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Sin crecimiento
Isaac Katz | Punto de vista
La presidenta desestimó el informe del INEGI de que en el tercer trimestre la economía se contrajo respecto del segundo trimestre en 0.3% y en 0.2% en su comparación anual. Además, se espera que para todo el año el crecimiento sea en el mejor de los escenarios un magro 0.4 por ciento.
Aunque ella le restó importancia al mal dato del desempeño de la economía, uno podría suponer que sí debe saber que si la economía no crece, las otras variables relevantes como empleo formal, salarios reales, personas que abandonan la condición de pobreza por ingresos y otras, es decir, todas las que contribuyen a un mayor progreso y bienestar social, tampoco experimentarían una mejora significativa.
También debe saber que, para que la economía crezca, es indispensable que aumente la cantidad y calidad de los factores primarios de la producción (capital y mano de obra) y, de manera muy relevante, que se incremente la productividad factorial total mediante una mayor eficiencia en la forma en que se utilizan los factores de la producción, así como por la introducción de cambios tecnológicos en los procesos de producción.
Respecto de la acumulación de capital fijo, los datos recientes no son para nada halagadores; por el contrario, indican una caída. Atendiendo a la información de la formación bruta de capital, con la reducción de 8.4% en septiembre se hilaron 13 meses consecutivos con tasas anuales negativas; esto sólo había sucedido en cuatro recientes ocasiones, todas caracterizadas por una recesión: 1995, 2001, 2009 y 2020. Que la IFB haya hilado caídas anuales desde agosto de 2024 indica el efecto negativo que han tenido las reformas al marco institucional que han mermado la certeza jurídica, particularmente las reformas energética, judicial y a la Ley de Amparo.
Peor aún, si tomamos en cuenta la depreciación efectiva del capital (no la fiscal), la caída de la inversión neta es mayor que la de la inversión bruta. Esto implica que en varias empresas privadas y en la infraestructura pública, la inversión realizada ni siquiera cubre la depreciación, por lo que el capital productivo efectivo está cayendo. Menor capital implica menor PIB e inversión neta cayendo implica menor crecimiento futuro.
El asunto se agrava todavía más si consideramos la contracción de la inversión pública en infraestructura. Obras como generación, transmisión y distribución de electricidad y en vías de comunicaciones y transportes son necesarias como complemento y detonante de proyectos privados. Si el sector público no invierte en infraestructura por sí mismo y menos aún en asociaciones público-privadas, difícilmente habrá mayor inversión privada.
Pasando al capital humano, el asunto no pinta mejor. La abolición de la reforma educativa de 2013 eliminó el incentivo para que los profesores invirtieran en su propio capital humano y ello se tradujera en una enseñanza de mayor calidad. Haberle regresado la educación al sindicato de profesores hace prácticamente imposible una mejora en la calidad del servicio educativo, hecho que se agrava con la “nueva escuela mexicana”.
Egresados de las escuelas gubernamentales de educación básica y media básica con bajo nivel de capital humano implica, por una parte, que no tengan los conocimientos necesarios para poder tener una mejor educación en niveles superiores, particularmente preparatoria y, por otra parte, se dificulta su inserción en el mercado laboral y encarece el entrenamiento en el trabajo, así como la introducción de cambios tecnológicos en la producción.
Esto último nos lleva a la fuente más importante de crecimiento, que es el aumento en la productividad factorial total, que se deriva, principalmente, de las mejoras tecnológicas en los procesos de producción. Una economía con una productividad factorial estancada experimentará bajo crecimiento porque sólo se daría con los limitados y bajos incrementos en los factores primarios de la producción.
Al respecto, en México tenemos una dualidad. Por una parte están los sectores ligados, directa o indirectamente, al comercio exterior, sea que produzcan bienes exportables o importables. El que las empresas compitan en los mercados internacionales las obliga a ser más eficientes y a introducir continuamente mejoras tecnológicas, lo que se refleja en una mayor productividad. Son precisamente estas empresas operando en el sector moderno de la economía las que han hecho la mayor aportación al crecimiento económico.
Tenemos, por otra parte, un enorme sector informal en donde labora casi el 30% de la fuerza laboral. Estas son muy pequeñas empresas, sin economías a escala y con una tecnología generalmente obsoleta. En consecuencia, la productividad factorial total está estancada, si no es que cayendo, por lo que, aunque contribuyen al empleo, no contribuyen al crecimiento de la economía. Las perspectivas no son buenas, ya que en lugar de reducir los costos de operar en la formalidad, con las reformas del arreglo institucional y otros factores como los aumentos a los salarios mínimos reales han inducido a varias empresas a transitar hacia la informalidad, sin que haya simultáneamente creación de nuevas empresas formales ni expansión de las que ya existen.
No se sorprendan si la economía crece muy poco durante los próximos años. Los gobiernos de la cuatroté han trabajado arduamente para que así sea.