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La ciencia de tu interior
A lo largo de nuestra historia como civilización hemos logrado contemplar maravillas nunca imaginadas por nuestros ancestros, como la formación de una estrella (o la muerte de una menos afortunada), las imposibles criaturas que pueblan las grietas del fondo marino, la división celular, e incluso el sistema nervioso en el interior del cuerpo humano en pleno funcionamiento. Acaso por eso es que rara vez pensamos en nosotros como uno de los animales en la cúspide de la carrera evolutiva, poseedores de un cuerpo que lleva en su interior todo lo necesario para funcionar durante muchos años, dentro de ciertos parámetros, con sólo agua y comida.
Usted, querido animal lector, es una máquina mucho más compleja y sorprendente de lo que quizás imagina. Pruebe a levantarse, dar una vuelta y hacer una flexión; coja un vaso con agua y bébalo y habrá puesto en marcha una gran parte del sofisticado mecanismo que le conforma y soporta su “Yo”. Somos un mundo cada uno de nosotros, y llevamos milenios intentando conocerlo, cómo está compuesto y cómo se relacionan y comunican las partes que lo conforman; cómo funciona, se repara a sí mismo y nos mantiene vivos. Para responder estas preguntas es que hemos creado dos ciencias, la anatomía y la fisiología (hay quienes sostienen que la segunda es parte de la primera, una división) y gracias a eso hoy estamos más cerca que nunca de comprender totalmente cómo funciona nuestro cuerpo.
Los últimos cálculos dicen que hay alrededor de ¡35 billones! de células en un cuerpo promedio divididas en más de 200 tipos conocidos hasta hoy, desde los minúsculos eritrocitos que le dan el color rojo a nuestra sangre, hasta las neuronas motoras que van desde la punta del pie hasta la base de la columna y que miden más de un metro. Hay células especializadas en todo tipo de funciones, desde formar huesos, conducir electricidad, matar a los invasores, transportar oxígeno... Las células se unen formando tejidos como los músculos, la sangre, los huesos, u órganos como el cerebro, la piel o los riñones; algunos órganos también se unen para conformar sistemas más complejos, como el hígado, estómago e intestino, que trabajan juntos para convertir esa hamburguesa que comimos en energía y materiales para autorrepararse, sin que nosotros tengamos ni que pensar en ello.
Todo esto da forma al cuerpo, el de tu perro y el tuyo propio, el epítome de la organización celular, en un sistema cerrado que funciona con independencia de las condiciones en el exterior, donde miles de millones de células trabajan al mismo tiempo y de manera constante, manteniendo nuestra temperatura y presión sanguínea en niveles óptimos, dispersa el oxígeno y el alimento que necesitamos, y se encarga de los patógenos que ingerimos en un complicado equilibrio, la homeostasis. Nuestra supervivencia depende de mantener ese equilibrio entre energía, agua, oxígeno y nutrientes en la proporción correcta, y esto requiere invariablemente una comunicación inmediata e inequívoca entre los diferentes sistemas que gobiernan nuestro cuerpo.
Sistemas tan complejos como el nervioso que incluye la red eléctrica que llevamos dentro, capaz de transmitir señales a través de todo nuestro cuerpo casi a la velocidad de la luz; el endocrino que utiliza señales químicas para comunicarse con órganos y tejidos de todo el cuerpo y que regula nuestro metabolismo, temperatura y hasta cambios de humor; o el sistema óseo que da estructura a nuestro cuerpo y protege nuestros órganos, son maquinarias biológicas sumamente complejas, apenas comprendidos recientemente por la ciencia moderna, y aún no del todo. Las hormonas, neurotransmisores, la síntesis del ATP (la molécula base de que se alimentan todas nuestras células) la función del hígado, esa sorprendente fábrica interior que controla miles de sustancias al mismo tiempo en un delicadísimo equilibrio, el corazón que late sin parar desde el nacimiento hasta la muerte sin necesidad alguna de intervención por parte del huésped, por poner unos ejemplos, forman parte de la compleja y maravillosa maquinaria que somos. Para seguir conociendo más del portento que es el cuerpo humano, los sistemas que lo conforman y el funcionamiento de éstos, se necesita más tiempo y más espacio del que disponemos el día de hoy, pero un viaje a nuestro interior, comenzando por los tejidos básicos que nos conforman, bien vale la pena. Le invito a que continuemos asombrándonos juntos la próxima semana.

