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Opinión

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¿Qué piensa Europa sobre América Latina?

La percepción europea sobre América Latina ha sido tema de debate y análisis constante. No obstante, un informe reciente del think-tank español, Real Instituto Elcano, cuya presentación oficial tuvo lugar en febrero de este año con el respaldo del Banco Interamericano de Desarrollo, desafía estas percepciones. El reporte argumenta que muchas de las percepciones arraigadas carecen de respaldo empírico.

Los intercambios y entrevistas con líderes de centros de estudios en Europa, universidades, empresarios y gobiernos nacionales han proporcionado una visión más clara de las percepciones sobre América Latina. Estas percepciones, sin duda, provienen de narrativas en cuatro áreas fundamentales: económica, política, geopolítica y reputacional.

Las narrativas

Desde una perspectiva económica, prevalece la opinión generalizada de que la región ha desaprovechado repetidamente sus oportunidades para avanzar hacia el desarrollo, debido a su propensión a experimentar crisis macroeconómicas frecuentes y profundas, originadas por una combinación insostenible de políticas monetarias, cambiarias y fiscales.

En el ámbito político, de acuerdo a nuestras contrapartes europeas, se observa un desequilibrio notable en cuanto a la estabilidad política y la calidad democrática. Esto se entrelaza con un pesimismo apenas disimulado respecto a un retroceso democrático percibido por muchos en la región. El fenómeno se atribuye a la polarización política, el radicalismo de los gobiernos recién electos y los populismos de diversos signos ideológicos.

En términos geopolíticos, existe un sentimiento de derrota derivado de la convicción de que el fracaso económico y la inestabilidad política han llevado a Europa, y a Estados Unidos en menor medida, a desentenderse de la región. Esto ha abierto la puerta para que China se convierta en la potencia en una región creciente de proyectos de desarrollo y de necesidades financieras.

Un cuarto punto cardinal de suposiciones indica que las empresas europeas, que apostaron por la región en la última década del siglo pasado, han dejado de considerarla como una prioridad. Empresas del viejo continente, y en especial las españolas, han reducido sus inversiones, o al menos han disminuido su ritmo, en los países de América Latina. La región parece haber experimentado un deterioro en su reputación dada las pérdidas de valor que han experimentado dichas inversiones.

Datos matan relatos

El reporte titulado “¿Por qué importa América Latina?” del Real Instituto Elcano expone y documenta que las narrativas alrededor de América Latín no son necesariamente avaladas por datos. Veamos por qué.

El debate sobre el panorama político en América Latina ha sido intenso. Aunque el reciente estancamiento económico ha provocado un profundo descontento ciudadano y una fragmentación política, es crucial analizar estos eventos en el contexto más amplio de las tendencias globales. La región no es la excepción. A pesar de los desafíos, como las protestas y la polarización, la región ha mostrado una consolidación democrática sólida a través de los años, con una generación que ha adoptado el proceso electoral como la base legítima para la formación de gobiernos, y ello subraya una apuesta por la democracia.

El 67% de los ciudadanos latinoamericanos afirma que, a pesar de los posibles problemas, la democracia sigue siendo el sistema de gobierno más favorable. A pesar de algunas radicalizaciones políticas, no se observan cambios significativos en la autopercepción ideológica del electorado, que sigue mayoritariamente centrado. De hecho, un 68% de los latinoamericanos se identifican como pertenecientes al centro, centro-izquierda o centro-derecha.

Estos indicadores sugieren que los retrocesos recientes son más bien circunstanciales y podrían revertirse con cambios en el contexto global o un repunte económico regional. En cuanto al Estado de derecho, América Latina se sitúa en línea con otras regiones emergentes, con excepción de aquellos países que exhiben regímenes autocráticos o dictatoriales. Si bien hay desafíos, la región sigue demostrando una robusta adhesión a la democracia.

Por otro lado, América Latina ha experimentado avances significativos en su gestión macroeconómica en las últimas dos décadas, reflejados en la estabilidad de la inflación, el saneamiento de las finanzas públicas y la fortaleza de los sistemas bancarios. Estos logros se han traducido en una reducción notable en la frecuencia de crisis de balanza de pagos, deuda y financieras. América Latina ha pasado de ser protagonista, donde una de cada tres crisis globales ocurrió en la región entre 1974 y 2003, a ser un actor secundario: solo una de cada seis crisis globales tuvo lugar en América Latina en tiempos recientes. Desde 2004, esta tendencia ha experimentado una significativa moderación, a pesar de los impactos de la crisis financiera global de 2008 y la pandemia del COVID.

