Cuando lo irracional se impone ante la vida

Uno de los grandes retos que los periodistas afrontan a nivel mundial es velar por la objetividad e imparcialidad, incluso cuando señalar la verdad ponga en riesgo el trabajo, la integridad física o la propia vida. Esta constante amenaza termina por corromper y distorsionar la realidad de las noticias en beneficio de los agentes extorsionadores.

Las amenazas contra periodistas y contra la verdad son una fuerza que va en detrimento de las democracias y de las libertades constitucionales propias de cualquier ser humano. Los regímenes autocráticos y el crimen organizado generalmente logran establecerse y permanecer a costas de someter a la libertad de expresión y de limitar la verdad a lo que conviene al tirano en el poder.

A pesar de algunas buenas intenciones y mucho trabajo de los legisladores, lagunas en las leyes así como la fuerza natural que confiere un poder indescriptible a los hampones sobre sus víctimas impiden que la justicia se imponga ante estas situaciones. Esto es cierto en países como México, donde el Estado de Derecho esta paralizado y es difícil encontrar un lugar para la justicia.

Es desconcertante ver que en pleno 2017 los retrocesos en materia de libertad de expresión son realmente alarmantes, no sólo en México sino en gran parte de América Latina. Esta semana la triste noticia del asesinato del periodista Javier Valdez en Culiacán una vez más pone en evidencia el poderío de la delincuencia organizada y la incapacidad, o peor aún, la falta de interés del Estado para combatirla.

Pero, ¿qué pasa en países donde las instituciones judiciales son más fuertes y aún así la fuerza se impone ante la justicia? Un ejemplo perfecto de este fenómeno es el que están viviendo los periodistas y la opinión pública en Estado Unidos. Como todos sabemos, el país vecino del norte ha sido durante todo el siglo XX el gran defensor de la democracia y, sin lugar a dudas, un buen ejemplo de un país en el cual la justicia, en la mayoría de los casos, existe y funciona.

Sin embargo, la era Trump ha llegado y con ella también una nueva amenaza, ante la cual la incrédula sociedad norteamericana se ha mantenido pasmada o atorada en un simplismo cómico en el cual los periodistas parecen estar más interesados en ridiculizar al antipático presidente que en profundizar y sensibilizar sobre los peligros que se acercan para la democracia de no poner un alto a los impulsos de Trump.

Retomando la columna de Jesús Silva Herzog del pasado lunes en Reforma, el inquilino de la Casa Blanca actúa como un irracional y caprichoso niño que a toda costa exige que en el país que dirige las cosas se hagan como él dice, sobreponiendo sus impulsos a la razón y a las instituciones. Esto señala una falta de respeto hacia instituciones que trascienden su mandato.

El caso de Jorge Ramos de Univisión, quien fue arbitrariamente expulsado de una conferencia de prensa de Trump en noviembre del 2015, fue uno de los primeros síntomas de un serio trastorno disfuncional para la democracia norteamericana. Otros casos de agresiones verbales se han repetido por parte de Trump hacia la prensa.

Con respecto a estos temas, la puesta en práctica de la congruencia, la honestidad y la libertad de expresión es un ejercicio vital para que la luz se imponga ante la opacidad, las amenazas y la prepotencia de aquellos que se sienten y actúen por encima de la ley.

En Temas menos abrumantes...

Como se esperaba, la emisión de la final de La Voz Kids cerró la noche del domingo como absoluto líder de audiencia en su barra de horario, registrando más de 4.7 millones de televidentes.

La final, donde se impusieron la simpatía y calidad artística de Eduardo Barba, originario de Jalisco, e integrante del equipo Maluma, superó a su más cercana competencia en ese horario, por más de 162% de audiencia. La Voz Kids, realizado por Televisa, logró posicionarse durante todas sus emisiones como el programa más visto de los domingos de toda la televisión abierta.

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