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Ante aranceles e inseguridad nacional

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OpiniónEl Economista

Cierto, uno no escoge dónde nacer, pero en donde nos toque debemos agradecer, conocer y aprender a amar el lugar. No me dejo arrastrar por un equivocado patriotismo, pero me enorgullece mi país, su historia y su cultura, conozco su potencial y sufro sus dolores.

Creo en la verdad de Kennedy: no preguntes qué puede hacer la patria por ti, mejor pregúntate qué puedes hacer por tu patria. Ante mis hijos, alumnos y amigos jóvenes siempre me digo: no te preocupes por qué país le vas a dejar a tus hijos, sino qué hijos le vas a dejar a tu país. Porque solo formando ciudadanos responsables y serios estaremos contribuyendo a un mejor futuro no sólo de México, sino de la humanidad.

Este país es nuestro, hay que sentirlo nuestro, porque solamente de esa manera lo estaremos cuidando y conservando. Nadie cuida lo ajeno, como cuida lo propio.

Por lo vivido, a mis jóvenes, puedo asegurar: el mundo no ha cambiado mucho. Sigue siendo el mismo que a veces dio pasos agigantados como cuando descubrió el fuego, inventó la rueda o creó la imprenta. Es el mismo mundo que dibujó en las cuevas y luego plasmó en los lienzos las más significativas pinturas guiado por sus brillantes pintores. Es el mismo que utilizó el sonido para ahuyentar a sus depredadores o matizó ese sonido en sus tambores de guerra para posteriormente, crear el piano o el violín y componer las mejores melodías.

Lo único que ha cambiado son las circunstancias en que vive, pero el humano sigue siendo el mismo. Siempre estamos en medio de tempestades. Saber distinguir esos momentos, es saber identificar oportunidades. Seamos valientes y hagamos fila del lado del optimismo; dejemos el pesimismo para los cobardes.

En la historia de la humanidad no hubo mejores tiempos. No habrá mejores tiempos. El hombre ha vivido las circunstancias que le tocaron en el lapso de su vida. Nuestros bisabuelos no tuvieron mejores oportunidades, y nuestros bisnietos tampoco tendrán las cosas fáciles. El secreto está en la manera como enfrentamos las cosas que existen mientras pasamos por la vida.

Me atrevo a decir que desde el primer hombre en la tierra y hasta llegar al hombre del teléfono celular, sigue siendo el mismo, lo siguen moviendo el amor, la esperanza, el optimismo, la valentía o la solidaridad; y no se ha podido desprender del odio, de la envidia, del egoísmo, o el rencor. Así como nada ha cambiado entre la noche y el día entre lo obscuro y lo claro, seguimos siendo los mismos.

Este país necesita sacudirse sus problemas para entender su grandeza. Sólo así contemplará la belleza de sus ríos, hoy heridos por la contaminación. Debe revalorar su pasado para comprender la grandeza de quienes lo antecedieron y le dejaron obras arquitectónicas majestuosas como las pirámides; debemos entender que la riqueza y la belleza van de la mano, sólo así comprenderemos la majestuosidad de los cerros, de la selva, del desierto, de los mares, de los volcanes que se encuentran en nuestra inmensa geografía.

En la medida que vayamos reflexionando en esto, encontraremos nuevas tareas, una de ellas es comprender lo distintos que somos en color, fisonomía y rasgos físicos, como en lengua y costumbres. Etnias y mezcla entre lo prehispánico y español, es nuestro antecedente; esa debe ser una fortaleza, no un defecto. Para todo ello, convivencia y respeto, son las claves para seguir adelante.

México es para disfrutarse y defenderse. Estemos conscientes de ello y con orgullo y valentía, llamemos al compromiso social, nos debemos a la comunidad. Si no lo hacemos, voces demagógicas nos dividirán, destruirán nuestra casa y la reparación será lenta y costosa, esa es la realidad.

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