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¡Indignémonos!

En el día más violento del sexenio, con 108 asesinatos en el país, Claudia Sheinbaum enumeró con desparpajo los “logros” del gobierno, pretendió usar la represión en Atenco en 2006 contra Xóchitl Gálvez, a la que achaca por lo visto todos los males de los gobiernos del PRI y del PAN, y enarboló una agenda ecologista que las políticas de “la 4T” en el sureste y las suyas en la CDMX contradicen. La aspirante a sucesora de un presidente que minimiza con risas masacres horrendas y descalifica a las víctimas, parece creer, como éste, que con falacias se puede negar la expansión del crimen organizado o los males de la militarización y que difundir su deformada visión del país basta para “transformar” la realidad. La mala noticia para el régimen y sus pretensiones continuistas es que ni los hechos ni las experiencias de las víctimas se borran. La mala noticia para la ciudadanía es que la extrema tolerancia social ante la violencia y la mentira ha contribuido a normalizarlas. Sin sentido crítico, indignación y acción colectiva, nada va a cambiar.
Hace 13 años, el asesinato de Juan Francisco, hijo del poeta Javier Sicilia, detonó el Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad, en el que participaron decenas de miles de personas, indignadas por la violencia del crimen organizado y de corporaciones oficiales. Para entonces la mal llamada “guerra contra el narco” llevaba más de tres años con resultados desastrosos, como el aumento de homicidios, feminicidios y violaciones, mientras la creciente violencia criminal y militar asolaba principalmente el norte del país. Ya nos había aterrado también el asesinato de Marisela Escobedo, cuya única culpa (para el Estado) había sido buscar justicia para Rubí, su hija asesinada. A finales del sexenio de Fox y bajo la gubernatura de Peña Nieto, la brutal represión contra pobladores de Atenco, en el Estado de México, había impactado a la opinión pública. De la defensa de este crimen, que hiciera el exgobernador y candidato presidencial ante estudiantes de la Ibero, y de la descalificación de éstos en los medios, surgió el #YoSoy132 que movilizaría a miles de jóvenes.
La indignación ante la violencia estatal, en este caso la impunidad de las desapariciones, detonó la acción colectiva de madres y familiares de personas desaparecidas que organizaron en 2012 la primera Marcha por la Dignidad Nacional, por la Verdad y la Justicia, que se reunirá de nuevo este 10 de mayo. La desaparición de 43 normalistas de Ayotzinapa y el asesinato de otros jóvenes en Iguala también detonó protestas. El actual presidente que entonces usó políticamente este “crimen de Estado” ha sido incapaz de contribuir a su esclarecimiento y se ha negado a recibir a los padres y madres de los estudiantes.
Estos antecedentes de movilización ciudadana contrastan con la aparente indiferencia de la sociedad ante las masacres, asesinatos, extorsiones, despojos y múltiples violaciones de derechos humanos, a manos de criminales y agentes estatales. Sí, cientos de miles de chicas y mujeres han tomado las calles contra la impunidad de feminicidios, violencias machistas y desapariciones, negadas también por el gobierno actual. Se han dado marchas en defensa del INE y de la Suprema Corte, en defensa en última instancia de la legalidad y de la democracia. Pero vemos pasar asesinatos de periodistas, ambientalistas y madres buscadoras, sabemos de homicidios de personas trabajadoras que no pueden pagar 300 pesos de cuota a criminales en Acapulco y otros lugares, oímos que se puede mandar matar “a quien estorbe” por 5,000 pesos. Sentimos angustia… Pesa más, sin embargo, la impotencia o la carga de la cotidianidad.
A estas alturas del sexenio, quizá no haya ni organización, ni decisión, ni claridad suficientes para detonar un movimiento colectivo contra una política que ha exacerbado la inseguridad, la violencia y la impunidad y minado la democracia. La indignación, sin embargo, también puede manifestarse en las urnas.

