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Rey Rosa: "Paul Bowles y yo nunca discutimos"
En el Hay Festival Xalapa, Rey Rosa platica sobre su relación con Bowles, la diferencia entre escribir cuentos y novelas y la universalidad de la literatura.

Rodrigo Rey Rosa (Guatemala, 1958) es uno de los autores latinoamericanos más universales. Sus cuentos son historias que pueden suceder en cualquier tiempo y lugar. No hay en sus obras ese arraigo localista que prima en los escritores de nuestra región.
Rey Rosa es, además, el albacea literario de Paul y Jane Bowles. Su relación con Bowles nació en los años 70, cuando Rey Rosa viajó a Marruecos (donde Paul Bowles residió los últimos 30 años de su vida) a tomar un taller literario con él.
En el Hay Festival Xalapa, Rey Rosa platica con El Economista sobre su relación con Bowles, la diferencia entre escribir cuentos y novelas y la universalidad de la literatura.
¿Cómo fue su primer encuentro con Paul Bowles?
Fue en el contexto de una clase en un taller literario, yo en calidad de alumno. Todos eran gente mayor, todos norteamericanos. Paul nos pidió que dijéramos de dónde veníamos, desde cuando escribíamos y cuáles eran nuestros autores predilectos. Yo apenas había escrito algunas hojitas. Recuerdo que entre mis autores mencioné a Borges. Así nos conocimos".
Poco después me llamó y me preguntó que por qué escribía yo en inglés, siendo yo de Guatemala. Me dijo que él entendía español, que mejor escribiera en la lengua que mejor conocía. Y así fuera ya del contexto de clase comenzamos a charlar, sobre todo de viajes y de Borges, que era también uno de sus escritores favoritos.
¿Cómo era Bowles como maestro?
En una de las primeras sesiones comenzó la clase diciendo que él no era maestro ni creía que se pudiera enseñar a escribir. Fue muy sincero: nos dijo que daba la clase exclusivamente por dinero y porque los de la Universidad de Nueva York (patrocinadora del curso) le habían dicho que lo único que quería la gente era su opinión sobre lo que escribían. También nos advirtió que nadie se hacía rico escribiendo, que esperaba que todos lo hicieran por gusto.
¿Y usted cómo comenzó a escribir? Es un viaje largo desde Guatemala hasta Tánger y ser alumno de Paul Bowles...
Cuando yo llegué con Bowles apenas había hechos mis pinitos, llevaba unas cuantas hojas escritas. En Guatemala estudiaba medicina pero lo dejé y por ahí me había metido de oyente a algunas clases de literatura en la universidad. Un amigo que vivía en Nueva York me dijo que se iba de viaje, que si no le cuidaba su departamento un año. Vendí mi coche y me fui. Yo todavía no conocía siquiera la obra de Bowles.
¿Y cómo llegaron a ser tan amigos Bowles y usted? Tanto que eres su heredero literario.
Fue una amista larga, de más de 20 años. Nunca dejamos de escribirnos y de platicar sobre tod de literatura. Bowles a mí me daba algo de miedo al principio, era un señor muy reservado, más o menos frío. Pero él era alguien con una personalidad, no sé si camaleónica sea la palabras, pero tenía este modo de ser capaz de estar con un profesor, o con un millonario (Forbes lo visitaba mucho) o con un marroquí. Se adaptaba fácilmente. Claro, era un hombre con tanto mundo... Nunca nos contábamos problemas personales, creo por eso él y yo nunca discutimos. Solo hablábamos de libros, de música y de viajes. Fue una amista perfecta.
¿Cómo le pidió que le encargaras de su obra cuando muriera?
Pues en una de sus cartas, unos 8 años antes de que muriera me pidió que me encargara de sus papeles y de los de su esposa. Me sorprendí, él me explicó en que consistía y sin pensarlo mucho acepté. No volvimos a hablar del tema nunca. Cuando murió me enteré que sí había hecho el trámite para dejarme a cargo de su obra.
¿Usted es sobre todo cuentista? ¿Su novela Severina es como un cuento largo?
Si me lo hubieras preguntado hace 10 años te habría dicho que sí, pero ahora no estoy seguro. Creo que he tenido más fortuna con la narrativa de medio fondo, la que no es cuento ni de novela. Creo que es la que se me da naturalmente.
¿Cómo se da cuenta un escritor que lo que está escribiendo es un cuento o una novela?
Yo creo que la intención es lo que cuenta. Uno sabe que lo que quiere escribir es un cuento o una novela. Sin embargo con Severina me pasó que pensé que iba a ser un cuento pero a las dos páginas me di cuenta que iba a extenderme. Ahora quiero probar con un formato más largo. Creo que para un texto largo hay que tener clara la intención.
¿Depende del escritor?
Hay cuentistas que son pésimos novelistas y viceversa. Flannery O'Connor, por ejemplo. Sus novelas son pasables, pero sus cuentos son maravillosos, impecables. O Patricia Highsmith, una novelista extraordinaria pero una cuentista mala. Muy pocos escritores tienen éxito en todos los formatos, Bioy por ejemplo, tan buen novelista como cuentista. Es normal que cada quien tenga sus aptitudes porque son técnicas muy distintas.
En sus cuentos se siente una universalidad, no están arraigados en Latinoamérica o en Guatemala. ¿Es buscada esta universalidad?
Creo que cuando escribimos todos somos universales. No entiendo a estos escritores que de manera casi militante quieren escribir solo sobre su realidad inmediata. Me parece equivocada esta lealtad a la tradición local. El mundo no tiene países, no tiene fronteras literarias. Sería muy artificial leer solo a la gente de mi país. Dejo que el mero gusto dirija mis lecturas, no la política.
cmoreno@eleconomista.com.mx