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Opinión

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Mario Molina Pasquel

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Tere Vale

La entrevista que parcialmente hoy les presento, la realicé en el año 2008 y forma parte de mi libro: “De frente y de perfíl” de Editorial Norma. Con tristeza por su prematura partida y con la misma admiración de entonces recuerdo a este destacado mexicano. Era un gran científico y un gran señor.

Hoy, cuando la investigación científica en México se ve tan amenazada y despreciada por nuestros gobernantes, la entrevista con Don Mario me hace pensar que todo tiempo pasado fue mejor. En México ha habido tres premios Nobel. El primero, y menos conocido, fue el de la Paz, concedido en 1982 al embajador Alfonso García Robles por su trabajo diplomático en relación con el desarme nuclear; en 1990, nos emocionamos con el de Literatura, otorgado a Octavio Paz, por su obra “apasionada, abierta sobre los vastos horizontes, impregnada de sensual inteligencia y de humanismo íntegro”; y, en 1995, el otorgamiento del Nobel de Química a Mario Molina Pasquel nos conmovió, ya que era el primer mexicano que recibía esta distinción en el campo de la ciencia.

El doctor Molina fue una celebridad. Distinguido maestro universitario, invitado frecuente a foros y conferencias magistrales en las más reputadas universidades del mundo, investigador incansable que continúo inmerso en su trabajo, dedicado a la promoción del cuidado del ambiente.

Tere Vale:¿Cuál fue su primer encontronazo con la ciencia?

Mario Molina: Fue por medio de la lectura. De niño leía novelas y cuentos de piratas, cosas de ese tipo, pero por alguna razón comencé a leer biografías de científicos que me entusiasmaron mucho y empecé a hacer experimentos con juegos de química y con microscopios, lo cual me fascinó y me entretuvo mucho.

Tere Vale: Se dice que cuando usted vio un paramecio y una amiba en el microscopio se deslumbró, ¿es verdad?

Mario Molina: Sí, para mí era descubrir un mundo nuevo, algo que a simple vista no se puede ver. Con un aparato relativamente sencillo se puede descubrir todo un mundo que no es accesible al ojo; cosas que no sabía que existían. Entonces me surgió toda la curiosidad acerca de cómo se descubrieron, cómo viven estos minúsculos seres, en fin. Los niños tienen una curiosidad innata por saber cómo funcionan las cosas y yo creo que todo esto fue parte de mi encuentro con la ciencia.

De acuerdo con mis amigos, que me gustara el colegio y esas cosas relacionadas con el saber era un poco extraño. Este hecho me hizo y me ha hecho pensar y reflexionar mucho, incluso después de varios años, pues es un reflejo de lo mal que estaba y sigue estando una buena parte de la educación en nuestro país y en otras partes del mundo, empezando por la primaria, de la que hacemos algo tan aburrido que los niños pierden interés por aprender. Entonces, con mis amigos jugaba, hacía deportes, muchas cosas de ese tipo; mientras que todo lo que estaba conectado con la escuela, desde muy niño, lo hacía yo solo, por mi lado y cuenta.

Tere Vale: ¿Por qué no se dedicó a la biología si le gustaba tanto el microscopio? Al ser su primera probadita de la ciencia, ¿nunca pensó en dedicarse a esta parte de la ciencia?

Mario Molina: De muy niño no tenía definido a qué rama de la ciencia me iba a dedicar. Después, al seguir estudiando en secundaria y preparatoria, descubrí que me gustaban mucho las matemáticas, por lo que me quería inclinar por la física, que usa muchas matemáticas, o las matemáticas en sí mismas. Sin dejar la química, lo cual fue una extensión natural para mí, quería combinar todos estos conocimientos, pero, por circunstancias de la época, no sabia cómo hacerlo. Hoy en día, sí hay manera de trabajar conjuntamente con las matemáticas, con la biología y la física; pero no era lo natural, lo normal, cuando yo era niño.

Tere Vale: ¿Tengo entendido que al mismo tiempo le gustaba tocar el violín?

Mario Molina: Sí, sí, también me gustaba mucho.

Tere Vale: ¿Quién le enseñó a tocar el violín?

Mario Molina: Primero aprendí con esta tía y después tomé clases. Cuando tenía 11 años, al terminar la primaria, mis papás me mandaron dos años a Suiza, un poco para reforzar el interés que tenía por la ciencia y porque el alemán sería un idioma de utilidad e importancia para mis estudios. Entonces estuve en un internado donde pude seguir aprendiendo ciencia, pero además tuve la oportunidad de seguir tocando el violín, cosa que me gustó mucho.

