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Cuando el riesgo se vuelve realidad

Como comentamos en el artículo de la semana pasada, el administrador de cualquier tipo de entidad tiene la obligación de proteger el patrimonio de esta y de todos aquellos que tienen sus intereses en la misma, y en consecuencia la continuidad de sus operaciones. Para esto, él y su equipo ejecutivo toman todas las previsiones y elaboran todos los planes de contingencia que deben ser aplicados en el caso de la ocurrencia de sucesos que afecten a la entidad.
La ocurrencia de asuntos que afecten el patrimonio o la operación de la entidad, no siempre son evidentes o su impacto no siempre se percibe de una clara manera. Por ejemplo, la vibración de un equipo operativo puede pasar desapercibido, pero puede ser la señal anticipada de que algo muy grave está sucediendo en su interior.
Otros ejemplos de lo anterior, pueden ser una ligera caída en la calidad de los productos o servicios, la pequeña baja en la demanda del mercado de estos, o el pequeño incremento en la antigüedad promedio de las cuentas por cobrar.
Un evento no tangible que también es un asunto que pueda afectar el patrimonio de la entidad es la imagen de la entidad y de su nombre que los terceros interesados puedan tener de ella. Esta imagen puede ser afectada por asuntos reales o por asuntos que los interesados percibir como negativo de la entidad.
La percepción de los eventos también puede ser engañosa, puede haber asuntos que puedan causar un gran impacto emocional, pero que, en términos reales, no afectan a la entidad, su patrimonio o sus operaciones.
La administración debe tener políticas y procedimientos para administrar los riesgos y eso implica que tiene los sistemas de información y comunicación para identificar los eventos que puedan afectar a la entidad y a partir de eso, llevar a cabo, entre otras, las siguientes tareas:
Analizar la magnitud del problema y sus posibles cochivonsecuencias sobre la operación y finanzas de la empresa.
Mantener informados a todos los grupos de interés, incluidos empleados, accionistas y clientes, sobre la situación y las medidas que se están tomando.
Poner en marcha los planes previamente establecidos para atender las consecuencias del asunto o implementar las medidas de mitigación necesarias, lo que puede incluir la reasignación de recursos e implementación de soluciones temporales.
Evaluar las causas del evento y su impacto para ajustar las estrategias de gestión de riesgos y prevenir futuras incidencias.
Supervisar continuamente la evolución de la situación y hacer ajustes según sea necesario para asegurar la estabilidad de la entidad.