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Opinión

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Selfimismados

Hace unos días fuimos testigos a través de redes sociales de dos impactantes accidentes en los que dos personas perdieron la vida por intentar hacerse una selfie con un ferrocarril en marcha. Uno en Brasil y otro en México, de hecho, pudieron ser tres pero una mujer corrió con mejor suerte. Este comportamiento digital, al que denominamos Selfitis, en La Tribu del Pulgar, ha generado lamentables acontecimientos, desde daños a obras de arte al interior de museos, inconvenientes en la vía pública y la muerte de personas en acantilados, montañas y paisajes de lo más inofensivo, por entrar en un estado de Selfimismamiento antes de hacer la foto. El estado de Selfimismamiento, es una alteración de los sentidos que altera nuestros códigos de conducta. Es un estado que ha logrado instalar la idea entre los prosumidores y produsuarios de contenido audiovisual en redes sociales, de que ya no necesitamos a nadie para instagramearnos e inmortalizarnos en una fotografía, en un espacio, en momento o acontecimiento. Selfimismados por un comportamiento que dispara el deseo por hacer de todo un momento instagrameable y compartir nuestro estatus en redes sociales, alimentamos una suerte de contagio cultural del que todos queremos ser parte en alguna medida. Este comportamiento digital parece haber puesto la inteligencia humana bajo su servicio, en el momento mismo en que colocó la etención comercial por encima de la atención humana. Resultado de una cultura de la distracción y la dependencia que acabó por subordinar irreflexivamente a las personas a la teoría del más tonto.

Ya nadie nos enseña a ver lo bello, ha dicho hace unos días Jean-Baptiste Andrea, ganador del premio Goncourt de la literatura francesa. Y es verdad. En el estado de Selfimismamiento las pantallas colonizan el cerebro humano y la tecnología digital modifica la cultura y la actividad cognitiva a niveles de estructura neurofísica, como señala que el filósofo Franco Berardi. Así las cosas, la Selfitis reemplaza la orientación humana, que antes solía ser a través de los sentidos, por mapas telemático provenientes de satélites instalados en aplicaciones digitales. Esto altera el entorno de las personas, sus códigos de convivencia, la capacidad de mirar, de detectar señales olfativas y auditivas en el ambiente, en el entorno, en su contexto y en la comunidad entera. La Selfitis y el estado de Selfimismamiento cancelan así la capacidad de redefinir y calibrar nuestro contexto.

Aquí es importante aprender a resistir ante la voracidad perceptiva de las redes, las plataformas y los dispositivos. Son los dispositivos digitales los que han puesto en funcionamiento excesivo la zona del cerebro conocida como el córtex prefrontal para mejorar la rapidez en las decisiones entre las nuevas generaciones y su adaptación al multitask. Acciones íntimamente ligadas a las emociones que generan una atención diferida, que en nada ayuda a la concentración y al buen desempeño escolar y laboral, puesto que lo multitask se desarrolla en detrimento de otra función de esta misma zona cerebral, que por su relevancia es más lenta, de distanciamiento, de síntesis personal y resistencia cognitiva, como bien apunta el especialista Olivier Houdé, quien subraya la importancia de poner en práctica la “resistencia cognitiva” para poder ecualizar los tres sistemas cerebrales que tenemos. A saber, el rápido, el automático y el intuitivo. El primero que exige el uso de pantallas y contenido gratificante, que es gobernado por la pulsión escópica; el segundo que es más lento, lógico y reflexivo, y el tercero que es el más ubicado (en el señalado córtex prefrontal) y permite arbitrar entre los dos primeros. Por algo es denominado por Houdé “el corazón de la inteligencia”, pues es el que inhibe los automatismos del pensamiento cuando se hace necesaria la aplicación de la lógica o la moral.

Los accidentes ocurridos a causa de la Selfitis no son solo imprudencias. Debemos entender que son también padecimientos y comportamientos digitales que pueden y deben ser atendidos desde la formación paciente en la resistencia cognitiva, si lo que queremos es desarrollar la pausa, la escucha y la capacidad de crítica ponderada. Elementos que nos ayudarán a recalcular nuestro entorno, nuestro contexto y comunidad. Se trata de enseñar, de aprender y reaprender a ver lo bello sin poner es riesgo la vida. De ser capaces de implementar los valores predigitales de conexión en un mundo en el que ya no nos quieren juntos, sino conectados.

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