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Los platos rotos

El presidente de Estados Unidos acusó al Gobierno de México de aliarse con los cárteles del narcotráfico y en Palacio Nacional reaccionaron con mensajes nacionalistas, en defensa de la soberanía.
Es cierto, los señalamientos de Donald Trump no tienen precedentes, pero no son inesperados. Desde su campaña electoral, el hoy mandatario estadounidense había delineado su plan: presionar a México y preparar el terreno para sus afanes.
Y desde antes de ganar la elección, Claudia Sheinbaum sabía que tarde o temprano pagaría los platos rotos durante la administración de Andrés Manuel López Obrador (AMLO), quien evitó la confrontación directa con los cárteles de la droga. Con la política de abrazos, no balazos, AMLO ofreció a Trump el pretexto perfecto para sus discursos incendiarios.
Durante el primer sexenio de la llamada Cuarta Transformación (2018-2024), el Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG) y el Cártel de Sinaloa se apoderaron de grandes extensiones del territorio mexicano y creció también la presencia del Cártel del Golfo, el Cártel del Noreste, La Familia Michoacana, Los Zetas, Los Templarios, Los Chapitos, Los Beltrán Leyva, el Cártel de Caborca, Los Talibanes, Los Rojos, Los Salazar y Los Viagras, entre muchas otras células delictivas.
Todos los días, los grupos criminales han mostrado su crueldad y poder de fuego con masacres, ejecuciones, narcomantas, cobros de piso, secuestros y hasta el asesinato de funcionarios, policías y políticos, dejando un doloroso saldo de 199 mil 952 homicidios y 53 mil 296 personas desparecidas, sólo durante el sexenio anterior.
Lo extraño sería que esta espiral de violencia pasara desapercibida para nuestro vecino país del norte. Son cifras que reflejan, en forma contundente, la falta de seguridad y justicia, exacerbadas por la presencia y el poder de los cárteles de la droga.
No hay que olvidar que, apenas en enero del año pasado, las revelaciones publicadas por periódicos estadounidenses alimentaron las campañas de NarcoPresidente y NarcoCandidata en las redes sociales.
Hoy sabemos que la presidenta Claudia Sheinbaum logró retrasar un mes la imposición de nuevos aranceles comerciales y que utilizó la carta de la Guardia Nacional para frenar la migración y la entrada de drogas ilícitas a Estados Unidos, especialmente el fentanilo.
La nueva estrategia de seguridad que ha puesto en marcha el secretario de Seguridad y Protección Ciudadana (SSPC), Omar García Harfuch, representa un cambio esperanzador. Pero de poco servirá la detención de los llamados generadores de la violencia, si persisten las relaciones entre los criminales y la clase política.
Llegó la hora de sacudirse a personajes como Rubén Rocha Moya, Américo Villarreal, Evelyn Salgado y Cuauhtémoc Blanco. Es preciso distanciarse, claramente, de aquellos personajes que han sido señalados de tener vínculos con el crimen organizado.
El intervencionismo militar de Estados Unidos es un fantasma conocido en América Latina y es una historia que no puede ser desdeñada, sólo para proteger el legado criminal de un jefe político.
Sí, es tiempo de cerrar filas en torno a la Patria y la soberanía sin importar el color ni la ideología de las trincheras. Pero también es tiempo de abrir el paso a las labores de inteligencia e investigación para desmantelar las redes de complicidad política que los criminales han alimentado durante décadas.
Claudia Sheinbaum se resiste a señalar culpas, pero sabe que sólo deslindándose del expresidente, su gobierno podrá salir adelante de las presiones de Donald Trump.

