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Opinión

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8 de marzo

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Guillermo Deloya Cobián

Mucho hay por lograr aún. En un México donde la precarización laboral sigue lacerando y volviendo vulnerable a la mujer, en donde el reconocimiento de sus derechos continúa en la aspiración y en donde, en el más grave escenario miles de mujeres pierden la vida por cobarde violencia...

Un movimiento de conciencias con sólidas bases, de justa demanda, con causa visible y con adeptos convencidos es una fórmula que pocas veces se encuentra integralmente. De ahí, existe un trazo con una línea tenue que divide el núcleo reconocible de la lucha con el oportunismo político y la violencia. El ya irrenunciablemente presente 8M es una exigencia a la justicia y a la vida que se ha arraigado como un recordatorio de una gran cantidad de condiciones de inequidad que se habían normalizado en contra de la mujer. Sin embargo, mantener químicamente puro un movimiento cuya manifestación mediática visible es la gran marcha del 8 de marzo, debe ser ya de suyo uno de los objetivos que permitan el avance con positiva recepción social de lo que nadie debe cuestionar. La violencia no puede denunciarse con violencia.

Pero la lucha por entender a plenitud lo que el ejercicio de la igualdad en una sociedad como la mexicana involucra, es sin duda una tarea titánica. No es fácil encontrar desde el seno de familia un ecosistema de referentes femeninos que permita el reconocimiento de la contribución de la mujer.

Estamos en la urgencia de arraigar la idea desde la muy temprana infancia, de que ni la historia ni las conquistas sociales son patrimonio exclusivo de los varones; es deseable que la educación se oriente a mostrar y a arraigar con convencimiento que este ya no es un mundo en donde se pueda siquiera pensar en la exclusión de la mujer en los espacios de decisión o de poder. El cambio paulatino de un modo de pensar que ha estado presente de forma inveterada ha sido en si una conquista importantísima, sin embargo, no es desde la confrontación ni el antagonismo en donde se pueda encontrar tierra fértil para proseguir en ese camino de cambios.

Por ello, la ruta debe ser aparejada y conjunta; donde mujeres y hombres aspiremos a una sociedad que no conciba como una grácil concesión el escuchar el reclamo y la inconformidad razonada. Todos, absolutamente todos tenemos la responsabilidad de encaminar positivamente la lucha feminista hacia logros concretos que, dicho sea de paso, para todos por igual son deseables.

Mucho hay por lograr aún. En un México donde aún la precarización laboral sigue lacerando y volviendo vulnerable a la mujer, en donde el pleno reconocimiento de sus derechos continúa en la aspiración y en donde, en el más grave y doloroso escenario miles de mujeres pierden la vida o la integridad por cobarde violencia, no podemos estar conformes.

Debemos abanderar las causas con responsabilidad y estructura para llevarlas a desenlaces positivos. No es plausible, aunque a veces comprensible por la desesperación, pactar con la violencia como expresión del reclamo. La mujer mexicana es no solo más de la mitad poblacional del país, es la mejor mitad de nuestra patria; enaltezcamos esta conmemoración pactando logros futuros e inmediatos para la lucha, seamos aliados hacia un futuro más justo.

Twitter: @gdeloya

Guillermo Deloya Cobián

Guillermo Deloya Cobián es oriundo de Puebla, licenciado en derecho, con especialidad en derecho fiscal, maestro en economía y gobierno y doctor en planeación estratégica y políticas de desarrollo. Actualmente cursa la maestría en escritura creativa en la Universidad de Salamanca. Es articulista y comentarista en diversos medios de comunicación nacionales y locales, ha publicado ocho libros, además de diversos ensayos en temas que van desde lo económico, político y jurídico, hasta una novela histórica ubicada en el siglo XVIII. Es comentarista y analista en temas de política, economía y jurídicos en ADN40. Ha desarrollado una constante actividad docente como profesor universitario tanto en Puebla como en la CDMX. Cuenta con una trayectoria en el sector público de veintiocho años donde ha ocupado cargos en los ámbitos federal y estatal, en la Procuraduría General de Justicia de la Ciudad de México, en la Procuraduría General de la República, en la Secretaría de Hacienda y Crédito Pública, en el Consejo de la Judicatura Federal y el Gobierno del Estado de Puebla, fue Coordinador del Instituto Nacional para el Federalismo y el Desarrollo Municipal, INAFED, de la Secretaría de Gobernación y ha ocupado diversos cargos partidistas.

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