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Ajolote-unicornio: entre el espejismo de plusvalía de la vivienda y la realidad de desigualdad

Entre un aumento importante en el precio de los inmuebles y una oferta limitada, cada vez es más lejano hacer valer el derecho de acceso a un hogar digno

Foto: EE Archivo.

El mercado inmobiliario mexicano crece en valor, pero no en inclusión. La escasez de oferta, el crédito limitado y la informalidad laboral mantienen a millones fuera del sistema.

En México, la plusvalía no se distribuye: se concentra, mientras los precios de la vivienda aumentan a doble dígito, el acceso al crédito se reduce a una minoría formal.

El fenómeno del “ajolote-unicornio”, que combina resiliencia estructural y rendimientos atractivos, revela una paradoja: el sistema funciona, pero sólo para unos cuantos. A continuación, unas cuantas líneas con las que quiero invitar a la siguiente reflexión: ¿por qué la vivienda digna sigue siendo un espejismo y qué se necesita para convertirla en un derecho realizable?

En la fauna imaginaria del mercado inmobiliario mexicano ha surgido una criatura peculiar: el ajolote-unicornio. Del ajolote hereda la capacidad de sobrevivir en estanques pobres de oxígeno (una oferta de vivienda que se ha quedado corta durante años), y del unicornio, el cuerno reluciente de los rendimientos de doble dígito.

Su hábitat es el déficit habitacional: apenas 128,000 casas formales iniciadas en el 2024 para un país que requiere el doble. En ese estanque pequeño, los precios subieron más de 50% entre el 2019 y el 2024 y siguen avanzando entre 6% y 7% anual en el 2025, casi el doble de la inflación. El animal es real, pero sólo se deja tocar por quienes tienen ingreso formal y acceso al crédito; para el resto, permanece como una silueta lejana bajo el agua turbia.

Fuera de la metáfora, no hay burbuja especulativa a la vista: faltan hipotecas temerarias y desarrollos fantasma. Lo que sí existe, es una escasez persistente que transforma cualquier repunte de la demanda en presión inmediata sobre los precios y genera un espejismo de plusvalía. El recorte de la tasa de referencia de Banxico a 9.5% apenas suaviza el Costo Anual Total (del crédito hipotecario) a 11%; suficiente para que propietarios consolidados refinancien y asalariados formales se animen a comprar, pero inútil para los seis de cada diez hogares que viven de ingresos informales.

De ahí que 62% de las hipotecas se destinen ya a vivienda usada, mientras el inventario nuevo se contrajo otro 12% interanual (según cifras recientes de la Comisión Nacional de Vivienda).

Los portales de búsqueda confirman la dinámica: los anuncios activos caen, las consultas de vivienda económica crecen y la geografía de la plusvalía se polariza.

Baja California Sur y Quintana Roo mantienen incrementos de doble dígito, y aunque la Zona Metropolitana de la Ciudad de México modera su crecimiento a un 6%–7%, este ritmo todavía duplica el aumento del salario real. En paralelo, la renta se vuelve refugio y consume hasta el 40% del ingreso familiar en los estratos medios y bajos, mientras la autoconstrucción prolifera en la periferia sin servicios, sin conectividad y sin financiamiento.

Ante esta realidad, el debate no es cómo perseguir al ajolote-unicornio, sino cómo darle espacio para que deje de ser un privilegio.

Ello supone habilitar suelo urbanizado con transporte y servicios para proyectos de interés social y tradicional, diseñar instrumentos financieros que reconozcan ingresos mixtos (créditos híbridos formal-informal, renta con opción a compra, o garantías de segundo piso), y vincular la política de vivienda con incentivos a la formalización laboral, de modo que los recibos “rosas” puedan convertirse en comprobantes aptos para el sistema hipotecario. Nada de esto funcionará sin información: publicar junto al índice de plusvalía un indicador de asequibilidad que relacione precio e ingreso es un paso imprescindible para evitar que la metáfora se convierta en dogma.

El ajolote-unicornio seguirá engordando mientras el estanque permanezca estrecho. Si desarrolladores, autoridades y plataformas quieren que más familias puedan acercarse sin quedarse sin aire, la ruta es clara y accionable: más suelo bien servido, crédito inclusivo, formalización efectiva y datos transparentes. De lo contrario, la criatura fantástica permanecerá en manos de unos cuantos, y la vivienda digna continuará siendo un espejismo bajo el agua turbia de la escasez.

Emprendedor serial con más de 15 años liderando equipos de producto multifuncionales en startups en etapas de crecimiento y consolidación en toda América Latina. Apasionado por el impacto social, especialmente en el contexto del sector inmobiliario en evolución, con un gran interés en la digitalización y en abordar problemas como la segregación residencial.

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