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Un señor muy viejo con unas alas enormes
El pensamiento mágico, que no el realismo mágico, es el resorte de una ?de las mejores literaturas del siglo XX.
De niño, cuando mi hermana Guadalupe supo que yo quería ser escritor, me regaló Cien años de soledad, de Gabriel García Márquez (GGM). Recuerdo que lo leí en pocos días y que la lectura se me acababa entre las manos sin que yo quisiera: me había adentrado en un mundo que, al igual que los laberintos, era de fácil acceso, pero de difícil salida.
También desde entonces pensé que la Biblia de quienes habíamos nacido en Latinoamérica no son el antiguo ni el nuevo testamentos, que hablan de sucesos lejanísimos; tampoco El Quijote de Cervantes, cuyo español arcaico aún me cuesta trabajo leer, sino esa literatura, hecha de pensamientos mágicos, en la que el mundo es tan joven que hay que empezar a darle nombre a las cosas.
Dos historias que me siguen pareciendo fascinantes son el cuento El rastro de tu sangre en la nieve, con el cual en 1987 nació la editorial El Equilibrista, fundada por el hijo de GGM y Mercedes Barcha, Gonzalo García Barcha, y el hijo de Jomi García Ascot y María Luisa Elío a quienes está dedicado Cien años de soledad , Diego García Elío; la otra es la novela El amor en los tiempos del cólera que, algunos, tachan de cursi, mientras que los más pensamos que retrata a la perfección la épica de una vida en torno al sentimientos más intenso del ser humano.
En cambio, las novelas El general en su laberinto, que narra el ocaso de Simón Bolívar, y Memorias de mis putas tristes, que es un relato en primera persona de un viejo que busca la cercanía de una joven virgen, son un par de obras que no recomiendo. En la primera le cuesta trabajo al lector engancharse a la trama; en la segunda, lo que quiere decir y no dice GGM, por los menos a mí, me acaba desagradando.
Las noveletas cuentos largo o novelas corta Crónica de una muerte anunciada es como asistir a una corrida de toros en la que el torero podría ser Rafael de Paula, por decir lo menos, y los cuentos de La increíble y triste historia de la cándida Eréndida y su abuela desalmada son magistrales. De este libro me gustan en especial tres: el que le da título al cuentario, Un señor muy viejo con unas alas enormes y El ahogado más hermoso del mundo .
Hay quienes consideran a El coronel no tiene quien le escriba una novela que supera tanto a Cien años de soledad como a El amor en tiempos del cólera. Yo no lo creo. Es, sí, una pieza muy sencilla, tal vez la única novela de GGM sin entramados barrocos y en la que se centra en una sola anécdota: la de un viejo coronel que espera una pensión del gobierno mientras su mujer y él, al borde de la miseria, discuten sobre vender o no a un gallo de pelea para sobrevivir al hambre. Y no me parece mejor que las obras mencionadas porque, si bien GGM logra que una situación particular se convierta en una metáfora universal, las otras dos novelas son mundos totales, cerrados y perfectos, universales de principio a fin.
Además de que, en lo personal, me hubiera gustado otro final para el coronel y su esposa: que ésta, por ejemplo, cuando le pregunta a su marido sobre qué van a hacer, éste no le contestara lo que le respondió, sino que le dijera un no sé mientras que, sin saberlo, prueba el caldo de gallo que ella preparó en un momento de desesperación.
Otras textos que me gustan de GGM son los que aparecen en Yo no vengo a decir un discurso que reúne, ciertamente, algunos de los discursos que le tocó dar desde joven hasta que cumplió 80 años, en los que, al igual que su obra de ficción, el colombiano más conocido de todos los tiempos deja entrever su vida, esa crónica de familia que a su vez se convierte en una autobiografía entrañable, muy superior, eso sí, a su trabajo como periodista o guionista de cine, un mundo que mientras más se aleja de la realidad, más cercana la sentimos, en la que el pensamiento mágico, que no es lo que llaman realismo mágico, es el resorte principal de una de las mejores literaturas del siglo XX.