Aunque no se han alcanzado avances significativos en términos de convergencia con los niveles de ingresos per cápita de los países desarrollados, esto no es exclusivo de la región, ya que la mayoría de los países emergentes tampoco lo han logrado. De hecho, solo un reducido número de países ha alcanzado esos niveles de ingresos en los últimos setenta años.

A pesar de los retrocesos experimentados en países como Venezuela y Argentina, resulta innegable que las economías latinoamericanas han enfrentado dificultades relativas en su crecimiento. No obstante, el principal desafío de la región radica en revitalizar el crecimiento económico, no solo porque este facilitaría la convergencia con las naciones desarrolladas, sino también porque su ausencia podría provocar mayores tensiones sociales y problemas en la redistribución de recursos.

En este contexto, mientras que 11 países han enfrentado contratiempos respecto a retroceso económico, siete, como Colombia, Ecuador, México, Costa Rica, Brasil, Panamá y República Dominicana, han liderado en la reducción de la brecha de renta per cápita. A pesar de los desafíos, los progresos políticos, económicos y sociales en la región han establecido los cimientos para un crecimiento sostenible y por lo tanto atractivo para el exterior.

Existe una percepción extendida de que tanto la Unión Europea (UE) como Estados Unidos (EEUU) han descuidado América Latina, dejando un espacio que China ha ocupado como el principal actor en la región. Sin embargo, los datos desafían esta noción. En primer lugar, México y América Central mantienen vínculos estrechos con EEUU en diversas dimensiones, desde económicas y comerciales hasta militares y humanas, como la migración, el turismo y la educación.

En relación con América del Sur, a pesar de que China ha ganado importancia en el ámbito comercial como un importante comprador de recursos naturales y un proveedor de productos manufacturados, la UE sigue siendo un actor fundamental. De hecho, América del Sur tiende a mantener una relación más estrecha con la UE, que destaca como el principal mercado para las exportaciones de alta tecnología de la región y como su mayor inversor, superando considerablemente a China en este aspecto.

A diferencia de China, la UE es el principal proveedor de equipamiento militar y el destino preferido para turistas, estudiantes y migrantes sudamericanos. Por lo que, aunque China ha surgido como un actor relevante en el ámbito comercial, la presencia y el compromiso continuo de la UE y los EEUU con América Latina son innegables en diversos sectores económicos y sociales.

Finalmente, el relato común sugiere que las empresas europeas se retiraron de América Latina después de las crisis económicas de 2001-2003, debido a la volatilidad y la baja rentabilidad de las inversiones, así como a la inseguridad jurídica y el escaso crecimiento económico en la región. Sin embargo, los datos desmienten esta afirmación. Entre 2007 y 2020, por cada 100 euros invertidos, 30 se destinaron a América Latina, mientras que 55 se dirigieron a EEUU y otros países desarrollados. Contrariamente a la creencia, por ejemplo, la inversión española en América Latina ha generado valor, con una rentabilidad bruta del 4.8% sobre el capital invertido, en comparación con el 3.5% en países desarrollados, de acuerdo con el reporte.

Un vistazo al futuro

La relación entre Europa y América Latina es compleja y multifacética. Si bien persisten desafíos, hay un potencial significativo para una asociación más estrecha y beneficiosa para ambas regiones en el futuro. Europa tiene el camino abierto para fomentar el multilateralismo, los valores democráticos y el desarrollo sostenible, al mismo tiempo que asegura un suministro confiable de materias primas estratégicas. Esta dinámica brinda incentivos tanto para Europa como para América Latina, quienes ven en esta asociación una oportunidad para fortalecer sus lazos y consolidar su posición en el mundo.

Antonio Reyes es doctor en Ciencias Políticas por University College London (UCL) de la Universidad de Londres. Actualmente se desempeña como analista para la Oficina de Desarrollo Humano del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo en Nueva York. Es miembro asociado del Consejo Mexicano de Asuntos Internacionales (COMEXI).

*Los temas de discusión, así como las opiniones y conclusiones presentados en este artículo, son atribuibles únicamente al autor.

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