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Marx

Ilustración EE: Nayelly Tenorio
Pues ahora resulta que Vasconcelos, Torres Bodet, Agustín Yáñez, Miguel González Avelar y todos los secretarios de Educación de este país durante los últimos cien años (incluido Bartlett), se dedicaron a difundir el temible “modelo neoliberal” (cualquier cosa que esto sea). Ay, caray…que fuerte.
Hay que decir también que todos los miles y miles de maestros que durante decenas de años formaron a los niños y jovencitos mexicanos favorecieron el racismo y utilizaron pruebas estandarizadas que segregaban a la sociedad. Todos estos malvados (de seguro traidores a la patria) daban una educación meritocrática, elitista, patriarcal y cometían y cometen el grave pecado de formar individuos para competir y no para compartir. ¡Órale!
Además, dijo el inolvidable Marx Arriaga, director de materiales educativos de la SEP (¡el que declaró que leer por placer era un acto neoliberal!) que la educación se había convertido en un negocio que absorbe miles de millones de pesos (¿será por las carretadas de dinero que se le dan nuevamente a la CNTE para tenerla como clientela?) y que se va a acabar con todo esto.
Más allá de la ironía, el tema es muy preocupante. Dice una autora tan sabia como Hannah Arendt que la educación es lo primero que se destruye cuando emergen los totalitarismos. La búsqueda del conocimiento y la universalidad que conlleva la educación no pasa por el intento de imponer un pensamiento único. El verdadero propósito de la educación, creemos muchos, se trata de comprender y pensar. Las limitaciones impuestas para estrechar la comprensión y reducir a una las diversas formas de entender el entorno resultan siempre por definición antidemocráticas. Podemos permitir que esto suceda solo si aceptamos que la libertad es un impedimento. Yo me niego a ello.
Educar y aprender no es acumular conocimientos, es tener acceso a ellos y elaborar nuestros propios juicios y evaluaciones. Y todo eso es lo que posibilita la convivencia. Las ciudades, las civilizaciones, nacieron gracias a la capacidad de aceptar al otro y vivir todos sometidos y protegidos al mismo tiempo por la ley. Si no se dan estos supuestos nuestra libertad está en problemas.
Los autoritarismos crecen y se nutren de una educación a modo, que adoctrine en vez de enseñar a pensar.
Me gustaría si se me permite una sugerencia al Sr. Marx (no Karl sino Arriaga) la educación no debe unirse a la ideología. Dicen los estudiosos del tema que deben transcurrir en carriles separados, y los demócratas estamos de acuerdo con ello. Educar (o gobernar) no puede tratarse de imponer a todos la verdad a la que llegó uno o cuando mucho un grupo de individuos. Debemos oponernos con pasión y vehemencia a uniformar nuestras convicciones. En eso sí creo.
