa de ese siglo.
Se le conoce como el panteón más antiguo de la urbe, aunque la ciudad se fundó mucho antes, hacia la segunda mitad del siglo XIV, so pretexto de las prolongadas guerras de conquista, en esta región contra los chichimecas. A saber a dónde iban a parar los difuntitos durante esos casi tres siglos sin un panteón en toda regla.
Dicen los que han revisado el Archivo Histórico Municipal que el primer muertito vino a dar a este terreno en 1833, un tal Francisco Urteaga, y fue el primero de una bandada de trascendidos por un terrible azote de cólera en la ciudad. Las ampliaciones del terreno se fueron dando según la demanda. En la década de los 50, otra epidemia, esta de viruela, aportó unos cientos más de vecinos sin vida. Aquí, pues, por fuerza de las desgraciadas epidemias, cosa que nos resulta familiar, se instituyó un cementerio hoy emblemático de la ciudad.
Pues bien, para la noche de este viernes, el Panteón San Nicolás es una de las curiosas sedes del programa Cine entre Muertos, uno de los cuatro programas complementarios del Festival Internacional de Cine Guanajuato (GIFF), que este fin de semana ocupa a León como su primera de tres ciudades sede, en el marco del 25 aniversario del encuentro fílmico. Con este programa, el GIFF ha tomado panteones de las principales ciudades del estado para llevar hasta ellos cintas de horror, fantasía y otro tipo de intrigas paranormales al público que no teme desvelarse para sentarse junto a una tumba, sin importar la razón de la muerte de aquella persona que mora en ella, y dejarse sorprender por una manera anormal de apreciar una película.
De cruces y tumbas
Agoniza la luz natural en la ciudad. Al fondo, entre las copas de los árboles que rodean las altas bardas del camposanto se observan ya, más bien, como sombras que oscurecen aún más el cielo grisáceo, se hace notar una cruz de neón, de esas que visten las películas de alma oscura donde el cristianismo hace de catalizador para sustentar la trama, —léase “Hellboy” (2004) y “El Cuervo” (1994)—. Es la cruz de la Parroquia del Perpetuo Socorro, que se ubica a un par de cuadras del panteón y un preámbulo de la experiencia que cientos de personas están por experimentar en este primer día de proyección de Cine entre Muertos en la ciudad de León.
Son pasadas las nueve de la noche. Desde el interior finalmente se notifica que está lista la instalación del equipo y las sillas para recibir al público al interior del panteón. Se abren las puertas y se solicita encarecidamente a los visitantes que, por lo que más quieran, no se desvíen en la ruta marcada hasta el lugar de la proyección. El panteón es oscuro y la insensatez no será bien vista por los vigilantes y quizás tampoco para sus residentes.
Al costado izquierdo, nada más entrando, se levanta un edificio de nichos con cenizas de cientos de infantes. Les han depositado muñecos, carritos, rehiletes. Todos en esta torre son niños fallecidos. Detrás, entre los árboles se adivinan lápidas blancas, muy al estilo del Montparnasse, se adivina una parte más antigua del sitio, por el remate de las lápidas que coronan las tumbas.
Hay que caminar a la mitad del panteón y después dar vuelta a la derecha, ahí hay un área abierta sobre la que se instalaron las sillas y el equipo de proyección. De costado se levanta otra torre de nichos, pero en esta yacen las cenizas de muertos mayores de edad perecidos en distintas épocas: doña María Loreto Canchola, fallecida en febrero de 1972, con un epitafio recuerdo de sus nietos y bisnietos, inscrito en letras doradas, a diferencia de su vecino, Fernando Carmona, quien falleció también en febrero, pero de 2020 y cuyo epitafio está escrito a mano y con un marcador sobre la piedra. A este le han dejado una pequeña figurilla de la Virgen de Guadalupe.
Como estos, cientos de fallecidos serán testigos en primera fila de la doble filmación que está a nada de comenzar. La primera cinta es la alemana “Luzifer” (2021), dirigida por el austriaco Peter Brunner, basada en la historia real de un exorcismo, un trabajo difícil para el público por la densidad de su argumento, puesto que en su trasfondo pone en evidencia la creación humana de los mitos, la religión, el extraccionismo, la existencia verdadera de la maldad en el ser humano.
La segunda cinta a proyectarse es “Bingo hell”, dirigida por la realizadora mexicana-canadiense Gigi Saul Guerrero y protagonizada por la mexicana Adriana Barraza, quien en esta edición recibió el Homenaje Nacional e impartió una conferencia magistral.
Pero más vale relatar lo que pasa entre el público entre proyección y proyección.
Botana y ambientación
“¿Cómo se llama la película que vamos a ver?”, pregunta una mujer entre el público que ha alcanzado los lugares más cercanos a la pantalla. Ella y su familia traen un tóper lleno de botana y la han comenzado a devorar antes de que inicie la proyección. “’Luzifer’, dice otra mujer más joven de la misma familia. Y entonces todos gritan “¡Aaaaahhhh!”, como ambientando el preámbulo, esperanzados en que la cinta les saque tantos “jump scares” como les sea posible. No se imaginan el tipo de cinta que están por ver.
“Si sientes que te jalan las patas, luego, luego te paras y te echas a correro”, dice otra voz más al fondo para provocar la rosa del resto, antes de invitarle a probar un poco más de un paquete de Takis.
Es el tipo de interacciones que genera un proyecto como el GIFF, que desde hace muchas ediciones sacó de la solemnidad la apreciación del cine. Aunque, es necesario decir, la única experiencia más cercana a lo paranormal de esta noche va a ser la ola de insectos que se incomodarán con la presencia de seres ajenos a su entorno, entre moscos y cucarachas.