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El ecosistema de la innovación
Nota del editor: Javier López Casarín, emprendedor de Reinventando a México, nos comparte su visión sobre la innovación y qué se requiere para que más países se transformen, así como el papel de la tencología en la evolución.

Nota del editor: Javier López Casarín, emprendedor de Reinventando a México, nos comparte su visión sobre la innovación y qué se requiere para que más países se transformen, así como el papel de la tencología en la evolución.
Los cambios vertiginosos provocados por las tecnologías exponenciales, red 5G, el internet de las cosas, la inteligencia artificial, los nanorobots, el blockchain, el big data, la realidad virtual, la impresión 3D, los vehículos autónomos y el aprovechamiento de las energías renovables nos conducen a preguntas profundas en cuanto a conocimiento, educación, formación y actitud.
La evolución en los campos de la medicina y salud, comunicación y lenguas, economías y mercados, educación y sus contenidos, personas y la convivencia ocurre diariamente, no es despectiva y pronto nos alcanzará a cada uno de nosotros llevándonos a vidas más longevas en un mundo digital y conectado.
Ante esta realidad, surgen muchas interrogantes, como país, como sociedad, comunidad e individuos: ¿estamos preparados?, ¿Por qué fuimos más un país de construcción de fortalezas en lugar de flotas? ¿En dónde nos perdimos? ¿Nos gusta lo que vemos?
¿Por qué hay países que hace tan sólo algunos años tenían economías del tamaño de la nuestra y hoy se encuentran en mucho mejores condiciones económicas y sociales? ¿Tendrá que ver con estos avances tecnológicos e innovación?
¿Acaso existe un planteamiento, una estrategia nacional o políticas públicas y privadas que fomenten la innovación y el emprendimiento con miras a mediano y largo plazos en México?
A esta última pregunta debo contestar que no, o al menos no de una manera suficiente. Aún no somos conscientes, y menos estamos preparados, no sólo para adaptarnos, sino para ser actores de esta realidad. Históricamente hemos sido un país renuente a desplegar curiosidad y navegar. Preferimos no interactuar con el exterior, nos imaginamos víctimas recurrentes y nuestra posición pareciera ser pasiva, indiferente y hasta defensiva por antonomasia.
Pero mi manera de pensar es que debemos salir del fuerte, abandonar la fortaleza, correr el riesgo y descubrir nuestra capacidad de innovar; cuestiones, todas éstas, que constituyen sólo un grano de arena en el mar de posibilidades de la innovación: lo único seguro que tenemos es el cambio, nada es estático. Claro está que adentrarse en los límites del conocimiento implica riesgos, resiliencia y a veces hasta dolor o sacrificio.
Porque en las sociedades innovadoras el fracaso no es sinónimo de pérdida, sino de avance; es un indicador más de la ruta que se debe seguir para lograr algo nuevo. Para los innovadores, sus fracasos son sus mayores aprendizajes.
Es por ello que propongo transitar al origen y las personas; plantearse: ¿qué características tienen los innovadores? ¿Qué hay detrás de los individuos que buscan respuestas? ¿Qué motiva a dejar “lo seguro” y adentrarse a lo desconocido, a lo intangible? ¿Qué incita la persecución por el conocimiento y del entendimiento?
Los innovadores son personas que renunciaron al confort de lo conocido; dejaron tierra y navegaron hacia el horizonte, con la intuición de que con el riesgo y la aventura encontrarían algo nuevo. Navegar fue siempre la quintaesencia de la curiosidad humana, el motor del conocimiento y la riqueza. Hoy, el equivalente es la exploración del espacio, de los genes, de lo nano; la acumulación, clasificación, catalogación y análisis del conocimiento o del espacio digital; el incentivo consciente de la construcción de un futuro maravilloso por la curiosidad y el pensamiento.
Hay que atrevernos a pensar, más que a repetir. Reflexionemos cómo en la búsqueda de lo personal influimos en lo general. Entre todos podemos concebir estrategias nuevas para avanzar como país, inyectarnos de esa actitud y contagiarnos todos de ella: estar despiertos, receptivos, respirar, escuchar, observar, tomar muy en serio nuestro trabajo diario, planear, colaborar y alimentar nuestra alma.