Tere Vale: ¿Cómo llegó la decisión de estudiar ingeniería química?

Mario Molina: Por lo siguiente: me gustaban las matemáticas y me iba bien en la escuela con ellas; por otro lado, me gustaba la química y hay una rama de la química que se llama físico-química que es muy cuantitativa, en la que se usan muchas matemáticas. En aquel entonces no era una carrera que estuviera bien establecida, ahora sí existe, sobretodo en universidades de primera línea en Estados Unidos, y no tuve esa opción en México. En ese tiempo la ingeniería química era la disciplina que estaba más cerca de la físico-química, que es una rama de la ciencia que hay que aprender para aplicarla como ingeniero químico. Esa opción sí me funcionó, realmente pude aprender físico-química, pero no tantas matemáticas ni tanta física como me hubiera gustado.

Tere Vale: ¿Por qué se decidió por Berkeley?

Mario Molina: Funcionó muy bien, porque ya había estudiado matemáticas y física, lo que sentía que me faltaba. Seguía muy interesado en dedicarme a la investigación científica. Entonces, en Berkeley, hice un doctorado en ciencia muy fundamental, con la físico-química como eje que era lo que más me gustaba desde antes de empezar la carrera.

Tere Vale: A menudo los grandes hallazgos o descubrimientos son en alguna medida inesperados, no son los planeados. ¿Existe un grado de azar en toda investigación?

Mario Molina: Efectivamente, eso ocurre muy a menudo en la ciencia, no es siempre la manera como funciona, pero sucede frecuentemente. En la ciencia experimental uno debe interpretar qué es lo que está pasando; hay que estar muy listo para encontrar los hallazgos y derivados, y pensarlos y analizarlos; saber qué es de trascendencia y qué no. La mayor parte de los resultados nuevos no tienen consecuencias, pero uno tiene que estar abierto y dispuesto a analizar a profundidad lo que está pasando para, posiblemente, encontrar asuntos trascendentes.

Tere Vale: ¿Cuántos años transcurrieron entre que realizan el gran descubrimiento y les conceden el premio Nobel?

Mario Molina: Pasaron aproximadamente diez años para que la comunidad internacional reconociera este esfuerzo. Para entonces no sólo nosotros trabajábamos en este tema, sino todo un grupo de colegas: queríamos asegurarnos de que la hipótesis original se comprobara plenamente. Diez años después hubo reuniones, gracias a la intervención de Naciones Unidas, con diplomáticos de todos los países del mundo para empezar a resolver el problema de la capa de ozono. Se creó el llamado Protocolo de Montreal: un acuerdo internacional que al principio era relativamente débil, pero que fue un buen arranque para empezar a reforzar nuestro trabajo. Pasaron otros diez años, o sea que fueron en total veinte, para que se estableciera con claridad ese acuerdo internacional y se estipulara que estos gases no iban a fabricarse más en la Tierra.

Tere Vale: Los cambios en los productos en aerosol están involucrados en este tema, ¿verdad?

Mario Molina: Sí, pero lo de los aerosoles fue más fácil de resolver. Ya existían tecnologías que no hacían necesario usar este tipo de latas de aerosol. Todavía existen pero no usan estos compuestos. No se fabrican ahora y, por lo tanto, ya no afectan la capa de ozono; esto sucede desde hace más de una década.

Tere Vale: ¿Cómo se enteró de que iba a recibir el premio? ¿Dónde estaba usted?

Mario Molina: En verdad no sabía que lo iba a recibir, hasta que me hablaron por teléfono y me dijeron que ya me lo habían otorgado. Estaba en mi casa, en Boston, cuando me enteré. Eran las nueve de la mañana; si hubiera estado en California, hubieran sido las seis de la mañana. La tradición es que una vez decidido el premio en Suecia, se avisa inmediatamente por teléfono a los ganadores.

Tere Vale: ¿Usted no lo sospechaba?

Mario Molina: No, yo no me las olía; aunque algunos colegas me habían dicho que era candidato, que estaba en alguna lista de los probables, pero nunca le hice mucho caso a esto. Realmente sí fue una gran sorpresa.

Misión cumplida Don Mario, descanse en paz.

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